CONFLICTO y SALUD MENTAL

EL LADO OLVIDADO DE LA VIOLENCIA

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Los sobrevivientes

La guerra dejó todo tipo de huellas psicológicas. Sus víctimas cuentan cómo ha sido la recuperación.

Los seres humanos asumen las tragedias de forma distinta.  Las víctimas del conflicto armado son el mejor ejemplo, pues si bien a todas las atraviesa un dolor profundo, ese sufrimiento no siempre se traduce en enfermedad. Incluso esa experiencia que les cambia la vida, a muchos los conduce a transformaciones personales que difícilmente hubieran ocurrido de otra manera. Algunos lo llaman crecimiento postraumático pues a pesar del horror y la barbarie que vivieron, se han levantado para estudiar, trabajar y ayudar a su comunidad. Estas historias reflejan esa variedad de reacciones y cómo cada uno de los afectados ha tratado de sobrevivir a tanta pena.

 

“La familia es el mejor apoyo”

Manuel, Nancy y Luisa Fernanda Ceballos

Víctimas de minas antipersonal

San Francisco, Antioquia

 

 

El 23 de marzo de 2005, Manuel Ceballos, un campesino de Aquitania, en el municipio de San Francisco, Antioquia, caminaba con su esposa María, su hija Nancy y un grupo de diez personas hacia el pueblo donde bautizarían a su nieta Luisa Fernanda, hija de Nancy, de apenas 40 días de nacida. Pero la ceremonia nunca se realizó porque en el camino se encontraron con un campo minado que afectó a cuatro miembros de la familia. El primero en pisar la mina antipersona fue Manuel quien perdió en ese momento la pierna derecha a la altura de la rodilla. Para poder auxiliar a su esposo, María le entregó la niña a Nancy pero ella al dar unos cuantos pasos para atrás piso otro explosivo que le quitó su pierna derecha por debajo de la rodilla. La niña que llevaba en sus brazos recibió en su cuerpo 75 esquirlas que le afectaron las piernas y los pulmones.  A raíz de esta tragedia, se desplazaron a San Francisco. María cuenta que de los tres, el que más se afectó fue su esposo. “Estuvo mucho tiempo acongojado, con mucho trauma, porque él es un campesino acostumbrado a trabajar y no poder hacerlo le dio muy duro”. A los tres se les hizo la reparación administrativa y además, Manuel recibió atención psicológica, “pero eso no fue suficiente”, dice María. “Lo más importante fue el apoyo de la familia. Parte del apoyo fue montarle un negocito para que no pensara más en eso y matara el tiempo porque se sentaba a pensar y a pensar y de tanto pensar terminaba llorando. Él quería morirse. El mismo día del accidente, cuando estábamos cortando palos para hacer unas camillas me dijo ‘más bien córteme la cabeza’”. Nancy asimiló su pérdida tranquila y su hija, que hoy tiene 9 años, tampoco ha presentado traumas emocionales a pesar de que las esquirlas le dejaron una pierna más corta que la otra. “Nos cambió la vida”, dice María, pero no todo fue para mal. “Vivíamos muy bien en el campo y aquí en el pueblo nos toca comprar los víveres. Pero lo bueno de estar aquí es que mis hijos pudieron estudiar y de los siete que tengo ya cuatro se graduaron de bachiller”.

 

 

“Era el hermano que más quería”

Efrén Osorio

Víctima de desplazamiento forzado y homicidio

San Carlos, Antioquia

 

 

Efrén, un hombre de San Carlos, Antioquia, ha vivido muchas experiencias dolorosas por la violencia. Le asesinaron a su papá delante de su madre, quien no resistió la pena moral. “Solo fumaba y tomaba tinto” y a los cinco años murió de no comer. Para escapar de la violencia se fue a vivir a Buenaventura donde tuvo un accidente que le ocasionó un trauma cráneo encefálico para lo cual toma calmantes y somníferos. Pero lo que más le duele hoy es la muerte de su hermano a quien asesinaron en un retén. Al día siguiente la Fiscalía se lo entregó sin ofrecerle ningún tipo de asesoría psicológica. “Solo nos dijeron vean, ahí están los restos. Era el hermano que más quería”, dice Sandra, su esposa. La imagen que vio no se la puede quitar de su mente, y todavía hoy, después de 13 años, le causa insomnio y le provoca un llanto constante.  “Le habían arrancado el cabello, le habían arrancado los ojos, le faltaba el mentón, le habían mochado la mano, estaba todo torturado”, relata Efrén con profunda tristeza. Durante esos días se sumió en el alcohol. Ha tratado de ir a grupos de apoyo mutuo para víctimas pero no ha vuelto porque escuchar las historias de otros lo ponen más triste. Su caso, por lo tanto, ilustra una situación compleja debido a que no ha podido recibir la ayuda que requiere para su trauma. Como dice Sandra “él se encierra, se enoja, se calla, y dice que es por el golpe pero yo sé que es la tristeza que a veces sale, y cuando llega la fecha del aniversario se me deprime aún más”.

