Page 121

REINO UNIDO ESPANIOL

Grandes representantes del ‘rock’ británico: The Beatles, Queen, The Rolling Stones y Radiohead (abajo). 121 fue adornar ese sonido con armonías y cadencias que le pertene-cían a su tradición cancionera. Y lo que hicieron los musicólogos que venían detrás fue recibir esa propuesta con la seriedad suficien-te para asegurar su permanencia. La tradición de la canción inglesa se puede rastrear hasta figu-ras como John Dowland. Nacido en Londres en 1563, Dowland es posiblemente el primer compositor pop, siglos antes de que se in-ventara el término. Sus composiciones no suelen durar más de cuatro minutos y están fundamentadas en dos grandes columnas: un manejo virtuoso del laúd, ante-pasado de la guitarra, y un gusto exquisito a la hora de escribir letras. Una de sus canciones, Come again, utiliza una escala ascendente a medida que va enumerando va-rios verbos amorosos: “Verte, oírte, tocarte, besarte, desfa-llecer”. Parece adelantarse a lo que hizo Elton John en canciones como Tiny Dancer de 1971, que va creciendo hasta estallar en el coro: “abrázame fuerte, cuenta las luces, recuéstame”. El recurso es el mismo. La obra de Dowland, sin embargo, fue apropiada “La rivalidad entre los Beatles y los Rolling Stones era real, pero también lo era que se respetaban mutuamente”. por los cultores de la música clásica. Durante años se escuchó y vendió discos en voces de grandes tenores. Esto lo convirtió en un autor más sofisticado de lo que en realidad fue. Solo en el año 2006, un experimento le devolvió su naturaleza artesana. El responsable fue el cantante Sting, quien decidió gra-bar estas piezas sin las afectaciones del recital clásico, más bien como lo haría en cualquiera de sus discos. El álbum resultante, Songs from the Labyrinth, nos abrió los oídos a muchos acerca de la innecesaria división entre lo popular y lo culto. Una crítica de esa época concluía que a Dowland “no hay que interpretarlo como música antigua sino como música, punto”. La crítica en Inglaterra ha estado también para señalar cuándo el trabajo de un músico, o de una banda, se acercan a la genialidad. En ocasiones podía ser contraproducente. Al grupo Badfinger le pusieron un peso demasiado grande sobre sus hombros cuando, a mediados de los setenta, una revista especializada comentó: “Esto es lo que estarían haciendo los Beatles si siguieran juntos”. No lo sopor-taron. Se separaron al poco tiempo. Quizá los críticos estaban a la búsqueda de una nueva tenden-cia artística porque, una vez separados los Beatles, ya no podían compararlos con sus grandes adver-sarios, los Rolling Stones. “La rivalidad entre ambos grupos era real, pero también lo era que se respetaban mutuamente”, ha anotado el historiador John Mc- Millian, autor del libro Beatles vs. Stones. Los pri-meros se retiraron en un momento de excelencia y eso les garantizó pa-sar a la historia. Los Stones le apostaron a la continuidad y siguen de gira. Hay que agrade-cer por toda una agi-tación cultural que se creó alrededor del rock, permitiéndole crecer hasta extre-mos que la industria nunca imaginó. El fenómeno del álbum conceptual, entendido como un disco en el que to-das las canciones están interconectadas y cuentan una historia (o desarrollan una misma idea desde varios ángulos), es una invención inglesa. Se dice que el primero fue el Sgt. Peppers de los Beatles, en que una banda imaginaria ofrece un concierto, con todo y aplausos falsos. Luego vinieron ejercicios más arriesgados y complejos. Tommy, grabado por el grupo The Who en 1969, tenía una estructura de ópera y mostraba el mundo a través de los ojos de un niño autista. Incluso un par de álbumes del grupo Queen publicados en años consecutivos, A Night at the Opera y A Day at the Races, se presentaban como dos caras de una moneda con carátulas que apenas diferían en los colores: la noche era blan-ca, el día negro. Y a pesar de ser álbumes menos FOTO: RICK DIAMOND/GETTY Cultura


REINO UNIDO ESPANIOL
To see the actual publication please follow the link above