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Totó la
Momposina

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Foto: Guillermo Torres

“Esta es mi historia, esta eres tú”

Sonia Bazanta Vides lleva más de 60 años como embajadora del folclor caribeño. En su voz tiene el talante y la belleza de su tierra.

Totó sale al escenario entre los sonidos agudos de las gaitas y un ritmo lento marcado por los tambores. Sus músicos la reciben con devoción frente al público, no dejan de mirarla y están atentos para seguirla. Ella camina despacio y se para en el centro, con las luces sobre su cabeza, en medio de la ovación de los asistentes. Respira y de pronto alza su voz en una tonada caribeña. La interpretación, desde el principio, tiene una fuerza especial: sostiene notas largas que se apoyan en los acordes de los instrumentos y su registro se pasea por la escala musical sin ninguna complicación. Con su acento costeño, un timbre cálido de voz, y la letra de sus canciones, le da vida a la tradición de un pueblo:

Eres tú, rincón de amor, bella región,
esta es mi historia, esta eres tú.

Canta Soledad, la cumbia que interpretó en la ceremonia de entrega del premio Nobel, en Estocolmo, cuando corría el año 1982. En ese momento acompañaba a Gabriel García Márquez para mostrarle al mundo con sus canciones, que el Realismo Mágico estaba lejos de ser una invención.

La cantadora nació en 1940, en el municipio de Talaigua Nuevo, Bolívar, en la isla de Mompox, a unos 250 kilómetros de la ciudad de Cartagena. Es hija de una dinastía musical, aprendió a cantar y a bailar desde pequeña por las enseñanzas de su madre, que era bailarina y su padre, que tocaba percusión. Los unía, además de la sangre, el amor por contar su tierra desde la música, más aún cuando unos años después la situación de violencia del país los obligó a trasladarse a la capital. Fue allí, en 1964, donde tuvo su primer grupo musical conformado por sus hermanos y sus padres, quienes hasta ese momento habían sido sus maestros.

En su familia siempre le han dicho Totó (ahora, sus nueve nietos también lo hacen). Momposina es el gentilicio de la isla donde proviene. Así, desde los 16 años consolidó su imagen como artista: en los escenarios se viste con faldas amplias para poder bailar y usa colores fuertes que contrastan con su piel morena. Lleva siempre accesorios grandes en la cabeza, flores o turbantes que no sólo adornan su melena negra, sino que aluden a la tradición palenquera y a la figura femenina de la región Caribe.

Estudió Música en el conservatorio de la Universidad Nacional y luego estuvo en La Sorbona (París), y en otras instituciones de Santiago de Cuba y La Habana. Por eso, además de ser una maestra en lo que ella llama “música de identidad”, es también una conocedora de los movimientos culturales que rodean la creación de sus canciones. Más de una vez ha salido a recorrer pueblos alejados del país para descubrir nuevos ritmos, y de esta manera ha logrado que su música combine elementos caribeños, africanos e indígenas. Con los instrumentos que utiliza, las formas de composición y sus letras, defiende la vigencia de géneros como la cumbia, la puya y el mapalé, e insiste en que ahora, más que nunca, es cuando deben interpretarse.

Jaime Abello Banfi, director de la Fundación para el Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), se hizo amigo de la artista hace ya varios años, durante los Carnavales de Barraquilla. Después de compartir afinidades por la tradición caribeña y unos cuantos amigos en común, entablaron una amistad desde la admiración. El periodista le contó a SEMANA sus percepciones sobre la cantadora: “Es una persona con un pensamiento propio a partir de las raíces culturales que tenemos como país. No sólo hace música o investiga, ella se siempre se ha preocupado por la cultura colombiana (…) Totó convoca a todos los ciudadanos y a la gente joven de una manera increíble. Nos demuestra que tenemos un patrimonio musical que no está sujeto a la temporalidad de la moda”.

Por su voz pasan canciones como Aguacero de Mayo, El Piano de Dolores, El Pescador, La Candela Viva y Prende la Vela. La energía de su puesta en escena se incrementa con los aplausos y las voces del público. Los espectadores se contagian de su vigor y corean sus cantos ya sea en Barranquilla o en alguna ciudad de Europa. Su música cuenta las historias de una región; le pone ritmo y armonía a una cultura que se enriquece con las tradiciones de su gente: la pesca, la danza, las creencias y las relaciones humanas, se convierten en inspiración para sus interpretaciones. Es el caso de Yo me llamo cumbia, canción escrita por el autor Mario Gareña, que los colombianos reconocen dentro del repertorio de la Momposina:

Llevo en la garganta una fina flauta que Dios me dio
canuto de millo, olor de tabaco, aguardiente y ron,
cojo mi mochila, enciendo la vela y repica el son,
y enredo en la luna con las estrellas toda mi voz.

Abello reconoce que “la cultura, desde sus nuevas formas, también nos da un sentido; no nos limita sino que está dentro de nuestros afectos y nuestra genética emocional. Por eso, si hay una cosa en la que somos ricos como país, es en la diversidad de nuestra cultura popular, muy marcada por lo regional, pero que todos sentimos como propia”. A propósito, Totó no se niega a integrar sus canciones con formatos distintos o más modernos. De esta manera logra impactar a públicos más jóvenes y enseñar su música a las nuevas generaciones. Ha cantado, entre otros, con Carlos Vives y Calle 13, y asegura que estas nuevas formas se pueden adaptar a las músicas tradicionales, siempre y cuando no pierdan cada una su esencia.

La obra de Totó la Momposina cuenta a Colombia en detalle. Su figura se ha convertido en un ícono de patriotismo y en un sello de calidad para la música colombiana en el exterior. El legado que imparte es el de la música como forma de expresión, que no sólo mueve los sentidos y provoca a quienes la escuchan, sino que carga con la historia de una región que le muestra sus maravillas al mundo.