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ESPECIAL TOLIMA ESPANOL

LA TIERRA QUE SOÑAMOS ¿El fin de la violencia? El sur del Tolima, donde se * Periodista. 14 crearon las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc), que hoy, después de medio siglo de lucha, se podrían transformar en un partido político, fue el centro del territorio de los indígenas pijaos, un pueblo que extendía su dominio entre Ibagué y Bugalagrande. Los españoles no pudieron dominarlos a pesar de hacerles la guerra durante 300 años. Fue una resistencia irregular, aguerrida, persistente. Los pijaos no conocían la pólvora ni el hierro, y los caballos y los perros les eran extraños. Resistieron hasta que al fin Juan de Borja logró hacer matar al indio Calarcá, valién-dose de un traidor que lo atravesó de un lanzazo. El arma se conservó en la catedral de Ibagué. El sur de Tolima –y todo el departamento– fue uno de los escena-rios privilegiados de las guerras civiles del siglo XIX y en particular en las de 1876 –batalla de Garrapata–, 1884 – levantamiento de Gaitán Obeso en Honda– y Guerra de los Mil Días. Después de la sangrienta derrota de los liberales en Palonegro, los revo-lucionarios resistieron en Tolima, Cundinamarca y Santander organi-zando guerrillas, que fueron desauto-rizadas –lo que poco se recuerda– por el general Uribe Uribe. Pese a todo, las guerrillas liberales subsistieron en una especie de latencia, hasta los años treinta y cuarenta, cuando desenterra-ron un manual de lucha de guerrillas traído de Cuba por el general caucano Avelino Rosas, que había luchado contra España al lado del Maceo. En las tierras del sur del Tolima se establecieron grandes haciendas de ganado y caña panelera y a fines del siglo XIX se explotó la corteza de quina en las zonas medias del páramo de Las Hermosas, que reparte aguas entre el Cauca y el Desde la Colonia, el sur del Tolima ha sido escenario de conflictos y luchas. Hoy, la región anhela la llegada de la paz. POR Alfredo Molano*


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