|   Travesía por el Caquetá: la frontera del olvido

SEMANA acompañó a un equipo de científicos brasileros y colombianos que estudian la situación de los delfines en los ríos de Sur América. Durante 17 días, la expedición recorrió 750 kilómetros del río Caquetá, desde su desembocadura en el Amazonas en Brasil hasta el Parque Nacional Cahuinarí en Colombia. El recorrido es una ventana a la situación social y ambiental de una de las selvas fronterizas más inhóspitas y olvidadas del país.

 

Textos y fotos de Lorenzo Morales R.

en Tefé (Brasil)

se inicia el recorrido

La expedición zarpó de Tefé, Brasil, un importante astillero sobre el río Amazonas. El objetivo de los científicos de la Fundación Omacha de Colombia y el Instituto Mamirauá de Brasil es estimar la abundancia de delfines en el río Caquetá, afectado por la contaminación, la minería y la sobrepesca.

A medida que uno se aleja de Tefé, cada poblado es una versión diluida del anterior. Sin embargo, el Estado Brasil se ha encargado de llevar salud, educación y comunicaciones a lo más profundo de la selva.

JAPURÁ (BRASIL)

Japurá, el pueblito que lleva el mismo nombre del río en Brasil, es la última ciudad donde aún se siente algo de influjo urbano brasilero. Muchos colombianos hacen el viaje de varios días hasta Japurá, uno de los principales centros de acopio de combustible y pescado.

La minería de materiales de construcción, como gravillas, es una de las principales actividades en el costado brasilero del río.

Yackeline Yera y Eliseo Pupo son dos de los 11 mil médicos cubanos que el gobierno de la presidente Dilma Rousseff pidió de apoyo a la isla para cubrir el déficit de doctores en los territorios más aislados de Brasil. Cuba tiene a 75 mil doctores regados por el mundo.

 

"En Japurá vivimos unos diez colombianos, incluido un borrachín", cuenta Fabián Cárdenas, dueño de una tienda. Cárdenas era taxista en Villavicencio pero se vino siguiendo los pasos de su mamá que llegó a la frontera buscando oro a finales de los 90.

 

El río Caquetá, al que desembocan los ríos Caguán, Yarí, Orteguaza y Apaporis, es una autopista fluvial amplia y poco custodiada para entrar al que es hoy día el segundo mayor consumidor de cocaína del mundo, después de Estados Unidos. Los otros puntos donde los ríos colombianos caen al Amazonas, como San Antonio de Iça, confluencia del río Putumayo, tienen controles permanentes de la Policía Federal. En Tabatinga, la ciudad siamesa de Leticia, las requisas a los pasajeros que se embarcan hacia Manaos o Santarem, son minuciosas, casi paranoicas.

 

VILLA BETANCOURT (BRASIL)

Desde Villa Betancourt, en el límite con Colombia, es una base militar que con el tiempo y la violencia colombiana fue rodeada por casitas de gente que buscaba refugio. Ahora los civiles y  los militares -que recogen la basura y regalan señal Wi-fi- se protegen mutuamente. Desde allí se hace el control fronterizo, un control que silenciosamente Colombia ha dejado en manos de los brasileros.

César Augusto Triana es un pastor colombiano que está levantando un templo cristiano en una casa de tablas en Villa Betancourt. Como muchos colombianos que se replegaron en esta selva, el pastor tiene su cicatriz de guerra. Triana sobrevivió a la toma de Mitú, la más avezada operación militar de las FARC que mantuvo sitiada a la capital del Vaupés en 1998. Su esposa tiene una miscelánea donde vende desde anzuelos hasta ropa para bebé.

LA PEDRERA (COLOMBIA)

En La Pedrera confluye el mundo indígena que se abre río arriba y el mundo de los colonos. La Pedrera tiene una sola calle principal con cantinas y tiendas que envuelve todo en una U que desemboca en un muelle de concreto. En las tardes, las mujeres bajan con sus niños a fregar la ropa y los hombres a lavarse los dientes. La principal fuente de alimento es la pesca y la caza.

Estación bernardo

Para llegar al Parque Nacional Cahuinarí hay que atravesar el chorro de Córdoba, un raudal en el que muchos navegantes han muerto molidos contra las piedras que cortan el potente caudal del río. Los chorros son como las esclusas del río; barreras naturales que fraccionan el territorio, represan el agua, los peces y los problemas. Los pasajeros con frecuencia deben cruzar a pie por una trocha en la selva.

Parque Nacional Cahuinarí

(COLOMBIA)

A dos días de camino, sobre la bocana del río Bernardo, está la primera de las tres estaciones que custodian el parque de 6 mil kms cuadrados. La estación marca una nueva frontera: la de los pueblos aislados. El año pasado, el gobierno reconoció por primera vez en un decreto el derecho de estos pueblos a que su territorio no sea vulnerado.

El Cahuinarí es el primer Parque Nacional de Colombia que tiene un gobierno compartido con las autoridades indígenas. En teoría, sin su consentimiento nadie entra al territorio. Para ingresar, la expedición tuvo que pedir permiso a las autoridades, que por entonces se econtraban reunidas en la maloka del resguardo Curare-Los Ingleses.

Aunque los indígenas ejercen control sobre quién entra y quien no a sus territorios, han tenido dificultad para contener la avanzada de los mineros ilegales que varias ocasiones han recorrido sus ríos sagrados, contaminando las aguas y minando la autoridad de los viejos. En marzo pasado unas quince balsas de mineros ilegales entraron al Parque Cahuinarí y sepultaron las playas donde desovan las tortugas charapas, una especie amenazada.

Al final de la expedición, que incluyó un recorrido por el casi inhabitado río Cahuinarí y el Mirití, los científicos lograron avistar 287 delfines de las familias Inia geofrensis (delfín rosado) y sotalia. Los datos tendrán que ser estudiados, pero saben de antemano que las poblaciones están diezmadas. "Los delfines son especies que indican bien el estado de salud de los ríos", explica Federico Mosquera, biólogo de la Fundación Omacha y quien comandó parte de la expedición.

 

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