En Valencia, Córdoba, casi todos los campesinos se habían resignado a que si querían sacar la papaya, el maíz, el plátano o el cacao que producían, tenían que hacerlo con bestias, a pie, en bicicleta o a punta de solidaridad de los vecinos que se ofrecían a empujar los carros que intentaban entrar hasta donde se podía, porque la ilusión de tener una carretera terciaria duraba lo que se demoraba una campaña política cada cuatro años.
Pero hoy, gracias al trabajo de la misma comunidad, Eugenio Pacheco, el presidente de la Junta de Acción Comunal de la vereda Venado Abajo, en Valencia, puede contar la gran noticia de que la región tendrá 110 kilómetros de carretera. En cinco meses de ejecución, han perfilado 22 kilómetros de la vía que estaban en pésimo estado y compactado otros tres. Esperan que al terminar marzo esos 110 kilómetros se hayan ejecutado.
“El proyecto completo comprende 410 kilómetros de vías, pero se priorizaron 110 para mejorar la movilidad en la parte rural, porque tenemos un municipio totalmente agropecuario. Son muchos los productos que salen de aquí, pero la economía del campesino estaba muy mal, por eso teníamos la necesidad de organizar la carretera”, explica Pacheco.
Según el líder comunal, el alcalde actual vio con muy buenos ojos el modelo empresarial implementado, que involucra a la comunidad vigilando, por ejemplo, que se invierta en materiales lo estipulado, controlando y recordando lo que falta por hacer.
“Hay que darle las gracias a Dios y valorar la inmensa fe que el alcalde tuvo en nosotros para dejarnos participar en este proyecto, debido a que nos dio rienda suelta para que bajo su dirección fuéramos los dueños de la vía, cuidando los recursos, porque esto es para beneficio de todos y no tenemos otros intereses particulares”, agrega.
Por eso los campesinos además de sus ojos vigilantes también se comprometieron a aportar jornales, dice Pacheco, es decir, su trabajo de mano de obra no calificada que consiste en acciones como despejar las vías de maleza para alistar el terreno que será pavimentado o haciendo o cunetaje o zanjas que previenen las inundaciones.
Además de la comunidad en el proyecto, cuenta el presidente de la Junta de Venado Abajo, existe un equipo donde hay un asistente administrativo, un coordinador social y, por supuesto, ingenieros. Pero también cumplen con los requisitos legales de contratación abriendo licitaciones para las cuales el Comité Operativo escoge la mejor opción en calidad y economía, pues tienen la esperanza de que haciendo las cosas de esta manera van a ahorrar lo suficiente para echar otros 10 kilómetros de carretera adicionales a lo pactado.
Con el paso de los meses, en Valencia se respira optimismo, asegura Pacheco. La gente trabaja emocionada y con esperanza de vencer hacia el futuro las dificultades que aparezcan en el camino, como vencieron en el pasado las que estaban enmarcadas en la violencia, y conseguir más apoyo nacional e internacional para que la gente los vea como lo que dicen ser: “campesinos de paz que queremos trabajar por nuestro pueblo”.
“Somos campesinos que estamos muy apartados de las industrias, del centro del país, y por eso tenemos grandes pérdidas económicas cuando tratamos de sacar lo que producimos. Queremos que vean este modelo como el comienzo de una empresa que mejore la movilidad de las organizaciones de productores”, pide Pacheco.
Yesid Reyes, presidente de la junta de Acción Comunal del corregimiento de Mata de Maíz, cree que uno de los logros más importantes de este proyecto fue ganarse la confianza de la gente que estaba apática a creer después de tantos engaños.
“Nos están capacitando en veedurías con reglamentos, estatutos, sentido de pertenencia de los habitantes. Todo el que subía a la alcaldía decía que ahora sí tendríamos la vía y nada, esa era la apatía que había, pero llegó el momento de ver los resultados”, añade Reyes.
El beneficio de tener una vía terciaria digna no solo se traduce en mejorar las condiciones económicas de la población, sino que, cuenta Reyes, va a permitir la entrada de médicos, paramédicos, enfermeras, brigadas de salud, lo cual mejora las condiciones generales de la comunidad.
“Un día como hoy tendríamos que durar 24 o 48 horas para salir en bicicleta o a pie con los zapatos cogidos en la mano. Si teníamos medio de transporte, teníamos que abandonarlo a la orilla de la carreta hasta un día completo o pagarles a varios para empujar, pero desde hace ocho o 15 días eso no sucede, llueva o no llueva uno ya sale, entonces se ha avanzado mucho”, explica.
Y al pensar en el impacto a largo plazo, este líder comunal tiene fe en que pronto se dé la construcción del puente sobre el río Sinú y la vía que de Valencia conduce a San Pedro. “Imagínense, de San Pedro a Turbo hay poco, entonces le estamos apuntando a que incluso vengan inversionistas a comprar nuestros predios. Llegando a Turbo, el puerto marítimo está a cerca de 60 kilómetros, entonces tenemos una ubicación buenísima con respecto a otros lugares”, dice.
Los hechos hablan por sí mismos, los habitantes no se pueden sentir mejor con el balance, la gente baja al caserío sin ninguna dificultad. Ayer salió un camión cargado de plátano y hoy se está alistando otro.