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SUECIA

Una larga amistad 43 los valores que le han permitido a los suecos vivir en paz du-rante más de dos siglos: la dignidad humana, la solidaridad y la igualdad. Daniela Castillo, campesina de la vereda La Secreta (Ciénaga, Magdalena), es beneficiaria de esa política interna-cional. “La Unidad de Restitución de Tierras, gracias a la coope-ración de Suecia, nos ha apoyado para el proyecto productivo. En mi predio implementamos un programa de café y ganadería y me ha ido muy bien”, dice. Desde el punto de vista de garantías de derechos huma-nos para su población, hay mucho que aprender de Suecia. “Su bienestar y crecimiento generan beneficios para todos a través de servicios públicos eficientes, mecanismos de protección de derechos y reducción de las des-igualdades”, afirma Arnaud Peral, director de País del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en Colombia. “Y ha puesto la agenda de género en el centro de su política pública y promueve el cierre de brechas. Ha construido una sociedad re-distributiva que no deja a nadie atrás”, agrega. A finales de los años no-venta, en su interés por de-fender al ser humano, Suecia puso en marcha el programa más importante de la Defen-soría del Pueblo de Colom-bia, el Defensor Comunitario, figura que representaba al Esta-do en zonas alejadas y golpeadas por la violencia. Hoy, ese país ayuda a la entidad a restablecer los derechos de las comunida-des vulneradas y vulnerables, además de apoyar los procesos de retorno, reubicación y restitución de tierras. “Gracias a Suecia contamos con recursos que distribuimos en las actividades de los gestores comunitarios y asesores de desplazamiento, así como en el Grupo Móvil de Atención y en talleres de formación a funcionarios de las defensorías del Pueblo regionales, y en los espacios de diálogo y concertación”, explica Carlos Negret Mosquera, de-fensor nacional del Pueblo. La tenencia ilegal de la tierra propició más violencia y pro-dujo en la ciudadanía una sensación de abandono estatal. De ahí que Suecia apoyara esta recuperación desde antes de la Ley de Víctimas, siendo uno de los pocos países que se preocupó por los territorios que dejaban los desplazados. “Ahora nos apoya con proyectos productivos para que la gente que vuelve a sus tierras se quede en ellas”, asegura Ricardo Sabogal, director de la Unidad de Res-titución de Tierras. “Suecia es muy sensible a los dramas que vive el ser humano, y nos apoya hasta para resolver nuestros conflictos internos. Ha sido una mano bondadosa y comprensiva. Ha mostrado interés en que resolvamos los problemas de manera civilizada”, añade. Los resultados, por supuesto, se ven. Nidia Macea Márquez, campesina de Fredonia (El Carmen de Bolívar), fue desplazada de su territorio en 1995 y recuperó su predio gracias a la Ley de Víctimas. “Ya tenemos ani-males, corrales y cultivos. Además, recibimos acom-pañamiento psicosocial”, comenta. El caso de Luis Sanabria Torres, campesino del corregimiento Caño Negro, también de El Carmen de Bolívar, es similar al de millones de colombianos que, por salvar la vida, dejaron lo que les pertenecía. “En 2004 nos entregaron el predio que abandona-mos cuando nos desplazaron. Nos dieron recursos para comprar ganado y tener un corral. Comenza-mos con nueve animales y ya tenemos trece. Ahora ya procesamos queso”, sostiene. Pero ayudar no es tan fácil, pues no se tra-ta solo de enviar recursos. Suecia ha sido cau- Desde 2004, Suecia, con ayuda de las Naciones Unidas, ha destinado cerca de 40 millones de dólares para fortalecer organizaciones de víctimas y de reconciliación.  Diana Castillo vive en La Secreta (Ciénaga, Magdalena).  Nidia Macea Márquez, de Fredonia (El Carmen de Bolívar).


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