 

 

“Yo solo quiero saber”

Amanda Rosa López

Víctima de homicidio y desplazamiento

Medellín, Antioquia

 

 

En 1978 Amanda Rosa tuvo el mejor regalo de su vida: el nacimiento de su hijo Andres José, después de muchos intentos por quedar embarazada. Nació prematuro, de apenas 45 centímetros y 1800 gramos. En el parto, que fue por  cesárea Amanda Rosa tuvo peritonitis, por la cual solo pudo conocer a su hijo a los 20 días de nacido. “Pero se fue poniendo gordito y yo celebraba cada progreso, el primer año, el segundo, la primera vez que fue a la guardería.  Y fue un orgullo cuando entró a primero, cuando pasó a segundo, cuando terminó bachillerato,  y que emoción para mí cuando yo hice curso de enfermería y él me entregó el grado”. Pero el 18 de enero de 1998, a los 19 años, lo mataron en Copacabana, Antioquia, donde vivían, porque lo confundieron con alguien más. Después del entierro ella tuvo que desplazarse a Urrao y luego a Medellín. “Me llegó un ramo de flores en el que decían que se habían equivocado pero que me tenía que ir de ahí y me fui”. Hace dos años llegó al grupo de Madres de la Candelaria, en Medellín, donde por primera vez está siendo atendida por una psicóloga. “En todo este tiempo me la pasaba llorando y yendo al hospital”. En este grupo ha encontrado un apoyo enorme para seguir adelante pero siente que una parte de su corazón no se recupera porque necesita respuestas.  “Yo quisiera saber por qué fue, qué les hizo, a quién se les pareció. Aquí estoy esperando sola y vacía como un viejo de 75 años tomando pastillas para la depresión”.

 

 

“Somos perseguidos y estigmatizados”

Johan Stiven García

Víctima LGBTI

 

 

Johan es un líder innato. Desde joven integró consejos estudiantiles de su colegio y juntas de acción comunal en su barrio, la comuna cinco de Medellín. Cuando se graduó de bachiller, al tiempo que empezaba a darse cuenta de su preferencia sexual, supo que sería un líder comunitario. En 2004, luego de graduarse como abogado, conformó un colectivo para fiscalizar la contratación de la Alcaldía de la ciudad con lo cual comenzaron las amenazas. “Me mandaban panfletos, sufragios, me esperaban afuera del trabajo. A mi hermana una vez la encañonaron y con ella me mandaron a decir que me callara. Mi mamá se puso muy nerviosa y sufrió una depresión y se culpaba porque ella siempre me apoyó en esto”. En 2010, ante esta persecución se fueron de Medellín a Pereira. “Fue muy triste porque yo perdí todo lo que había logrado en Medellín”. Sin embargo, logró que le dieran la condición de víctima del conflicto armado. Pero los ataques se trasladaron con él por lo cual debió pedir refugio político en Venezuela.  Era una doble estigmatización: “por ser líder y por ser gay. En Colombia les duele que uno se meta en política porque les da miedo que un homosexual impulse propuestas que no vayan con sus intereses”. Pero además, a este grupo los discriminan incluso dentro de las víctimas. Por eso, a su regreso al país en 2012, desde la Mesa Nacional de Víctimas se dedicó de lleno a defender los derechos de los desplazados LGBTI que como él son perseguidos por los actores armados y objetivo de sus limpiezas sociales. “No te enloqueces pero si te descompensas mucho emocionalmente. Hay días en que pienso que no voy a resistir el dolor. Mi tratamiento es tener fe y por eso ante más cosas malas saco más fortaleza para resistir”.

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CRÉDITOS

Dirección y edición periodística: Silvia Camargo  |  Periodista: Cristina Castro  |  Diseño y montaje interactivo: Carlos Arango  |  Fotografía: Juan Carlos Sierra, León Darío Peláez, Daniel Reina, Jesús Abad  Colorado, Carlos Julio Martínez  |  Video: Sandra Janer y Silvia Camargo, Diego Llorente, Camilo Bonilla, Alexander Guerrero.