Cada excombatiente que cae asesinado significa una tragedia para su familia y es la profundización del hoyo en que los violentos pretenden sepultar la paz acordada. "No queremos más comunicados, hay que hacer algo ya, estamos cayendo como moscas", así plantea Marcos Urbano, dirigente del partido Farc en Antioquia, la situación que enfrentan los exguerrilleros, a tres años de la firma del acuerdo, cuando el número de homicidos asciende a 224, las desapariciones forzadas a 12, y los amenazados de muerte son 236.
Las balas han hecho correr sangre en 21 departamentos del país y hay al menos cuatro zonas críticas donde ser exFarc conlleva la alta posibilidad de ser exterminado. El gobierno nacional debe actuar cuanto antes para detener los continuos crímenes contra quienes depusieron las armas. Este es el panorama escalofriante de lo que está pasado.
El asesinato de dos excombatientes en Peque (Antioquia) marcaría el difícil camino de la extinta guerrilla para hacer política. SEMANA reúne las piezas del que se convertiría en el trágico fin de dos jóvenes que creyeron en cambiar las armas por los votos.
Diez menores, hijos o familiares de excombatientes de las Farc, han sido asesinados desde la firma del acuerdo de paz. Su único pecado es tener parentesco con quienes alguna vez empuñaron las armas. SEMANA cuenta tres de esas tristes historias.
Alexander Parra, alias Rodolfo Fierro, fue asesinado en el ETCR de Mesetas en octubre de 2019. La vida fue el precio que tuvo que pagar por su compromiso por cumplir el Acuerdo de Paz.
En la capital se han registrado dos asesinatos y cada vez son más las amenazas contra los exguerrilleros de las Farc.
Ráfagas de fuego atraviesan la paz. La masacre de Algeciras y el desplazamiento forzado de un grupo de excombatientes evidencian la atroz persistencia del conflicto y la incapacidad del Estado para controlar zonas estratégicas.