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REINO UNIDO ESPANIOL

FOTO: ALBERT MILLICAN ; ILUSTRADO POR GUSTAVE GUGGENHEIM- COLECCIÓN DE ARTE DEL BANCO DE LA REPÚBLICA. 22 Sus ilusiones no duraron: la Nueva Granada resultó ser un mercado mucho menos rico que lo esperado y produjo poco que interesara al resto del mun-do. Los productos ingleses, en su mayor parte textiles, man-tuvieron su predominio en las importaciones del país hasta la Primera Guerra Mundial, pero ese comercio no necesitaba la presencia de ingleses en el país: su manejo quedaba en gran par-te en manos colombianas. Nunca hubo una gran in-migración de ingleses, nunca su número fue suficiente para formar una colonia dentro de la sociedad. Los emigrantes británicos e irlandeses, y fueron muchos en el siglo XIX, se fueron a otras partes –Estados Unidos, Canadá, Australia, y en la América antes española, principalmente a Argentina–. Colombia no necesitaba, ni atraía, mano de obra ex-tranjera. A Colombia vinieron y queda-ron individuos, y algunos distinguidos: el doctor Cheyne, Guillermo Wills, los inge-nieros Moore y White, de regreso como  Albert Millican retrató en su libro ‘Travels and Adventures of an Orchid Hunter’, publicado en 1891, los paisajes y la gente colombiana de la época. Aquí, el río Lebrija. diplomático O’Leary… pe- ro su número ha sido tan corto que todavía hay cupo en el pequeño cementerio inglés en Bogotá, el más antiguo del país. De los que estuvieron de paso debemos recordar el mara-villoso acuarelista Edward Mark. Y un inglés por adopción, el polonés Jo-seph Conrad, en su ju-ventud de marinero pasó por muy breve tiempo por nuestra costa y escribió en Nostromo la mejor novela sobre esta parte del mundo. En Colombia la influencia inglesa ha sido más grande que la presencia inglesa. Estuvo muy presente, aún predominante, en el libe-ralismo del siglo XIX, desde Bentham hasta John Stuart Mill y Herbert Spencer. Se ve en el pensamiento de Florentino González, traductor de Mill, y Rafael Núñez fue asiduo estudioso de la política y de las instituciones inglesas durante su larga estadía de cónsul allá. Hay también, no obstante su catolicismo, rasgos ingleses en el pensamiento de Miguel Antonio Caro. En años recientes, sin ser espectaculares, hay vínculos importantes: las tradiciones y as-piraciones democráticas del país son profunda-mente respetables a ojos ingleses, y ha habido una solidaridad práctica en su enfrentamiento con las distintas amenazas de las últimas déca-das. Margaret Thatcher ofreció al presidente Virgilio Barco ayuda pronta y eficaz frente al cartel de Medellín. También el gobierno británico agradeció la línea lúcida y firme tomada por el gobierno de Julio César Turbay sobre el conflicto de las islas Falklands: apoyar el re-clamo argentino no implicaba apoyar el recurso a la fuerza. Dos observaciones más: una relativa novedad es la numerosa e indus-triosa colonia de colombianos en Inglaterra, tal vez la más grande de las de la América hispana. Cito un muy alto mando de la Policía Metropolitana, que a una pregunta mía respondió: “Ellos no me molestan a mí, y yo no los molesto a ellos”. Y destacó nuestra mejor inversión: los muchos colombianos que han pasado por nuestras universidades y han regresado a trabajar por el bien de su país. Reino Unido Las aspiraciones democráticas de Colombia son profundamente respetables a ojos ingleses, y ha habido solidaridad práctica en el enfrentamiento de amenazas.


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