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SUECIA

24 UN ALIADO PARA LA PAZ del Fuerte, Antioquia, justo después de la masacre oca-sionada por un enfrentamiento entre los grupos parami-litares y la guerrilla, donde murieron más de 100 civiles en una iglesia. Este trabajo acompañando a estas comunidades, en medio del conflicto armado, me marcó por siem-pre de forma humana y profesional. La experiencia me sirvió para valorar más la vida y entender que la guerra es una de las peores tragedias humanas. Allí también entendí que la solidaridad y el compromiso demostrado por los suecos para fortalecer las insti-tuciones democráticas, lograr los fines del Estado y superar los ciclos de la violencia era un esfuerzo que debía ser tomado como ejemplo, no solo en Colombia sino a nivel mundial. En los siguientes años de mi vida profesional, cuan-do ejercía como coordinador de la política pública de De-rechos Humanos en el Ministerio del Interior y de Jus-ticia, Suecia continuó siendo un gran aliado al aportar a nuestros esfuerzos recomendaciones y lineamientos que nos resultaron de gran utilidad para superar un momen-to muy complejo para nuestro país. Posteriormente, ingresé a la Agencia Colombiana para la Reintegración (ACR) para ayudar a los excom-batientes a realizar su tránsito hacia la vida civil, con un enfoque comunitario y de reconciliación. Para mi sor-presa, quienes fueron unos de mis primeros anfitriones también fueron los suecos. Durante los primeros meses de mi nuevo trabajo tuve la oportunidad de viajar a Estocolmo a realizar un curso en la Folke Bernadotte Academy (FBA), donde logré comprender a profundidad su cultura y su com-promiso genuino y profundo por la resolución pacífica de los conflictos y por promover la democracia como un valor global. Por fortuna, ese apoyo incondicional y desinteresado también se trasladó al propio trabajo de la ACR, entidad que en la actualidad tengo el privilegio de dirigir. Desde muy joven y tal vez por el contexto de educación libe-ral en el que crecí, siempre fui consciente de las dificultades por las que atraviesan muchos de mis conciudadanos y de la consecuente responsabilidad de transfor-mar positivamente esa realidad por parte de quienes tuvimos el privilegio de contar con más oportunidades en la vida. Debido a esa profunda convicción, decidí estudiar historia y ciencia política, para luego adelantar una carrera en lo público. Hoy, llevo más de 14 años traba-jando en proyectos sociales, comunitarios y de derechos humanos, tiempo en el cual he podido evidenciar qué países en verdad cuentan con una vocación de solidaridad y de servicio para hacer este mundo mejor. Suecia es sin duda uno de ellos. Mi primer contacto con la coopera-ción sueca se remonta a 2002, momen-to en el cual me vincule laboralmente a la Defensoría del Pueblo. Esta entidad, gracias al apoyo del Gobierno de Suecia, pudo contratar cuatro defensores comu-nitarios para fortalecer el respeto por los derechos humanos y el cumplimien-to del Derecho Internacional Humani-tario en regiones aisladas y afectadas por el conflicto armado en el Pacífico co-lombiano. Los defensores comunitarios teníamos, además, la responsabilidad de facilitar la relación e interlocución entre el Estado y las comunidades indígenas, afrocolombianas y campesinas. Durante varios meses ejercí estas res-ponsabilidades en Bojayá, Chocó, y Vigía JOSHUA MITROTTI VENTURA Director de la AGENCIA COLOMBIANA PARA LA REINTEGRACIÓN, ACR. Este país es un ejemplo de compromiso, convicción democrática y solidaridad. Cualidades claves para hacer de este un mundo mejor. Suecia


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