El gen del dibujo estaba en su ADN desde el comienzo. Casi desde antes de nacer, pues su abuelo paterno dibujaba y su mamá pintaba. Él creció viéndolos, y desde niño se dio cuenta de que tenía buen trazo y de que sus dibujos quedaban bonitos. Pero solo cuando ‘se la montaron’ en el colegio Vladdo comenzó a hacer caricaturas en forma.
En esa época era solo Vladimir Flórez, el pequeño del curso, y sus compañeros, mucho más altos, le pegaban y lo fastidiaban. Hasta que encontró en el lápiz un arma para defenderse. “Cuando me molestaban mucho, yo hacía una caricatura en donde los pintaba deformes, narizones, echando babas, y eso los disuadía”, cuenta.
Sin embargo, pasó mucho tiempo antes de que viera en eso una forma de ganarse la vida. Incluso alcanzó a dedicarse a otras cosas y trabajó un buen tiempo en la empresa de finca raíz de una tía, en donde le tocaba vender y alquilar casas o apartamentos.
Pero un día de 1986 pasó frente a la sede del diario La República, que para esa época no tenía caricaturista. Impulsivo, decidió arriesgarse a preguntar si había trabajo. Contó con suerte: el celador lo dejó pasar y el subdirector del periódico lo recibió y le pidió una muestra de sus dibujos. Como Vladdo no llevaba nada a la mano, recursivo, tomó un papel y pintó a Belisario Betancur, Alfonso López Michelsen, Julio César Turbay y a un soldado. Al otro día ya era un caricaturista profesional de 23 años.
Con el tiempo, llegó a publicar en diversos medios como El Tiempo, El Espectador, Cromos, El Siglo y El País, de Cali.
Hizo primer acercamiento a SEMANA a finales de los años ochenta, cuando mandó una opinión en forma de caricatura que apareció entre las cartas de los lectores. Luego, el fundador de la revista, Felipe López, lo llamó para hacerle un reportaje sobre una pelea que había tenido con uno de los periódicos en los que trabajaba. Quedaron en contacto, y al comienzo le pedía algunos dibujos esporádicos hasta que, tiempo después, le propuso trabajar de tiempo completo. Así, en 1994 comenzó una fructífera relación que hoy cumple 25 años.
Para celebrar el aniversario, el Museo de Arte Moderno de Bogotá (MamBo) abrió la semana pasada ‘Vladdo: Opiniones no pedidas’, una exposición que reúne lo mejor de su trabajo y que incluye caricaturas publicadas, versiones originales, bocetos, ilustraciones, dibujos de su época del colegio y otros elementos curiosos.
Curada por Eduardo Arias, la muestra hace un repaso por la obra y recorre la historia reciente del país. En efecto, Vladdo ha pasado por ocho presidentes y por algunos de los hechos más importantes de los últimos años: la lucha contra Pablo Escobar, la Constitución de 1991, el proceso 8000, el recrudecimiento del conflicto, el fallido diálogo en El Caguán, la reelección de Uribe y el acuerdo con las Farc.
Con esos personajes y episodios ha creado imágenes icónicas, como la de César Gaviria niño, la de Samper como una alcancía, la de Pastrana con un traje de presidente que le queda grande o la de Santos con una nariz de Pinocho amarrada. Arias acepta que ante lo vasto de la obra, le costó bastante trabajo llegar a la selección final, pero el resultado logra su cometido. “Sin ser un manual exhaustivo de historia, sí es un buen recordatorio de lo que ha pasado en Colombia y, en algunos casos, en el mundo en las últimas tres décadas, y una muestra de prolífico trabajo de Vladdo”, cuenta Arias.
Escuche aquí una entrevista con Eduardo Arias, el curador de la muestra“Vladdo: opiniones no pedidas”.
También hay, por supuesto, un espacio para Aleida, tal vez su creación más famosa y el otro motivo para la exposición, pues cumple 20 años. Nació como un intento de alejarse de los temas políticos y de hacer un homenaje a las mujeres, Hoy es todo un fenómeno con agendas, camisetas y su propio merchandising.
La exposición también muestra las otras facetas de Vladdo. Pues más allá de caricaturista, ha sido ilustrador, diseñador de medios de comunicación, editor, director de Un Pasquín, su propio periódico, presentador de televisión y, desde hace un tiempo, columnista en El Tiempo.
Ya había demostrado esa capacidad de hacer varias cosas a la vez en SEMANA, donde en los primeros años también fue director creativo, encargado del diseño de portadas y creador y editor de la sección de tecnología, que propuso contra viento y marea, cuando nadie más creía que algo así podía funcionar en una revista de actualidad.
Y aunque dejó esas tareas en 1997, cuando decidió irse a buscar otros rumbos, sigue mandando sin falta, cada semana, las caricaturas que salen en la revista. A fin de cuentas, sigue siendo el mismo niño que encontró en sus trazos la manera de expresarse.