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SUECIA

CUANDO EL NOBEL SE GANÓ A GABO CARLOS MARÍN 108 CALDERÍN Periodista En un acto inesperado, la Academia Sueca autorizó la presentación de grupos folclóricos colombianos en el banquete en homenaje a García Márquez. Nunca había sucedido y nunca ha vuelto a suceder. y seleccionaron artistas de diferentes regiones del país para cumplir ese sueño. Y él estuvo de acuerdo. Escogie-ron, entre otros, a Carlos Franco y su conjunto folclórico de Barranquilla; Totó la Momposina; Leonor González Mina; las Danzas del Ingrumá, de Riosucio, dirigidas por Julián Bueno; Luis Quinitiva, maestro de la música llane-ra; y Tomás Alfonso y Emilianito, los hermanos Zuleta, que ya habían sido elegidos por Consuelo Araújo Nogue-ra, la Cacica. Al conocerse la noticia de la delegación cultural, columnistas y editorialistas consideraron que la idea era subdesarrollada, tercer- mundista y ‘tropicalista’, como siempre. Pronostica-ron un oso, como siempre. Gloria Triana conserva en-tre sus archivos un editorial de El Espectador que en uno de sus apartes dice: “Sincera-mente tenemos un poco de pre-ocupación porque el legítimo sentimiento nacionalista y gar-ciamarquiano que nos invade El gran fabulador de Aracataca, el delirante contador de historias aún más delirantes, recibió el premio en Estocolmo el 10 de diciembre de 1982. pueda conducirnos a hacer un poco el oso –no el ruso– en el lejano Estocolmo dentro de ocho días, cuando se entregue la consagra-ción mundial a nuestro fantástico y prodigioso narrador”. El presidente Belisario Betancur estaba de acuerdo en que asistiera la delegación. Ya la Academia Sueca, en un hecho inesperado, le había dicho que sí a la presentación artística. Sin embargo, preocupado por las notas de prensa que anticipaban una vergüenza mundial ante el supuesto de que la espontaneidad caribeña chocaría contra la ele-gancia y el “frío glacial” de los “gélidos descendientes de la raza vikinga”, Betancur pidió que le mostraran lo que se haría en La ceremonia de entrega del pre-mio Nobel de Literatura a Gabriel García Márquez, en Estocolmo, podría haber servido para escribir uno de sus cuentos macondianos, solo que, en lugar del trópico, su-cedió en la gélida Suecia. Todo empezó el 21 de octubre de 1982, cuando la Academia Sueca otor-gó al escritor el galardón. Lo hizo “por sus novelas e historias cortas, en las que la fantasía y la realidad se combinan en un mun-do rico de imaginación, reflejando la vida y los conflictos de un con-tinente”. A la vez, la institución se premió a sí misma porque el galardonado no solo llevó por el mundo, durante 32 años más, el nombre de la distinción, sino que la hizo incluso más popular. El gran fabulador de Ara-cataca, el delirante contador de historias aún más delirantes y enriquecidas por la mística cari-beña que convierte lo maravilloso en real, recibió el premio en Estocolmo el 10 de diciembre de ese año. Pero antes de viajar a Suecia, le dijo en una entrevista al perio-dista Germán Santamaría que le gustaría celebrar el galardón con cumbias y valle-natos. La documentalista Gloria Triana, que coordinaba la sección Festivales y Folclor en Colcultura, y Aura Lucía Mera, directora de la entidad, consideraron que el escritor le pertenecía a toda Colombia Suecia


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