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ESPECIAL RIO MAGDALENA

129 nos, y cuya búsqueda implica procesos de transformación socioculturales, que escapan a los indicadores y al papel, y también a la necesidad de que haya una evolución económica y, por qué no, política, de territorios signados por la marginalidad y la violencia. EL CAMINO RECORRIDO En materia de reconciliación en el país y a lo largo del gran río, hay un buen camino recorrido a través de acciones colectivas y concretas. La paz implica salir de sí, untarnos de barro, literal y simbólicamente hablando, tal como nos enseñan las experiencias de Jeny, de María Isabel y del padre Rafael Castillo. Inspirados en estos casos que a 2013 se habían mantenido en el ano-nimato, surgió la iniciativa Reconci-liación Colombia como un esfuerzo de la sociedad civil para identificar y visibilizar a estos héroes que se habían sobrepuesto al dolor y estaban dándo-nos luces de por dónde avanzar. Por el momento que vive el país, hoy estos son casos emblemáticos para aquellos colombianos que hemos visto la vio-lencia de lejos, pues sus protagonistas son precisamente quienes han sufrido directamente el dolor, la muerte, el despojo, la ruina en razón del conflicto, y, sin embargo, dan el paso. Para no ir muy lejos, a lo largo del río, los Programas de Desarrollo y Paz –conocidos como PDP– reconstru-yen desde hace décadas el tejido social de comunidades vulneradas históri-camente por el uso indiscriminado de las armas. Además de tener presencia en el Canal del Dique y zona costera (Atlántico y Bolívar), también lo hacen en el Cesar, Montes de María (Bolívar y Sucre), Bajo Magdalena (con sede en Magangué), Magdalena Medio (con sede en Barrancabermeja), Prodepaz (con influencia en Puerto Triunfo), Magdalena Centro (con sede en La Dorada), Tolipaz y Huipaz. Así, vienen siendo grandes referentes de reconcilia-ción por el entramado que han logrado entre gobiernos locales y fuerzas vivas de la sociedad, incluida aquí la Iglesia católica y otras confesiones de fe y espi-rituales. En el contexto actual el aporte real y efectivo de la empresa privada es vital. Desde su creación, Reconcilia-ción Colombia ha hecho este llamado al empresariado colombiano y hoy aportan a este propósito más de 40 fir-mas de 90 socios que integran nuestra organización. Buscamos ser la fuerza integra-dora de esfuerzos entre instituciones, organizaciones sociales y compañías para acompañar las iniciativas locales de regiones históricamente afectadas por el conflicto armado. Estas alianzas público-privadas favorecen el desarrollo de las comunidades y ayudan a legitimar las instituciones estatales. Pero, induda-blemente, se necesita más. Así como María Isabel Espinosa no dejó que se le escaparan de sus versos lo que sus ojos presenciaron en aquella corriente, Jorge Tovar, director ejecu-tivo de la Redprodepaz que agrupa a los 23 PDP del país, pide que hagamos de la recuperación del río un gran proyecto de Nación. Desde esta perspectiva, dado que han sido miles las víctimas arrojadas al río sobre las que nunca habrá identidad, ni se sabrá cuántos fueron, ni quiénes fueron sus perpetradores, la cuenca y el cauce deberían ser reparados sim-bólicamente, además de la necesaria mirada de su saneamiento ambiental. Esto devolvería el valor histórico sobre sus aguas y, en concreto, permitiría que los pescadores, que son de las comuni-dades más vulnerables y empobrecidas por los daños ambientales causados a lo largo del recorrido, reactiven su medio de vida. Lo que pase con el Magda-lena, en cuya cuenca habita el 80 por ciento de la población colombiana, dirá mucho de la reconciliación que logre-mos como país. El desarrollo político, económico, social y cultural recorre el río desde 1500, así como también lo han hecho el rezago, la marginalidad y la expoliación. El PDP del Canal del Dique, dirigido por el padre Rafael Castillo, busca reconstruir el tejido social de las pueblos ribereños. foto: joaquín sarmiento


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