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SEMANA CHILE

Hipótesis sobre el fin Las famosas esculturas de los Rapa Nui, que están en la Isla de Pascua, ubicada al sur de Chile, han sido objeto de estudio para validar hipótesis sobre la extinción de esa comunidad indígena. Investigadores como la hawaiana Mara Mulrooney o el británico Paul Rainbird, cuyos estudios se han publicado en el diario científico ‘Journal of Archaeological Science’, concluyen que la desaparición de esta civilización pudo ser provocada por la sobreexplotación de los recursos ambientales del lugar o por las enfermedades que pudieron traer desde Europa los colonizadores. 107 todos ‘impactos’ y las causas son siempre ‘pro-ducto de’. Y la gran estrella de este y otros usos facilitadores del habla y empobrecedores de la lengua es el huevo, que sin querer nos trae de vuelta al gallinero: aquello cuyo nombre se des-conoce o se olvida pasa a ser la ‘hueá’, muletilla comparable a la ‘vaina’ del venezolano, aunque quizá de uso más extenso y un tanto más gro-sero (evítese, pues, hablar de ‘hueás’ frente a la suegra chilena, a menos que ella lo haga prime-ro con naturalidad, cosa que fácilmente puede suceder). Para referirse al prójimo, el chileno no dudará en llamarlo de ‘hueón’, como el español que habla de un ‘tío’. Y como la hiperpolisemia del huevo chileno da para todo, no se sorprenda si escucha a alguien que-jándose Para referirse al prójimo, el chileno no dudará en llamarlo de ‘hueón’.Y no se sorprenda si escucha a alguien quejándose de la siguiente forma: ‘Cacha el hueón hueón, hueón’. de la siguiente forma: ‘cacha el hueón hueón, hueón’. Nótese que el último ‘hueón’ tiene valor vocati-vo, es decir, en este caso ese ‘hueón’ es usted, pero no se ofenda, que a diferencia del ‘hueón’ que lo antece-de, no es un insulto. Y ‘cachar’, otro gran exponente del español de Chi-le, en este caso vendría siendo ‘mira’, pero bien puede significar ‘saber’, ‘entender’, ‘ver’, ‘enterarse’ o ‘darse cuenta’… ¿cachai? El chileno es dado a las confusio-nes semánticas, y es común percibir en pluma de académicos y periodis-tas un desconocimiento absoluto de conceptos como ‘inferir’, ‘incidir’ e ‘injerir’, que intercambian con asom-brosa facilidad como si significaran lo mismo, a la vez que usan ‘acusar’ con sentido de ‘denun-ciar’ y ‘acudir’ cuando en realidad quieren decir ‘recurrir’. A veces tampoco distinguen las ora-ciones pasivas con agente de las impersonales reflejas, pudiendo escribir barbaridades como ‘se entregaron fondos por parte del gobierno’, y suelen vacilar en el uso de las preposiciones, usando giros como ‘un programa dirigido hacia los estudiantes’ o ‘iniciativas emprendidas desde pares y profesores’. Y ya que entramos en terre-no de solecismos, el español de Chile también se caracteriza por dos caras de la misma mone-da agramatical: los dequeísmos y los queísmos, que permean todos los estratos sociales y llevan a muchos a decir ‘pienso de que’ o sentenciar ‘estoy seguro que’. A las muletillas se contrapone un vario-pinto vocabulario donde conviven arcaísmos como ‘harto’ (‘tengo harta hambre’), términos indígenas (al chileno no le duele el estómago, sino la ‘guata’, y por estos lados los bebés son ‘guaguas’) y una infinita lista de realidades y situaciones que, ya sea por pereza o esnobis-mo, se prefiere expresar en inglés: cualquier cosa que cause asombro tiende a ser ‘¡hea-vy!’, los datos útiles son ‘tips’, y no se engañe, aquí no se usa champú, sino ‘shampoo’, y en nuestra hermosa cordillera no se practica el esquí, sino ‘ski’. El extranjero tampoco debe sorprenderse si el chileno le pide permiso para ‘ocupar’ su lápiz cuando necesite ‘usarlo’ o si le dice que anda ‘urgido’ porque tiene demasiada ‘pega’ cuando lo agobia el exceso de trabajo, una queja común, dicho sea de paso, en el la-boratorio de los Chicago Boys. Si le responden ‘al tiro’ cuando pida la carta en un ‘restorán’ no tema, su vida no corre peligro; le dijeron apenas que se la trae-rían enseguida, y ojo con el ‘pis-co sour’ que se va a tomar, para no despertar al día siguiente con una tremenda re-saca, digo, con la ‘mansa caña’. Dicen que los chilenos son los ingleses de América Latina por su frialdad en el trato, su humor negro y acaso la costumbre de tomar té, o mejor, ‘to-mar once’ hacia las seis de la tarde. De hecho, el extranjero debe acostumbrarse a recibir un simple y seco ‘ya’ tras dar las gracias en una transacción comercial, pero lo que el chileno escatima en cortesía lo derrocha en juegos lingüísticos sarcásticos, con aproximaciones fonéticas como ‘estamos Liz Taylor’ por ‘es-tamos listos’ y el uso de todo tipo de apodos, a tal punto que nuestro astro más importante, el Sol, tiene el suyo: el ‘care’ gallo’ (este ser-vidor ha compartido innumerables tertulias con fascinantes personajes cuyo nombre hasta hoy desconoce: el salmón, el rana, el larva, el planta…). Por último, cabe destacar el uso de hipérboles de todo tipo, algunas de las cuales, al incorporar modismos típicamente chilenos, pueden dejar al hispanohablante extranjero más perdido que piojo en cabeza de pelao. FOTO: ISTOCK Cultura


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