La Corporación Colombia Internacional ha logrado que más de 575.000 pequeños productores agrícolas, entre ellos víctimas del conflicto armado, tengan empresas sostenibles y rentables. Así lo lograron.
Mucho se ha hablado del potencial agrícola de Colombia para convertirse en la despensa alimenticia del mundo, pero todavía falta mucho para que esto sea realidad. La concentración de la tierra, la falta de tecnología, la baja productividad agrícola e incluso las malas prácticas en el uso de suelos se han convertido en talanqueras.
Aunque Colombia tiene grandes extensiones de tierra donde crecería casi cualquier cultivo, todavía importa alimentos. Solo el año pasado llegaron más de 12,4 millones de toneladas, y de más de 26 millones de hectáreas cultivables se usan tan solo 7 millones.
Por eso, la Corporación Colombia Internacional (CCI) dirige sus esfuerzos para que el país se convierta en esa despensa para el mundo, y para que vivir de la agricultura pueda ser una opción real para los campesinos. Y de paso, que lo hagan de manera sostenible.
El mayor aporte de esta compañía a Colombia es el desarrollo de un modelo de negocio innovador, basado en la metodología aprender-haciendo, que ha beneficiado a más de 575.000 pequeños productores entre los que se encuentran víctimas del conflicto, exguerrilleros, desplazados, indígenas, comunidades afrodescendientes, mujeres y jóvenes campesinos de varios lugares del país.
A partir de los Modelos Agroempresariales Competitivos y Sostenibles (MACS), los cultivadores del campo logran un acompañamiento integral, desarrollo técnico productivo, socioempresarial, financiero y comercial de proyectos productivos con mercados seguros.
Además, para mitigar el impacto que provocan las labores del campo, la CCI promueve las buenas prácticas agrícolas, y por medio de la capacitación a las comunidades impulsa iniciativas para reducir o eliminar el impacto ambiental que generan estos procesos productivos.
Aunque la corporación existe hace 25 años como una iniciativa público-privada para apoyar al sector agropecuario, la idea de enfocarla en los pequeños productores surgió hace 14 años cuando Adriana Senior Mojica llegó a la presidencia de la empresa. Le propusieron en ese entonces copiar el modelo chileno. Se trataba de aplicar en Colombia un negocio que consistía en ofrecer toda la plataforma tecnológica y acompañamiento a los grandes productores agrícolas para que pudieran ser sostenibles y competitivos.
Después de ir al país austral, entendió que ese modelo no se podría replicar en Colombia porque aquí los grandes productores ya tienen toda la infraestructura para hacer sostenible su negocio. "Ese modelo era para hacer ricos a los más ricos. Yo me pregunté, ‘¿y por qué no pensar en los chiquitos, en los que realmente no saben cómo?'".
En 2004 empezaron a montar los proyectos y en 2006 ya estaban andando. Sustituir productos importados por los locales se convirtió en una de las principales banderas de la CCI. La idea era lograr que las empresas que importan productos primarios para hacer unos más elaborados utilizaran materia prima nacional.
Para ejecutar cada proyecto antes es necesario encontrar un contratista que asegure que los productos de estos campesinos tengan un cliente fijo. Por varios años, uno de los principales clientes de la CCI ha sido el gobierno nacional, pero en 2016 la compañía tuvo que abrirse a las empresas privadas por una crisis financiera que tuvieron. Pero esto los llevó a ampliar el mercado y el abanico de opciones.
Uno de los casos más exitosos es el trabajo que hicieron con pequeños productores de yuca. Una multinacional importaba grandes cantidades de este producto mientras los yuqueros del país estaban quebrados por la falta de demanda. CCI logró que esta empresa le diera dinero para hacer proyectos con los agricultores del país y todos ganaron. Para la compañía que compraba era más barato obtener la yuca producida en Colombia, y los productores locales lograron la calidad de sus productos y la rentabilidad de su negocio. Y si a ambos les iba bien, a la CCI también.
Fue tal el resultado que el Ministerio de Agricultura le dio el premio de innovación a la CCI por su modelo de negocio. Incluso Global Gap, un organismo privado que certifica buenas prácticas agrícolas en más de 120 países, la eligió como representante para llevar la imagen de la organización en el país. Ahora, además de capacitar a los pequeños productores, les enseñan cómo aplicar las exigencias de Global Gap y así certificarse. Esto, a su vez, abre la puerta a los agricultores para vender en el exterior.
Los funcionarios de la CCI acompañan a cada familia productora durante tres años en los que prácticamente viven con los agricultores para enseñarles cómo hacer sostenible su empresa. La tarea va desde proporcionarles las semillas adecuadas, los abonos, insecticidas, indumentaria (uniformes y mascarillas), maquinaria, tecnología hasta mostrarles nuevas formas de sembrar y cosechar para mejorar su producto y obtener certificación en buenas prácticas. Así lograron que familias que ganaban unos 400.000 pesos mensuales terminaran con negocios que superan los 4 millones de pesos, por ejemplo.
También crearon un software para que los campesinos puedan controlar su trabajo y así medir cuánto gastan, qué tareas tienen que cumplir y cuánto cosechan por hectárea, entre otras cosas. Esto hace que mejore su productividad y puedan tener sus documentos en orden.
Aunque una de las variables que hace sobresalir a esta empresa es su dimensión económica y la forma de sortear la crisis financiera que atraviesa el país, la presidenta considera que aún tienen que mejorar en este sentido. Lo ideal sería que pudieran tener un fondo monetario para desarrollar proyectos que ya tienen identificados, sin depender de otras empresas.
Además, tienen entre sus grandes objetivos lograr que estos pequeños productores se conviertan también en exportadores. "Nosotros nos creemos el cuento de que podemos sembrar a Colombia para el mundo", concluyó Adriana Senior.