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Elkin
Robinson

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Foto: Cortesía Elkin Robinson

A creole vibration

Suena a reggae, el calipso, el mentó, el soul y el zouk. En 2016 realizó su primera gira internacional y estuvo presente en festivales de países como Alemania, Canadá y Jamaica.

Más que músico, Elkin Robinson siempre ha sido escritor. Escribía historias, le gustaba componer poemas o lo que le saliera, pero su abuela era pianista, y su padre guitarrista, por lo cual los sonidos también lo rodearon. Cuando se iba la luz, y la luna y las estrellas se encargaban de iluminar la isla de Providencia, se reunía con su familia a cantar y a danzar. Y cuando se ganó su primera guitarra en un evento, su padre decidió enseñarle a interpretarla.

Lo que antes eran solo letras se volvieron canciones. Y así empezó su proceso. Un camino largo para buscar esa base donde la música fuera humana, lejos de un algoritmo que programe sonidos. en esa búsqueda pasó por el bajo y también tocó los teclados en varias agrupaciones. “Digamos que ahí supe que me iba a dedicar a eso. Uno no escoge la música, la música lo escoge a uno”, dice el isleño, con su acento caribe marcado y una que otra palabra en creole que se le escapa

Elkin entra a una casa, y si oye una guitarra tiene que tocarla. No puede pasar un segundo sin hacerlo pues no tiene la paciencia: necesita música. “Mi padre me daba una clase a la semana pero yo no tenía paciencia para esperar todo eso, cuando yo volvía ya sabía un montón de acordes”, recuerda. Tenía esa hambre de aprender. Y repitiendo muchísimas veces hizo de la guitarra una disciplina. Como el pescador que sale en las mañanas al mar a trabaja

En la isla la música no requiere ni nace de ser virtuoso, obedece a una necesidad de comunicación e integración, como el tambor en África. Por eso cuando suena Sun a Shine (2017), quien lo escucha podrá sentirse viajando en una pequeña moto por un camino despejado en medio de San Andrés o Providencia. Puede sentir que está en una fiesta donde caben el raizal, el negro y el turista, y todos bailan en la playa de Fisherman Place, alrededor de pequeñas lanchas que el mar ya ha jubilado.

En Providencia la electricidad llegó muy tarde, en los años setenta. Pero dos casas tenían luz solo por la noche. “Yo nací en 1983 y cuando era pequeño la luz se ‘seccionaba’. Entonces en mi barrio había luz un día y al siguiente le tocaba a otro. Así pasaba uno cinco días sin luz. No crecí con televisión”. Creció con su abuela, sus tíos y padres. De noche su padre reunía a toda la familia y cantaban coros luteranos y religiosos, porque la mayoría de los músicos de la isla empiezan en la iglesia. Parecido a lo que pasa en Estados Unidos con la música góspel. “Esa anécdota es importante para mí, porque en la música te encuentras con muchas cosas, con egos, y cosas negativas. Entonces esos recuerdos me parecen especiales y me recuerdan que lo más importante es la música”.

Para Elkin la música también es una excusa para compartir, y mucho más en Providencia. Cuando era joven y vivía en Bogotá, regresaba de vez en cuando a la isla y llegaba con un jean y una camisa nueva. Luego su padre le dice: “Cámbiate que vamos a ir a pescar”, palabras que le recordaban la importancia de volver a lo básico.

“Y cuando oigo a Bob Marley, esos coros luteranos en la iglesia, todo eso que escuchaba en la niñez está ahí”.

Elkin quiere demostrarle a la gente que esto que se hizo en Providencia une al país. Por eso cantan en inglés y en creole, no en español, para mostrar la diversidad que existe. “Mai laif tats no mai laif if yu no dé wid mi”, un proverbio creole que significa “mi vida no es mi vida si tú no estás en ella”.

“Yo digo que Bogotá es una esponja, y es algo bueno porque en cada país se necesita una ciudad que sea la esponja. Sin eso lo demás deja de funcionar. La esponja absorbe un poco de esto y lo acerca a todo el mundo”, dice el músico.

Cuando se le pregunta por el centralismo cultural dice que lo percibe en algunos aspectos, pero no en el musical. Y afirma que aunque en Bogotá no exista un lazo cultural fuerte como en el Pacífico o en la costa, en la gran ciudad se ha sentido bienvenido y los bogotanos se han apropiado de diferentes géneros. Y luego, Elkin se va a su cuarto a tocar la guitarra…