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SUECIA

13 Y va por buen camino. Por ejemplo, su sistema de refri-geración y calefacción urbana funciona casi un 90 por ciento a través de energías limpias, que son generadas a partir del Sol, el viento y la biomasa, entre otros. Estas prácticas se ven reflejadas en la calidad del aire del país, porque, mien-tras el promedio mundial es de 20,1 microgramos de polu-ción por metro cúbico, en Suecia es de solo 10,2. Estos logros no son solo el resultado de la inversión del gobierno nacional –que este año fue de más de 600 millones de dólares en energías renovables y redes eléctricas inteli-gentes–, sino de la adaptación de los ciudadanos a un estilo La alimentación es un ejemplo simple que ha tenido un impacto enorme. Hoy, el país es el mayor consumidor en la Unión Europea de alimentos orgánicos, que cumplen con ciertas reglas ambientales y sociales de producción. De igual forma, las viviendas y el transporte se han ido transformando para mantener un equilibrio con el ambien-te y con la comunidad. En Suecia, los sistemas de calefacción y refrigeración de vida amigable con el medioambiente. urbana funcionan casi un 90 por ciento a través de energías limpias. LA CIUDAD IMAGINADA Frente al mar y a siete minutos del centro de Estocol-mo, dividiendo por la mitad al Royal City Park, se levanta una ciudadela de edificios de apartamentos y oficinas. Algu-nos de ellos, en sus primeros pisos, tienen tiendas, cafés y restaurantes. Al pasar por delante es posible observar que la fachada externa de unos está construida con pequeños tablones de made-ra, mientras que la de otros está hecha en concreto. Pero todos, sin excepción, lucen en sus techos grandes paneles solares. Se trata del Stockholm Royal Seaport, uno de los proyectos ur-banísticos más grandes del con-tinente, que se ha convertido en un ejemplo de sostenibilidad in-comparable. Los valores sociales y ambientales con los que se diseñó y construyó marcan un hito en la planeación de las ciudades para el futuro y en un referente urbano, al punto de que, a la fecha, ha sido visitado por más de 4.000 personas prove-nientes de 43 países. El proyecto fue la respuesta de Suecia ante la alta con-taminación de las ciudades, que ha contribuido a la muerte prematura de 3,4 millones de personas a nivel mundial, se-gún aseguró este año la ONU. Solamente en Europa, mue-ren cada año 430.000 por causas asociadas a la polución. Ante este panorama, previsto desde hace décadas, Esto-colmo ha venido trabajando sin descanso para garantizar a sus habitantes un ambiente saludable. En su Royal Seaport aún pueden verse los vestigios de los edificios de ladrillo que conformaban la zona industrial del puerto de Estocolmo, donde hasta hace seis años se pro-dujo IntroduccIón gas. A partir de 2001, cuando surgió la idea de crear una ciudadela sostenible allí –de propiedad del gobierno de la ciudad–, empezaron a migrar las industrias y, en la zona portuaria, que antes funcionaba como terminal de contene-dores, solo atracarán cruceros y ferris. Hoy, cerca de 2.000 apartamentos ya están terminados y en el sector viven más de 5.000 personas. Pero la meta es que para 2030 se hayan construido, en total, 140.000 vivien-das más. “Aún no tenemos parques ni áreas verdes, porque estamos en proceso de limpiar la tierra de los residuos tóxicos que dejó la producción de gas, y no es un proceso económico”, dice Staffan Lorentz, jefe de desarrollo del proyecto. Se estima que la ciudad ha invertido 2,3 billones de euros en su construc-ción. Sin embargo, los apartamentos son muy apetecidos y el precio de cada vivienda, por metro cuadrado, es de unos 9 millones de euros (alrededor de 30 millones de pesos). SOLUCIONES INTEGRALES Aunque la ciudad ha vendido a diferentes constructo-res los lotes para viviendas y oficinas, todos deben cumplir estándares ambientales y sociales. El primero es el energé-tico. Toda la electricidad consumida por los habitantes de Stockholm Royal Port proviene de fuentes locales de energía solar y de biogás generado por los desechos de comida de cada hogar, depositados en un sifón que los tritura y los in-duce en este proceso para contribuir al reciclaje. Los residentes, incluso los más pequeños, se encargan de separar la basura entre papel, plás-tico y otros; luego, la arrojan por unas pipas en los patios de cada edificio, las cuales se encargan de reducirla y conducirla hasta el campo, donde se convierte en compost y, más tarde, en biogás utilizado, entre otros efectos, como combusti-ble para la flota de buses de Estocolmo. Así, las emisiones de CO2 en la ciudadela son mínimas porque, además, el Royal Seaport promueve el uso de vehículos eléctricos, para los cuales se han dispuesto 137 puntos de carga en los esta-cionamientos, y se estima que, una vez finalice la construcción, se hayan instalado 600 en total. “Además del buen uso de los desechos y de la generación de energía renovable, diseñamos pensando en el cambio climático. En los últimos años, las temperaturas de Estocolmo, tanto en invierno como en verano, han sido extremas; por eso, buscamos que las casas se adecuen a mayor calor o frío”, agrega Lorentz. Los procesos educativos con la comunidad que confor-ma la ciudadela son clave para lograr una verdadera sos-tenibilidad. En los últimos tres años se han realizado 34 reuniones con los residentes, a las que han asistido más de 1.300. “También hemos logrado unir a los vecinos con la agri-cultura urbana. Muchos edificios tienen, en el último piso, espa-cios donde pueden sembrar zanahorias, papas o tomates”, dice Lorentz. Adicionalmente, en los patios de la ciudadela pue-den verse grandes cajas llenas de tierra, donde los vecinos siembran alimentos en equipo. Esta actividad ha generado


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