Oso de anteojos

Foto: Joseph Hernández.

El oso andino está en Cundinamarca

Autor: Daniel Rodríguez y Adriana Reyes, biólogos de la Fundación para la Investigación, Conservación y Protección del Oso Andino.

A pesar de los daños del medioambiente y de la cacería, el oso andino, que habita bosques y páramos del departamento, sobrevive con el apoyo del gobierno departamental y otras entidades públicas, privadas y no gubernamentales.

Nemcatacoa, la divinidad chibcha protectora de las tejedoras y representante de la alegría y de la fiesta, era encarnada por un oso andino. No es un fenómeno extraño: a estos animales les gusta el maíz y como esa era la base de la alimentación del altiplano, los osos y el cereal estuvieron siempre en la cotidianidad indígena de Cundinamarca, región que demuestra la maravillosa biodiversidad colombiana.

Este departamento se extiende desde el lluvioso y cálido piedemonte llanero hasta el caluroso y seco valle medio del Magdalena, pasando por las cumbres de la región central de la cordillera, con una extensión de 24.210 kilómetros cuadrados. Allí se presenta una variedad de ecosistemas andinos que permiten la sobrevivencia del oso andino, única especie actual del maravilloso linaje de los osos de cara corta que habitaron Suramérica desde hace unos 2 millones de años.

El oso andino, negro, congo o joso –como se le conoce– habita los bosques y los páramos y se le puede encontrar desde los 300 metros sobre el nivel del mar (msnm), en los Farallones de Medina, hasta los 4.200 msnm, en los páramos de Chingaza y Sumapaz. Anteriormente se veía en los bosques del occidente del departamento donde habitaron los indígenas muzo-colima, quienes convivieron con él, y lo denominaban ‘Utut’, en lo que hoy son los municipios de Yacopí, Paime, Caparrapí y La Peña.

La pérdida de hábitat y la de ejemplares en el departamento ha sido fuerte. La cacería de animales por retaliación ha sido la causa más común durante muchos años. En la zona actual de distribución, la CAR, Corpoguavio, la Empresa de Acueducto y Alcantarillado de Bogotá, el Grupo Energía de Bogotá, Nexen, los Parques Nacionales Naturales y varias ONG han invertido recursos en trabajos de investigación y conservación del oso, lo que ha permitido identificar su presencia en los municipios de Guasca, La Calera, Fómeque, Choachí, Junín, Gachetá, Guatavita, Manta y Sesquilé.

Estos estudios han reconocido, por lo menos, unos 100 individuos diferentes, entre adultos, juveniles y oseznos, y se presume una proporción de sexos de tres machos por dos hembras. La densidad estimada para su actual distribución es de 2,2 osos cada 100 kilómetros cuadrados, es decir, aproximadamente 200 ejemplares en total.

Hay que resaltar que, en su mayoría, los ejemplares identificados son adultos y se han observado pocas hembras con oseznos: los datos permiten decir que ellas tienen una camada media de 1,2 oseznos. Los trabajos adelantados en el interior del Parque Nacional Natural Chingaza señalan que el oso ocupa, efectivamente, todo el territorio disponible y que su presencia es frecuente en todos los municipios de su área de amortiguación, aunque para Ubaque y el páramo de Cruz Verde el oso ya no está presente, mientras que en Sesquilé su presencia ya es muy esporádica. En La Calera, Guatavita y Manta la CAR ha estado monitoreando la presencia de la especie con cámaras trampa y atendiendo a las comunidades afectadas.

En el departamento se han implementado estrategias de incentivos a la conservación de osos por medio del fortalecimiento de sistemas productivos campesinos, así como propuestas de pagos por conservación de bosques, especialmente en Corpoguavio, en predios donde han sufrido ataques. Y es que se continúan presentando muertes de osos, ya que las comunidades siguen considerándola una especie peligrosa y dañina. Aunque se han firmado acuerdos de conservación entre propietarios beneficiados y las autoridades, la muerte de esta especie en el departamento puede llegar a cinco animales al año. Los últimos ejemplares que han muerto vivían en los municipios de Junín, Fómeque y Guasca.

Las acciones de educación ambiental desarrolladas hasta ahora han permitido que los jóvenes empiecen a valorar un poco más al oso y aunque se ha extendido la idea del importante papel que desempeña como jardinero del bosque, aún falta que se interprete esa información con respecto a la importancia de su sobrevivencia en la conservación de los bosques y del agua para toda la región.

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