LOS INFORMANTES

El escándalo del ‘hacker’ sigue creciendo. SEMANA explica los detalles de este caso de espionaje y contraespionaje que deja mal parados a muchos

UNA DE LAS NOTICIAS MÁS grandes durante la elección presidencial de 2014 fue el escándalo del hacker. Este episodio consistió en que un supuesto experto en informática, Andrés Felipe Sepúlveda, quien había sido contratado por la campaña de Óscar Iván Zuluaga para el manejo de redes, terminó involucrado en actividades ilegales de guerra sucia para desacreditar a Juan Manuel Santos y al proceso de paz. El hacker compraba información clasificada a organismos de inteligencia e interceptaba los e-mails de los negociadores de las Farc en La Habana. El diario El Tiempo y la revista SEMANA tuvieron acceso a un video en el que el hacker le hacía una presentación a Zuluaga de su trabajo, en la cual relataba los hallazgos que había obtenido por cuenta de esas actividades clandestinas.

En ese video que duró 20 minutos, Zuluaga escuchó al hacker Sepúlveda jactarse no solo de sus acciones ilegales, sino de hazañas informáticas inverosímiles como interceptaciones a los aviones de inteligencia del Comando Sur de Estados Unidos y también a agencias como la CIA y la DEA. Todo eso podría no ser más que las fantasías de alguien que quería impresionar a su jefe. Sin embargo, al lado de las exageraciones, había información real clasificada como secreta que fue obtenida sobornando a agentes corruptos del Estado.

Frente a la contundencia de las pruebas, Sepúlveda aceptó negociar con la Fiscalía una condena de diez años y convertirse en testigo contra cinco de sus cómplices, quienes también acabaron tras las rejas. Y aunque no toda la información que compró comprometía la seguridad nacional, el solo hecho de que estuviera clasificada como “reservada” automáticamente convertía en un delito su compra y su venta.

SEGÚN QUINTANA, LA DIRECCIÓN NACIONAL DE INTELIGENCIA RECIBIÓ UN ANÓNIMO QUE DENUNCIABA AL HACKER DE LA CAMPAÑA DE ZULUAGA

La reacción de Óscar Iván Zuluaga frente a este escándalo fue cambiando gradualmente. Inicialmente afirmó que no conocía al hacker. Cuando se supo que algunas cámaras lo habían captado entrando a la oficina de este, manifestó que se le había olvidado que en una ocasión en que estaba saludando protocolariamente a la gente que colaboraba en su campaña había entrado a la sede de este y simplemente le había estrechado la mano.

Cuando apareció el video en el que durante 20 minutos escuchaba y felicitaba al hacker por su trabajo, la versión cambió del todo. Zuluaga denunció que se trataba de una infiltración que le habría hecho la campaña de Juan Manuel Santos a través del estratega J. J. Rendón y con la complicidad de la Fiscalía. En campañas anteriores, el hacker había trabajado para Rendón y como este último era ahora uno de los consultores principales de la reelección de Santos, ese nexo sería la prueba de la supuesta infiltración.

Esa teoría no era real pues Sepúlveda, quien hubiera podido negociar su pena contando eso, siempre insistió en que a él lo contrató directamente la gente de Zuluaga sin intermediarios de ninguna clase. En cuanto a su trabajo anterior con J. J. Rendón aclaró que en la actividad de los asesores políticos todo el mundo ha trabajado con todo el mundo pues en cada campaña se integran equipos diferentes y es frecuente cambiar de bando.

Esto era lo que se conocía hasta ahora. Pero la semana pasada se abrió un nuevo capítulo. Julián Quintana, el exdirector del CTI, el órgano de investigación de la Fiscalía, declaró en la Corte Suprema de Justicia que efectivamente sí hubo una infiltración a la campaña de Óscar Iván Zuluaga, pero en un sentido exactamente opuesto al que había denunciado el Centro Democrático. Según su testimonio, el infiltrado a la campaña de Zuluaga no había sido Sepúlveda, sino otros dos hackers que habían sido plantados para conseguir pruebas sobre el espionaje que el propio Sepúlveda estaba haciéndole a la campaña de Santos.

El exdirector del CTI aseguró que la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) decidió montarle un operativo de seguimiento a las actividades ilegales del hacker Sepúlveda. Según el testimonio de Quintana, la DNI recibió un anónimo que aseguraba que en la campaña de Óscar Iván Zuluaga había un espía que estaba traficando con información clasificada. Frente a esa denuncia, el director de la DNI, Álvaro Echandía, ha dicho que, como él no tenía facultades de Policía Judicial, le entregó la información a la Fiscalía para que hiciera la investigación correspondiente.

Se trataba de un caso de espionaje y contraespionaje digno de una novela de John le Carré. La campaña de Óscar Iván Zuluaga tenía un hacker que espiaba la campaña de Santos y a los negociadores de La Habana. Y la Dirección Nacional de Inteligencia, por su lado, enterada de esto, comenzó a montar su propia operación de contraespionaje para verificar si el robo de información reservada atribuido a Sepúlveda era verdad.

