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Las capitales 105 mejor época uno se podía topar en una trocha con un Willys abarrotado de costales más 25 personas colgadas de la cabina, en estos años recientes lo común es ver estos camperos con dos o tres pasajeros. Si mucho. La Fundación Territorio Quin-dío, cuya sede y origen es Armenia, ha sido casi la única entidad que se ha preocupado por estudiar y docu-mentar el valor patrimonial de estos camperos para la región. En 2009 realizó un meticuloso recuento para determinar la cantidad de Willys convertidas al turismo y a la ganadería. Si en los años ochenta podían darles trabajo a cuatro o cinco campesinos por hectárea, en la década del dos mil empleaban a uno apenas por cada cinco hectáreas. A veces más: un único empleado para una finca de diez hectáreas sin frutales, sin café, sin pancoger, una finca de puro pasto y rastrojo para engorde de ganado. Esto, por supuesto, afectó direc-tamente al negocio del transporte en Willys. Sin campesinos en las veredas, la demanda se fue en picada. Si en su Asi lucían los Willys en 1941. Los utilizaba Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial activos en el Quindío y encontró que no eran más de 740. En 2015 volvió a hacer el recuento y descubrió que en esos seis años la cifra había descen-dido, bordeaba los 600. En la actualidad, los jeep Willys han venido siendo usados en oficios varios. Algunos con suerte terminan en manos de gente pudiente que los compra para atesorarlos como pieza de colección o de valor histórico. Otros se encuentran adaptados como cafete-rías ambulantes que se estacionan en calles cerradas o en bahías de avenidas. Unos más, aunque pocos, se ven como objetos decorativos e inmóviles dentro de restaurantes y centros comerciales. Y unos pocos han tenido el privilegio de trabajar como vehículos llamativos y tradicionales para turistas. El resto sigue guerreando su futuro como medio de transporte campesino. Los dueños y conductores de estos últimos, sin exagerar, pueden ser los empleados más vapuleados del sector. Como hay poca demanda, las cooperativas se ven obligadas a reducir a la mitad el tiempo laboral. Es decir: un conductor de Willys solo puede trabajar día de por medio en el servi-cio regulado de transporte. En esos 15 días que tiene por mes no alcanza a reunir un salario de 500.000 pesos. Son pocos los que pueden pagar prestaciones sociales. Henry Lozano Pérez está próximo a cumplir 60 años y sabe que no se va a pensionar. Me dice que logra sobrevivir porque su esposa también trabaja y viven en una casa pobre pero propia. Como no deben pagar arriendo, les alcanza para comer y vestir. Su semana empieza con 25.000 pesos. Con este dinero debe tanquear el Willys y esperar que a la vuelta de dos o tres días recupere ese plante y empiece a obtener utilida-des. “Uno sale del parqueadero de la cooperativa con dos o tres pasajeros. Y si está de buenas, regresa con otros dos o tres. Pero casi siempre regresa uno con nada. Entonces, no es raro que luego de dos o tres días de trabajo uno no haya podido recuperar el plante y le toque volver a la casa sin plata y sin el carro tanqueado”.


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