Durante 50 años ha educado a los colombianos en uno de los temas más íntimos: sus derechos sexuales y reproductivos.
Otro sería el país si no fuera por el trabajo de Profamilia durante los últimos 50 años. Los expertos calculan que si el ginecólogo Fernando Tamayo no hubiera fundado esta entidad en 1965, probablemente hoy Colombia no tendría 50 millones de habitantes, sino casi el doble: 80 millones. En el lapso corrido desde entonces, el país pasó de tener 7 hijos en promedio por mujer a solo 2,1, lo que constituye un enorme aporte de esta entidad a su desarrollo.
Esa cifra simboliza el progreso, pues la evidencia muestra que invertir en los derechos sexuales y reproductivos está asociado al bienestar de un país. Además, a partir de estos derechos se desprenden otros como la igualdad de género o el respeto a las minorías, bastiones de la lucha de Profamilia.
Su propia génesis surgió de un concepto radical de innovación porque implicó abrirse paso en un país conservador, en el que la Iglesia católica definía las políticas públicas en materia reproductiva. Pese a que la píldora anticonceptiva ya existía en el mundo desde 1960, era difícil acceder a ella y a otros métodos. "Por eso, él (Tamayo) las traía en su maleta de sus viajes", cuenta Marta Royo, directora de la entidad. En un comienzo, el fundador dedicaba los miércoles en la tarde a recibir consultas médicas de mujeres de escasos recursos, pero cuando comenzaron a formar una fila frente a su consultorio, supo que había que hacer algo al respecto.
Tamayo no solo innovó al fundar esta asociación sin ánimo de lucro y al recorrer el país para llevar métodos de anticoncepción. También resultaba revolucionario que un hombre les inculcara a las señoras el derecho a decidir sobre su cuerpo y a ejercer sus derechos sexuales y reproductivos. Esto no significaba que no tuvieran hijos, sino que decidieran libremente cuántos y en qué momento los querían.
Actualmente Profamilia, una IPS que trabaja de la mano con el Estado y otros grupos de interés, sigue innovando. La organización ha establecido comités para facilitar el surgimiento de ideas o discutir cómo hacer mejor su trabajo. Un ejemplo es su programa con discapacitados, quienes hace unos años estaban cobijados bajo una misma ley, sin importar si tuvieran un problema auditivo, motor, psicomotor o de parálisis.
Sin diferencias por grupo, la norma atribuía a los padres, o quien tuviera la patria potestad, el derecho a decidir sobre la sexualidad y reproducción de esas personas. Pero no es lo mismo un síndrome de Down, que puede inhibir las facultades para decidir sobre su vida sexual, con una persona víctima de sordera. El proceso innovador consistió en llamar a cada uno de estos grupos y determinar sus necesidades. A partir de ese conocimiento, Profamilia gestionó el cambio de la ley y construyó una ruta de atención especializada. Hoy es la primera IPS en atenderlos bajo este modelo.
La organización busca también innovar con nuevas tecnologías. El año pasado trajo al país un medicamento para interrumpir el embarazo de manera eficiente y con menos dolor. "También innovamos al analizar las leyes; aunque Colombia es fuerte en ese aspecto, podemos mejorar", dice Royo. La investigación es una fuente de nuevas ideas y, en ese aspecto, Profamilia ha sido líder con la Encuesta Nacional de Demografía y Salud (ENDS) del Ministerio de Salud, que cuenta con el apoyo técnico de esta empresa. La ENDS provee datos confiables para poner el foco en problemas relevantes y diseñar políticas públicas para atacarlos.
También realiza investigaciones internas para mejorar su servicio. Este autoanálisis es vital para la coherencia entre lo que la entidad le entrega al país y lo que refleja hacia adentro. "Lo que hacemos hacia afuera debe extenderse a las personas que trabajamos en la organización", explica la funcionaria, quien ocupa el cargo desde hace seis años.
En una de las primeras iniciativas de su gestión creó el modelo de liderazgo de la institución para aplicar allí su filosofía. Esto se tradujo en una serie de políticas inclusivas, de no discriminación y dignidad y en una escuela de liderazgo. "Desde el gerente hasta el portero tienen la misma orientación hacia el servicio".
Aunque no tiene ánimo de lucro, Profamilia no vive de la caridad ni de donaciones, sino de sus propios recursos. Este modelo cambió a partir de 2012 cuando el programa AID del gobierno de Estados Unidos, que financió el proyecto desde el comienzo, dejó de apoyarla. La entidad tuvo que dar un giro para volverse sostenible sin perder de vista su misión. Eso implicó adoptar prácticas empresariales, desarrollar líneas para obtener fuentes de ingreso, hacer análisis de mercado y diseñar estrategias gerenciales. Así mismo, se estableció un proceso de contratación transparente y un sistema de contabilidad impecable "para que la entidad nunca entre en riesgo de cerrar", dice su directora.
Hoy ha logrado posicionarse como una empresa social que impacta con sus proyectos. Quedan muchos retos por delante. Uno apremiante: disminuir el embarazo adolescente, que en promedio bajó de 19,4 a 17,4 en los últimos cinco años. Pero cuando se ve por regiones, Royo se aterra porque es como si Colombia quedara en el África subsahariana. "En Vaupés se ven niñas que tienen niños, lo que refleja las desigualdades de Colombia, algo que no debería pasar en un país con un sistema de salud universal".