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Miembros de los organismos de seguridad armados sacan del Palacio a los sobrevivientes. (Foto: Felipe Caicedo)

DESAPARICIÓN FORZOSA

Morir esperando

María Helena Vera murió esperando en vano que apareciera su hijo, desaparecido durante la toma del Palacio de Justicia.

 

Durante 25 años Enrique Rodríguez y María Helena Vera lucharon para encontrar al menor de sus tres hijos. Él trabajó por señalar a los culpables y esclarecer la verdad, mientras ella le escribía tarjetas en cada ocasión especial para decirle que su familia lo esperaría el tiempo que hiciera falta. El hijo de ambos es Carlos Rodríguez, uno de los 11 desaparecidos del Palacio de Justicia. Administraba la cafetería.

 

Como Carlos no estaba en la lista de los muertos, María Helena pensó que estaría herido o detenido, pero a los tres días de acabar la toma y retoma del Palacio de Justicia (6 y 7 de noviembre de 1985) empezaron a recibir llamadas anónimas que decían que lo tenían en el Cantón Norte, que hicieran algo por él, que estaba muy malherido. “Ese fue el momento en el que entendimos que la cosa podría ser peor”, dice César, hermano de Carlos.

 

Desde ese momento, la mujer nacida en Pamplona (Norte de Santander) en 1920, se convirtió en el bastión de su familia. Mientras su hermano, su padre y su esposa, Cecilia, buscaban a Carlos Rodríguez en cada esquina de Bogotá, María Helena se encargaba de los asuntos en casa y cuidaba a su primera nieta, Alejandra, que había nacido un mes antes de la desaparición de su padre y se convirtió para todos en un pedacito de él.

 

Cuando Enrique recibía periodistas, María Helena salía a dar un paseo. El silencio fue su opción. César dice que su mamá llevó siempre el dolor muy adentro para que la familia siguiera adelante: “También se refugió en que tenía a Alejandra y eso le ayudó a sobrellevar la situación, porque su dolor sería para toda la vida”.

 

“César, ¿dónde está Carlos que hace días no viene a visitarnos?”, preguntaba todo el tiempo su madre

 

María Helena caminaba todos los días buscando a Carlos. Hace 12 años le contó a Cecilia que le pareció verlo. “Cuando estaba cruzando la calle lo vi dentro de un taxi y me tiré a tocarle el vidrio. Le grité, ´Carlos, Carlos’ y cuando volteó, me di cuenta de que no era mi hijo”. Cecilia recuerda que varias veces la vio correr detrás de los indigentes buscando el rostro de Carlos, y se ponía nerviosa vez que iba a visitarlos un primo muy parecido a él.

 

María Helena prometió que no volvería a cine, que era lo que más le gustaba hacer con Carlos, ni se tinturaría el pelo hasta que él regresara, pero como no volvió, después de más de 20 años de sufrimiento, en 2006, prefirió irse desconectando de la realidad. A veces le preguntaba a César dónde estaba Carlos y él, para no afectarla más, le decía que estaba trabajando en otra ciudad. A los 15 días, la misma pregunta. “César, ¿dónde está Carlos que hace días no viene a visitarnos?”, y la misma respuesta.

 

En noviembre de 2010, su esposo Enrique murió sin ver aparecer a su hijo. Ella solo lo sobrevivió ocho meses. Tenía 89 años cuando falleció después de una espera en vano de 26 años.

 

“Cuando mi abuelita se enfermó nos dejó ver realmente cómo llevaba su duelo,– dice Alejandra–. “En su apartamento encontramos unas tarjetas que le escribía a mi papá (Carlos) hasta el año 1990. Esta es del 26 de junio de 1987, la fecha de cumpleaños de él: ‘Con todo mi amor y esperando con ansias tu regreso, te amo, Helena’. Esta es de la Navidad de 1986: ‘Querido hijito, esperamos tu regreso. Te queremos mucho y pedimos al Niño Dios que nos reunamos pronto. Un beso de quien tanto te quiere, Helena”.

 

Esperando conocer el paradero de sus hijos también murieron las mamás de Cristina del Pilar Guarín, cajera de la cafetería del Palacio, y de la proveedora de pasteles, Norma Constanza Esguerra.