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ESPECIAL TOLIMA ESPANOL

123 prendió indagaciones y libros posteriores de mucha valía sobre el poblado, como los fir-mados por Jorge Ernesto Leyva, Germán Santamaría y Óscar Gerardo Ramos. Desde luego, las crónicas no son pocas en la pluma de escritores como el mismo Germán Santamaría, Jorge Eliécer Pardo y David Sánchez Juliao, que bien podrían integrar una lujosa antología sobre el municipio, sumándole apartes de lo escrito por José Celestino Mutis, por Eugenio Díaz en Manuela e inclusive Medardo Rivas en Trabajadores de la tierra caliente. No estaría completa esta posible antología si no se sumaran los escritos de Luis Segundo de Silvestre, cuya familia estuvo asentada en estos lugares, José María Samper, Augusto y Jorge Ernesto Leyva; de los costumbristas de El Mosaico, como Salvador Camacho Roldán, Emiro Kastos y Jesús María Madiedo, y de Agus-tín Codazzi en su crónica sobre el río Magdalena; hasta de Laura Restrepo, una de cuyas protagonistas pro-viene de estas tierras, o de Felipe Martínez Pinzón y sus estudios, como Tránsitos por el río Magdalena, sin olvidar los pasajes de un reconocido autor de esta tierra como Nicanor Velásquez Ortiz. A pesar de las medi-das del gobierno central, que declarara a Ambalema Monumento Nacional del Patrimonio, el 2 de abril de 1980, pocas se han hecho para salvarla. Hoy se conserva la aspiración para que surjan políti-cas salvadoras después de septiembre, que es el mes del patrimonio. La esperanza es que por fin llegue el momento para redimir a lo que se ha llamado una joya del patrimonio nacional colombiano. La lista de lo que hay por hacer para convertir a Ambalema en epicentro de la ruta turística del norte del Tolima es larga. Partir desde Ambalema para ir luego a Mariquita y Honda, ciudades históricas, vinculando luego a El Líbano, Murillo y la nueva carretera que se traza hasta Manizales, completaría un pano-rama sugestivo para reivindicar a todo el norte del Tolima, tan azotado por la violencia colom-biana en sus diversas épocas. El desafío está ahí. Todos los caminos del norte del Tolima conducen a Ambalema, en el sector central del país, con su ruta flu-vial y el famoso ferry Omaira, que conecta a la población con Cundinamarca, además de balnearios, cascadas y piscinas naturales. El sugestivo viaje es entre la historia y las belle-zas del entorno. La gente aún narra las aventuras de los marineros cuando Ambalema era un puerto. Todo parece derrumbarse entre la indiferencia y el olvido sin que aún pierda el encanto. la indiferencia y el olvido sin que aún pierda el encanto. No es poco el inventario de sitios emblemáticos: desde La casona, donde fun-cionó el primer banco de comercio en 1846; la fábrica La Factoría, fundada en 1926 por los industriales del tabaco, o la Casa Inglesa, mansión de 17.000 metros cuadrados que anuncia ruina, sin que sea tan vieja como la iglesia antigua, de arquitectura romana con ventanas de estilo francés. La ciudad, fundada en 1627, logró su prestigio gracias a que se convirtió en el centro tabacalero del país en el siglo XIX. De aquel emporio económico por el auge del tabaco parecieran quedar apenas los recuerdos del mago Lember, cuya fama le dio la vuelta al mundo por sus giras en Europa. Todo sin embargo no son historias de magos y marineros, sino también de leyendas que fueron desa-pareciendo, tras haber sido epicentro de bru-jas que asustaban de noche e inclusive un sitio pesquero tan abundante como Honda. La población de Ambalema ha descen-dido casi a la mitad desde los años sesenta y apenas existen hoy poco más de 7.000 habitan-tes. De los grandes cultivos de arroz y ajonjolí restan los de arroz, y una ganadería que poco a poco viene acabando la flora silvestre, ante todo los humedales, como Guasimal, Zan-cudal y Lagunilla. De nada le ha valido estar hermanada con Cádiz en España, puesto que sus 239 kilómetros cuadrados parecen quedar en la indiferencia, a pesar de encontrarse a 78 kilómetros de Ibagué y a 45 de Honda. El ingenio de Pajonales, que fuera importante productor nacional de azúcar, desapareció, las fiestas patronales en las que Santa Lucía pasea en barco por el río grande hacia Beltrán, en Cundinamarca, ya no tie-nen el mismo flujo de turistas, y sus adorado-res le piden que haga ver al mundo que aún existen. El antiguo pueblo de indios que hacia mediados del siglo XVIII reunía a un nume-roso grupo poblacional de cultivadores semeja hoy en ocasiones un lugar desolado donde el tiempo parece detenido. En 1979, una campaña de alfabetización, que luego se hizo nacional, logró hacer de ‘Ambalema el primer territorio libre de anal-fabetismo en el Tolima’, cubriendo de alegría a los que alcanzaron a aprender e iluminando los titulares de las primeras páginas de periódicos como El Tiempo. Por aquellos años, Jesús Antonio Beja-rano, en compañía de Orlando Pulido, cum-plieron investigación para un libro sobre la historia del municipio que publicó el gobierno departamental y fue divulgado luego por la Universidad Nacional. Aquel comienzo des- CULTURA


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