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REINO UNIDO ESPANIOL

XXXXXXXX NUNCA IRRELEVANTE Una profesora que estudió a Shakespeare en Oxford y que ha enseñado en varios colegios del mundo cuenta cómo logra que sus alumnos se enamoren del autor en pleno siglo XXI. obras y sonetos, antes de siquiera haberlos leído, que empecé a desconfiar de la tendencia. Mi impresión, arrogante y cínica, era que los autores de libros que vuelan de las librerías tienden a ser mejores para el marketing y para complacer audiencias que para el ejer-cicio de escribir, como Dan Brown o Stephanie Meyer. Como Shakespeare era un escritor tan famoso, asumí que era un tipo de hacker que había robado material de otros y había jugado con la mezquindad de su público para convertirse en una sensación moderna. En parte, yo tenía razón. Shakespeare no era tan original, no hay una sola obra donde no podamos identificar algún tipo de material de otras fuentes. Llenaba sus escenas de chistes picantes, peleas salpi-cadas de sangre y referencias a eventos contemporá-neos para lograr tener una pequeña risa o un gran aplauso de su audiencia. Incluso jugó con prejuicios locales y reescribió figuras históricas como caricatu-ras con rasgos exagerados. Aun así, desde el primer acercamiento que tuve con su lenguaje, debo admitir que él no solo era bueno para contar historias, con un sentido del incremento de la acción y el manejo del tiempo nacidos en el tea-tro, sino que era un artista realmente elocuente. Sus ritmos y sonidos, su delicadeza para escoger palabras y sus metáforas perfectas me impactaron, como lo hace el arte verdadero. A través de Shakespeare pude apreciar que la creación, y no el contenido, es el factor definitivo de la buena escritura: que no es solo lo que se dice, sino cómo se dice. He sido profesora de inglés por casi ocho años. He enseñado en colegios públicos y priva-dos en tres países diferentes. Durante este tiempo, nunca he omitido a Shakespeare en mi programa de estudios, incluso cuan-do dictaba clases en primaria. El Bardo de Avon se ha integrado culturalmente de tal manera que ya ni tenemos que usar su nombre para hacer referencia a él, y sería una verdadera negligencia permitir que los niños ignoren su trabajo. De he-cho, sería imposible. Shakespeare aparece en todas partes, desde la publicidad hasta en los juguetes, de Hollywood a Bollywood. Incluso, está en Netflix con el evidente pare-cido de Claire Underwood de House of Cards con Lady MacBeth, o con Moriarty, el Yago de Sherlock. Clara-mente es como Ben Jonson lo describió: “No pertenece a una edad, es atemporal”. Lo curioso es que inicial-mente yo no quería que-rerlo. Cuando era estu-diante oí tanto sobre su DANIELLE CATHERINE COSTA Profesora de inglés con maestría en Early Modern English en la Universidad de Oxford. 110 EN MAYO DE 2015, SEGÚN LA BBC, quedaban en todo el Reino Unido 9.400 cabinas telefónicas rojas. Algunas de las que ya no se usan se venden en el mercado por valores que van desde 3.000 hasta 15.000 dólares. En 2002 había 92.00 teléfonos públicos en el Reino Unido y en 2015 quedaban 57.500. Reino Unido FOTO: 123RF


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