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El Eje vuela 50 El secreto de Riosucio El municipio caldense busca ser reconocido mundialmente, no solo por su afamado carnaval, sino también por sus sombreros artesanales. Este sombrero, cuyo nombre remite a la cultura festiva y dicha-rachera que vive y respira el pueblo gracias a su carnaval, está a punto de convertirse en referente y producto de exportación. Así lo narra orgullosa Martha Delgado, gestora comunitaria y representante legal de la cooperativa Ecosombrío: “La Superintendencia de Industria y Comercio nos pidió una muestra del cañafiestero. Esperamos la calificación y el otorgamiento de una marca colectiva que permita comer-cializar el producto y por ende redimir la difícil situación económica de la comunidad sombrerera”. Una de las beneficiadas sería Anatilde Gonzáles, artesana de 58 años. “La esencia del sombrero está El sombrero cañafiestero hecho por manos riosuceñas está a punto de convertirse en producto de exportación. Colombia es un país sombrerero. Después de que el Happy Lora lució un sombrero vuel-tiao junto a su cinturón de campeón mundial gallo de boxeo en 1985, ni Bill Clinton, ni el príncipe Carlos de Inglaterra, ni el mismísimo papa Juan Pablo II se salvaron de sostener sobre sus cabezas el distintivo símbolo nacional al visitar suelo colombiano. Igualmente, los pe-riodos presidenciales de Álvaro Uribe se distinguieron siempre por estar adornados de un reconocido y paisa sombrero aguadeño. Y aun así, desde las entrañas del tradicional municipio caldense Riosucio está a punto de lanzar al estrellato un nuevo emblema de país: el sombrero cañafiestero. Tejido artesanalmente a partir del corazón de la caña brava, una fibra vegetal que solo se debe cortar en luna llena y cuyos bordes son afilados como navajas, el cañafiestero ha acompañado a los habitantes del municipio y sus comunidades, espe-cialmente las de Cañamono y Loma-prieta, como instrumento de trabajo e indiscutible accesorio elegido para lucir los domingos. en la calidad, en lo que se sienta en el corazón mientras se teje. Si llevo la artesanía en la sangre, el sombrero me queda bien”, expresa, entretanto las trenzas de la caña brava se le enredan de a poco en sus dedos. Sin embargo, esta tradición de Riosucio no se detiene aquí. Al recorrer entre montañas sus comu-nidades y resguardos, aparecen hasta cinco tipos distintos de sombreros tradicionales. El tumbaguayabas, el duende alegre, el carnavalero, el típico riosuceño y el guarapero, con nombres pintorescos y variedad de materiales y técnicas, hacen de la sombrerería riosuceña una mina de oro, tanto para la economía de la región como para la cultura del país. Juan Pardo Periodista. FOTO: ANDRÉS VALENCIA


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