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ESPECIAL RIO MAGDALENA

Mi mar de agua dulce Hoy es muy difícil pescar, por eso los aficionados a esta práctica tienen que buscar ríos cada vez más alejados de las ciudades. La minería ilegal, la siembra de coca y la erosión provocada por la ganadería los están matando. Hice mi primer viaje al Magdalena en los últimos 40 años se ha reducido 50 por ciento la producción pesquera. 32 Medio en 1992, camino a Bogotá. Yo me ahogaba del calor porque mi mamá me había ves-tido para el frío sin pensar que en el recorrido iba a pasar por uno de los lugares más calientes de Colombia. En menos de cinco segundos, vi por primera vez, a través de la ventana del Renault 6 de mi papá, el río Cocorná. Si hay personas que recuerdan con gran emoción la primera vez que vieron el mar, yo recuerdo con la misma emoción esa cicatriz de rocas y aguas azules que rompía la selva en dos con el estruendo de la caída del agua. Pero el impacto fue el doble cuando vi Río Claro desde el puente de la autopista. ¿Es posible sentir dos veces el mismo día la gran emoción que se siente al ver el mar por primera vez? Puedo decir, incluso, que tuve esa sensación cuatro veces en ese viaje. Después pasamos sobre el río Guarinó –el más azul de todos– a solo 20 minu-tos de Honda. Y en Honda, cuando la carretera se empieza a elevar para huir del calor, la vista del Magdalena amplió a mis 9 años de edad la visión del país en que vivía: ancho, café grisá-ceo, torrentoso. El mar de agua dulce que atraviesa a Colombia. En mis 32 años he visto los ríos del Magdalena Medio por lo menos 50 veces. Creo, sin una gota de exageración, que allí he sen-tido más de 50 veces la emoción de conocer el mar. Pero también me duele saber que, en el futuro, cuando los vea, lo último que voy a sentir es emoción. Cuando alguien pide la mano con un anillo de oro, consume cocaína en una fiesta o se come un pedazo de carne está apretándole la horca al río Magdalena, al que a cada segundo le caen los desperdicios de 8 millones de bogotanos cuando desemboca en Girardot el río Bogotá. El bosque del Magdalena Medio es seco tropical. Entre marzo y junio, y septiembre y diciembre, las lluvias lo hacen una selva húmeda. Sin embargo, hoy queda el 1 por POR Simón Posada Tamayo* * Periodista digital en Univisión Miami.


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