El personaje clave en esa operación de contraespionaje de la DNI fue un español llamado Rafael Revert, quien se presentó ante Sepúlveda como un experto en seguridad informática. Como sus credenciales eran reales, inmediatamente lo contrató. Sepúlveda nunca sospechó que su experto era un caballo de Troya al servicio de la Dirección Nacional de Inteligencia. Al llegar a esa oficina, el español descubrió que, por instrucciones de Sepúlveda, un hacker ecuatoriano, Daniel Bajaña, estaba interceptando los correos de Pacho Santos. Eso era difícil de entender pues era uno de los líderes del propio partido de Zuluaga, el Centro Democrático. En todo caso, el español denunció al hacker ecuatoriano ante la agencia de inteligencia y por cuenta de esa interceptación ilegal este fue arrestado, confesó y terminó pagando tres años de cárcel.

El español resultó ser un contraespía verdaderamente profesional. Además de lo del ecuatoriano, filmó clandestinamente a los agentes de inteligencia que le vendían la información clasificada a Sepúlveda. Esos videos también fueron entregados a la Dirección Nacional de Inteligencia y también desembocaron en capturas y condenas.

La cosa no paró ahí. Un supuesto agente de la DNI, con seudónimo ‘Charlie’, impresionado con los resultados del español, le encargó sustraer toda la información posible de los computadores de Sepúlveda que tuviera que ver con la campaña de Zuluaga. Ahí aparecieron todas las cosas tanto legales como ilegales que el hacker había hecho.

Esos hechos llevaron a Zuluaga, la semana pasada, a presentar denuncia ante la Fiscalía contra el almirante Echandía por espionaje y otros delitos. Sus abogados han presentado el caso como el de una infiltración del gobierno en la campaña del Centro Democrático. Echandía, por su parte, argumenta que la Dirección Nacional de Inteligencia tiene como principal responsabilidad velar por la seguridad nacional y que la compra y venta clandestina de información clasificada tiene que ser automáticamente objeto de una investigación.

Una vez analizada esa información, el agente ‘Charlie’ le encargó al español averiguar si Zuluaga estaba enterado de todo lo que estaba haciendo Sepúlveda. Este no tenía conocimiento de eso, y ‘Charlie’ entonces le sugirió que si el candidato iba a la sede lo grabara para ver si este estaba al tanto. Eso sucedió un día en que él fue invitado a ver el resultado de la estrategia de redes sociales de la campaña. Zuluaga ingenuamente aceptó y de ahí el comprometedor video de 20 minutos que lo dejó tan mal parado.

EN LA OFICINA DE SEPÚLVEDA COINCIDIERON UNA OPERACIÓN DE ESPIONAJE Y UNA DE CONTRAINTELIGENCIA DIGNAS DE UNA NOVELA

El hombre que encendió el ventilador y que ha hecho pública esa información es Julián Quintana, quien en ese momento dirigía el CTI. Hasta ahora lo más escandaloso es su revelación de que cuatro días antes de la fecha en que iba a contarle todo esto a la Corte Suprema, el almirante Echandía lo llamó en forma inesperada y lo invitó a su apartamento. Quintana dice que en esa reunión el director de la Agencia Nacional de Inteligencia le pidió no mencionar su nombre ni el del organismo ante la corte. Y que como zanahoria para que le hiciera ese favor, Echandía le ofreció la dirección de la Unidad de Información y Análisis Financiero (Uiaf), la entidad que investiga las transacciones sospechosas y el lavado de activos. El director de la DNI, Álvaro Echandía, niega haber hecho ese ofrecimiento.

Aunque no utilizó la palabra soborno, el exdirector del CTI insinúa que estaban tratando de comprar su silencio. El almirante Echandía rechazó esa acusación y la tildó de “fantasiosa”. Pero sí reconoció que el tema del hacker se había tratado en la reunión, pero como parte de una discusión general sobre la seguridad nacional. La situación hoy es que Quintana y Echandía se acusan mutuamente de faltar a la verdad y los dos amenazan con demandas. A su vez, a Quintana lo acusan de estar al servicio del Centro Democrático con el argumento de que tiene un contrato con un representante a la Cámara de ese partido.

Queda claro que en este episodio hay muchas mentiras y muchos cabos sueltos. Tanto Echandía como Quintana han incurrido en contradicciones. Cuando este último era el director del CTI, las investigaciones de ese organismo le sirvieron de pruebas a la Fiscalía para meter a la cárcel al hacker Sepúlveda y abrir procesos contra Álvaro Uribe, Luis Alfonso Hoyos, Óscar Iván Zuluaga y su hijo David. Sin embargo, hoy el propio Quintana asegura que no se encontró evidencia que comprometiera a Uribe, ni a Zuluaga ni a su hijo. No obstante, no exoneró a Hoyos.

Ante el cruce de acusaciones y la gravedad de lo que está en juego, tanto la Fiscalía como la Corte Suprema de Justicia tendrán que investigar y revelarle al país lo que realmente pasó.