Zaragoza: Cosechando caucho y años de persistencia

En el Bajo Cauca antioqueño, pocos se atreven a hablar del largo plazo. Sin embargo, en una región desangrada por la minería, donde la mayoría piensa en el dinero rápido, cientos de familias que sembraron caucho cosechan hoy los beneficios de años de perseverancia y trabajo.

Enrique Almanza y su familia hacen parte de este grupo de personas que decidió apostarle a un cultivo que además de inversión requería de años de paciencia para dar frutos. Hace cerca de 12 años, motivados por los programas de apoyo que ofrecían distintas entidades y oficinas gubernamentales en Zaragoza, Enrique y su hermano empezaron a capacitarse sobre el cultivo y trabajaron hasta lograr la siembra.

“Lo más difícil fue empezar, porque no sabíamos del tema. Sin embargo salimos adelante, hicimos lo imposible y gracias a Dios se logró el objetivo”, dice orgulloso Enrique, quien cada dos días raya junto a su familia las cuatro hectáreas y media de caucho que les sirven de sustento.

Mucho antes de que el caucho llegara a la vida de Enrique ya era parte de la de Antolina Mendoza, quien por curiosidad conoció del cultivo y los incentivos que en su momento ofrecían para su siembra. Aún indecisa, comenzó por motivar y ayudar a sus hermanos a iniciar el proceso.

La fuerza que tuvo el caucho en la región fue tal que Antolina y varios productores más decidieron crear una asociación que le diera más impulso a sus esfuerzos y les ayudara a acceder a subsidios, incentivos y capacitaciones.

“Hemos crecido integralmente”, asegura Antolina, quien hasta hace poco era la representante legal de Asoprocaza, la asociación de caucheros que ayudó a crear para los productores de Zaragoza.

De tanto acompañar a las reuniones a su padre, también productor de caucho desde el año 2000, Iván Pérez terminó interesándose por fortalecer la voz de los productores de la región y mejorar sus condiciones. Hoy, convertido en representante legal de Asoprocaza, recuerda con voz entrecortada cómo por allá en el 2009, al tiempo que ellos buscaban convertirse en una asociación legalmente constituida, los paramilitares hacían más clara su presencia en la región y posaban su mira en ellos.

Por esos años Iván acompañaba a Jorge Gamaliel, líder de los caucheros de la región, a quien los paramilitares le cegaron la vida, según dicen, por no poder contener la rabia de encontrar asesinada a su sobrina. “Algunos perdieron la vida, otros tuvieron que irse”, menciona Iván mientras recuerda cómo los violentos amenazaron a varios miembros de la Asociación para que dejaran de reunirse. “Pensaban que nosotros estábamos era tratando de montar otra cosa”, supone.

El hermano de Enrique, quien en la mañana vendía leche en el casco urbano y en la tarde se dedicaba a su cultivo de caucho, también fue alcanzado por la sevicia de los paramilitares, quienes lo asesinaron el mismo día en el que recibiría la visita de varios jóvenes de la Asociación.

Pese a las dificultades y las huellas de la guerra, los productores de caucho lograron reponerse y fortalecerse. Hoy, las once asociaciones de caucheros del norte de Antioquia y el sur de Córdoba se agremian en Eveancor, una asociación de segundo nivel presidida por María Beatriz García, una profesional en mecánica dental quien por curiosidad y herencia de su madre llegó al caucho y a la presidencia de Ascavia, asociación de caucheros de Vijagual.

Eveancor agremia a más de 1.200 familias, con cerca de 4.000 hectáreas de caucho sembrado, y ha acompañado a tal punto el fortalecimiento del proceso productivo que planea construir una planta de centrifugado en la vereda Santo Domingo, que además de ser de los productores les permita competir en un mercado nacional donde la mayoría de estas plantas son privadas y el 90% del caucho es importado.

Para Enrique, ha sido de vital importancia contar con el apoyo de las asociaciones, pero aún restan varias dificultades que resolver para que el caucho le cambie la cara a la región. Actualmente, grandes terratenientes y empresas mineras le han apostado al caucho, pero concentran grandes extensiones de tierra a las que no tienen acceso los campesinos. Además, según asegura Enrique, hay varias personas interesadas en el cultivo, pero ya son menores los incentivos para una siembra que exige una inversión cercana a los siete millones de pesos por hectárea. “Ojalá las entidades tengan en cuenta que hay muchas familias que quieren seguir implementando el cultivo del caucho”, dice.

Por su parte, María Beatriz asegura que entre las principales problemáticas de los caucheros está la legalización de tierras, ya que muchos cultivan en terrenos en usufructo o temen estar trabajando en un lugar que mañana les pueda ser arrebatado. Además, sostiene que no hay proyectos que les den beneficios a los cultivadores para adquirir los terrenos. “Las tierras cuestan 500 millones y nosotros en este momento, que hasta ahora está comenzando la comercialización, nos queda muy pesado comprar esas tierras, aunque el dueño quiere vendérnoslas”, dice.

Las vías son además otro dolor de cabeza para los campesinos de la región. “La gente quiere sacar su producto y también quiere tener rentabilidad de su negocio, pero si la rentabilidad se va en el transporte, pues no tiene sentido (…) Se muestra una Colombia que es fuerte en el agro, pero no están las condiciones dadas para que ese agro sea realmente exitoso”, sostiene María Beatriz.

Según Enrique, nunca es tarde para iniciar en el cultivo de caucho y casos como el suyo sirven de ejemplo para quienes temen hacer una inversión que dé sus frutos en varios años. El reto sigue siendo cambiar la mentalidad de una región acostumbrada a la inmediatez del oro.