Tras seguir de cerca los casi diez años del paso a paso del proyecto que hará realidad el sueño de tener un hospital de cuarto nivel en Zipaquirá, sus futuros usuarios, la Contraloría, la Veeduría en Salud de Zipaquirá y la Comisión Regional de Moralización, finalmente, empezaron a ver la luz al final del túnel.
La ilusión revivió cuando Jorge Emilio Rey, actual gobernador y tercero en recibir la misión de lo que comenzaba a parecer una carrera de relevos, tomó el control en 2016. Después de tres años de trabajo, Rey anunció, en abril de 2019, la firma de un convenio tripartito de cooperación entre el departamento, el municipio y el Hospital La Samaritana, en cuyas manos depositó la responsabilidad de ejecutar un presupuesto de 22.500 millones de pesos, destinados a adquirir equipamientos biomédicos, mobiliarios y tecnológicos. A partir de noviembre de 2019 tendrán que llevar a feliz término lo que el gobernador describió, en el anuncio de la firma del convenio, como “un ejercicio maratónico, parecido a un viacrucis con 15 estaciones, cada una con una dificultad mayor que la anterior”.
No es para menos. Desde el 23 de diciembre de 2015, cuando el entonces ministro de Salud Alejandro Gaviria dio por terminadas las obras civiles, los habitantes de los 47 municipios que se beneficiarán del proyecto empezaron a mirar con una mezcla de esperanza y escepticismo la imponente infraestructura de 15.100 metros cuadrados, ubicada en un terreno de 36.100 metros cuadrados. Además, tras protagonizar tres inauguraciones no se ha recibido al primero de los 800.000 usuarios para los que fue construida, pues sus salas de espera y de cirugía, sus 100 habitaciones y sus 23 consultorios aún esperan el equipamiento necesario para entrar en funcionamiento.
Ahora que solo restan cuatro meses para que se cumpla el plazo establecido por la Gobernación y para que la gran edificación cobre vida, el reto está en corresponder la paciencia con que los usuarios debieron adecuarse a los servicios prestados por la Unidad Funcional, que suplió la ausencia del Hospital San Juan de Dios de Zipaquirá, tras su cierre. El reto también está en demostrar que la transformación de una inversión inicial de 22.000 millones de pesos, a una de más de 70.000 millones, ha valido la pena.
Para el gerente del Hospital La Samaritana, el profesional de la salud Javier Fernando Mancera, si bien es evidente que se trata de una tarea que por primera vez se asume, también lo es que la institución a su cargo está plenamente capacitada para asumir el reto. “No solo por contar con el saber de los 85 años de existencia del hospital –explica–, sino, particularmente, por su experiencia en la contratación de equipos acordes con las necesidades de una institución de este tipo”. Es decir, un hospital de cuarto nivel.
Por su parte, los miembros del convenio –Gobernación, municipio y La Samaritana– están seguros de conquistar su meta. “Contamos con un presupuesto de 17.000 millones de pesos, de estos, 12.000 millones vienen de la Gobernación y el resto del mismo hospital, mientras se estabiliza el servicio. Seguiremos contando con la Unidad Funcional para prestar servicios de baja complejidad y designaremos a un director que encabece desde Zipaquirá todas las tareas necesarias. En noviembre entraremos en funcionamiento”, asegura Javier Fernando Mancera.
Así, pues, optimismo y expectativa serán la dupla que acompañe la recta final de cuatro meses, fecha límite establecida por la Gobernación para convertir al Hospital Regional de Zipaquirá en una realidad.