La empresa se enfoca en crear entornos más que en solo construir espacios; por eso, trabaja en macroproyectos cuya planeación genere valor para las comunidades y el país.
Llegar a la cima en 25 años de actividad requiere pensar a largo plazo. Amarilo es una empresa joven, en constante crecimiento, y sus resultados marcan un camino promisorio para la construcción en Colombia. En esto radica su aporte. Por eso, sus proyectos pequeños, medianos y macro, en ciudades grandes e intermedias, parten de criterios como la calidad, la transparencia y el cumplimiento responsable. Su manera de hacer las cosas apunta a generar entornos más que a crear solo espacios, una óptica que repercute en cómo se construye y cómo se planea una ciudad y un país.
Esta filosofía proviene de Roberto Moreno, su presidente y fundador, quien se educó en medio de constantes vaivenes entre Colombia y Estados Unidos. Nació en Filadelfia, creció en Colombia, pero con su familia regresó al país del norte en 1971, cuando tenía 15 años, a terminar su bachillerato y su carrera. Pero Moreno nunca renunció a su sueño de regresar y volvió apenas pudo para aplicar lo aprendido en el sector de la construcción. La realidad lo golpeó fuertemente a comienzos de los ochenta, cuando estalló una crisis en ese sector que lo llevó a replantear su futuro. Optó por volver a Estados Unidos, pues el sector de finca raíz florecía; entre 1982 y 1993 trabajó en corretaje y en su pequeña empresa de construcción. Hasta que, con la llegada del gobierno de César Gaviria y la apertura económica, vio una oportunidad.
De ese modo, en 1993 Moreno fundó Amarilo junto con Enrique y Hernando Mazuera Arango, sobrinos del reconocido constructor y exalcalde de Bogotá Fernando Mazuera Villegas. En un principio se propuso replicar las lecciones aprendidas en el exterior, por lo cual la empresa se dedicó a estructurar, gerenciar y vender proyectos. Sin embargo, ocho años después ampliaron su foco de acción al sumar la construcción y la venta, con lo que consolidaron una integración totalmente vertical.
Como asegura Moreno, Amarilo no es el único en el sector que aplica este modelo. Entonces, ¿qué los separa de la competencia? Básicamente abordar los proyectos desde una óptica integral y pensando en formar comunidad.
El directivo explica que como en el sector no hay barreras de entrada, se debe diferenciar bien entre gente que está en el negocio de la construcción solo haciendo obras puntuales y aquellas empresas desarrolladoras de proyectos, como se visualiza en Amarilo.
Entender bien su entorno y comprender las necesidades de los clientes, los inversionistas, los accionistas y los dueños de la tierra son temas primordiales para esta compañía y en esto se destacan. Para lograrlo, se preocupan porque a todos les vaya bien en el negocio, dice Moreno.
Un valor esencial que cuida la constructora es la calidad tanto en los procesos como en la atención y producto final. En un país donde mucha gente a veces toma a la ligera los tiempos de entrega, Moreno asegura que Amarilo cumple los plazos y costos pactados. El resultado, dice, son mejores proyectos y con mayor rentabilidad.
Llegar a ese punto requería una visión integral y más ambiciosa, que aplicó desde su primer proyecto en Ciudad Tunal, cuando Amarilo compró 2 terrenos grandes al antiguo BCH para construir 900 apartamentos.
También desde hace 10 años, la empresa se enfocó en hacer ciudades dentro de las ciudades y así nació Ciudad Verde, el macroproyecto más grande que se construye en el país, que proyecta 50.600 viviendas, ha vendido 40.800 y ha entregado 33.000.
Moreno confiesa que cuando se acerca al proyecto, entra en contacto con quienes ya lo disfrutan y ve cómo les cambió la vida. No es un dato menor que los habitantes de Soacha cuenten en promedio con 0,5 metros cuadrados de espacio público, mientras que en Ciudad Verde cuentan con 12. "A mí me emociona mucho, es un cambio para que la gente mejore su calidad de vida y ahí creo que está la paz del país, en las oportunidades".
El proyecto cuenta con dos centros comerciales ya abiertos, otro en construcción y el más grande pendiente por empezar obra. Tres colegios ya operan, dos más están en construcción y contará con cinco más por medio de alianzas público-privadas. También funciona el Centro de Desarrollo Infantil (CDI) más grande del país, para 740 niños, y el gobierno de Japón donó, por gestión de Amarilo, lo necesario para abrir una biblioteca. La estación de Policía para 50 hombres está en funcionamiento, y Amarilo donó las cámaras de monitoreo. El modelo no solo opera en Bogotá. También en ciudades como Barranquilla con el proyecto Alameda del Río, de 24.000 viviendas, donde también se construirá la sede de la selección colombiana de fútbol.
No todo es positivo. La visión de largo plazo de Amarilo suele chocar con la incomprensión de los funcionarios que no la tienen. Para Moreno, se trata de la parte más frustrante del proceso, que lo ha llevado a poner en pausa varios proyectos antes que "tomar el camino corto". También, a nivel interno, la firma genera empleo, pero la mayor parte de su fuerza laboral es temporal, y hay muchos factores por robustecer en términos de equidad. Hay mucho campo para crecer y mejorar, sobre todo si se considera que 74 por ciento de los colombianos viven en ciudades de más de 100.000 habitantes y el reto en construcción es enorme en los años por venir. Camacol proyecta que, en 2030, Colombia pasará de 41 a 69 ciudades de más de 100.000 habitantes.
Pero hay una hoja de ruta y una premisa: la vivienda de interés prioritario debe tener altos estándares en estética, comodidad y, en general, de calidad. La Universidad de Harvard ha invitado a Moreno cinco años seguidos a mostrar Ciudad Verde a sus estudiantes de posgrado en diseño urbanístico, así como las Universidades de Miami y Columbia, que lo consideran un modelo de gestión que genera bienestar para muchos. Moreno aprendió en el extranjero. pero ahora imparte sus propias lecciones.