Hijo del exsenador Jorge Cristo Sahiun, influyente político del norte de Santander, asesinado por sicarios del ELN el 8 de agosto de 1997 cuando llegaba en una camioneta a su consultorio en el centro de Cúcuta.
Jorge Cristo Sahium, médico cucuteño y senador de la República murió asesinado el 8 de agosto de 1997. El ejército de Liberación Nacional se adjudicó el atentado, pero hasta hoy no se sabe quiénes fueron los autores materiales del hecho. Su hijo Juan Fernando Cristo fue el encargado de continuar el proyecto de su padre y hoy siente que todo ese trabajo público ha ayudado a sentirse en paz con el país. Quizás el único pendiente es conocer la verdad para poder perdonar.
“Sentí un gran desconcierto y mucha tristeza, pero nunca rabia”
“Cuando me enteré de la muerte de mi padre estaba fuera del país, en el canal de Corinto, en Grecia. A mi padre lo asesinaron el 8 de agosto de 1997 cuando entraba a su consultorio en Cúcuta; él era médico antes que político. Yo hacía una siesta cuando sonó el teléfono y una amiga me dió la noticia pensando que ya sabía. Eso me generó una confusión grande. Después me entró la llamada del presidente de la República de entonces, pero tampoco me dijo el desenlace del atentado, simplemente reportó que era muy grave. Después de esas dos llamadas llamé a mi mamá que estaba en Cúcuta y ella me dijo que lo habían asesinado. Que hace más de una hora había muerto. La primera sensación ante la noticia fue de desconcierto. No entendía qué era lo que había pasado. Fue una tristeza muy profunda, sobretodo por estar tan lejos. En ese momento emprendí un viaje de regreso a Colombia que obviamente recordaré toda la vida porque fue eterno. En el avión, en esas 20 horas de vuelo para llegar a Cúcuta, reflexioné y lloré. En el subconsciente yo tomé la decisión de no dedicarme al odio, a la venganza, a destilar rabia por lo que había pasado. Sí entré mucho en contradicción con mis creencias religiosas. Pero rabia nunca sentí”.
Durante los primeros años del duelo Juan Fernando Cristo no quiso considerarse una víctima.
“Mi tarea política fue con él como espejo”
“Su muerte sí definió mi vida. Me partió totalmente en dos desde ese momento. Yo tenía 32 años y había estado en el servicio público, pero no en la actividad política electoral. De hecho el mes que estuvo en Atenas mi papá me había dicho que por qué no renunciaba a la embajada para aspirar al Congreso. Yo le había dicho que ni loco, que no tenía ningún interés. Pero cuando llegué a Cúcuta después de su asesinato casi que me sentí empujado, obligado a aspirar al Congreso. Todo este tiempo en el Congreso y en mi vida pública, mi tarea política, fue con él como espejo. Él está presente en cada decisión, como inspiración, como un compromiso muy grande. En cada decisión importante me imaginaba qué actitud, qué posición hubiera tenido él, -que era un hombre muy progresista y muy liberal desde el punto de vista de su pensamiento ideológico-. Obviamente eso me ha marcado toda la vida”.
“Además de padre, fue mi mejor amigo”
“Mi padre, además de ser muy buen padre, fue mi mejor amigo. Yo viví con él en Bogotá muchos años cuando vine a la universidad y él era la persona con la que todo el tiempo conversaba, la persona con la que viajaba, la persona con la que salía a caminar por la carrera séptima en Bogotá. Bajaba todos los días desde la universidad de Los Andes, donde estudiaba, al Congreso y almorzaba con él todos los días. Íbamos a un restaurante árabe llamado Garcés, que ya desapareció. Nosotros somos de origen libanés entonces teníamos esa costumbre y fue mi mejor amigo entonces”.
Juan Fernando Cristo fue uno de los coautores de la Ley de Víctimas 1448 de 2011, que constituyó un hito en la defensa y garantía de los derechos humanos en Colombia.
“Yo, como víctima, prefiero la verdad”
“Cuando impulsamos la ley de víctimas llegué a una profunda convicción y es que cada víctima tramita su duelo de una manera distinta y uno debe respetarlas profundamente. Desde la que dedica el resto de su vida a buscar venganza, la que no descansa en su lucha por encontrar a los responsables del asesinato de su padre; hasta la víctima, como yo, que está libre de odio, que quiere doblar la página, seguir adelante con la vida y tener muy vivo el recuerdo de su padre sin necesidad de estar buscando a los culpables. Obviamente cuando me informaban de la investigación yo recibía los detalles, pero no he estado, ni nunca estuve pendiente de eso. Para mí es muy importante un acuerdo de paz con el ELN porque me va a permitir conocer la verdad algún día. Ya la investigación judicial no me lo permitió. Yo, como víctima, prefiero la verdad mil veces a la reparación, pero también a la justicia. Yo quiero saber la verdad de por qué sucedió eso, de por qué tomaron esa decisión, porque fue un asesinato a mansalva y no fue un secuestro, ni una equivocación. Nunca hemos sabido la verdad”.
“Cero odio, cero venganza”
“Un buen día cuando estaba en el Ministerio del Interior el presidente Santos me dijo: “le voy a pedir algo muy difícil. Yo quiero que usted haga parte de la comisión del Gobierno en el proceso con el ELN”. Inmediatamente le dije que sí porque creo que Colombia tiene que sanar todas las heridas. Una vez conversé a solas con Pablo Beltrán, que era el jefe del equipo negociador y obviamente hablamos del asesinato de mi padre, y ese cara a cara que tuve de más de cuatro horas en la Cancillería ecuatoriana me dejó con una gran tranquilidad en mi corazón. Me convenció de que el camino que tenía que transitar yo, desde el punto de vista personal como víctima, era el de cero odio, cero venganza, cero rencor frente a los asesinos de mi padre. Por lo menos para mí, esa era la única manera de poder reconstruir mi proyecto de vida. Yo soy una víctima privilegiada en Colombia que pudo reconstruir su proyecto de vida, salir adelante y cumplir sus sueños. El 95 por ciento de las víctimas en Colombia no lo pueden hacer.
Jorge Cristo murió a los 67 años. Tras la confirmación de la noticia alrededor de 300 personas llegaron a la clínica para despedir al líder liberal.
“La última vez que lo vi”
“Tengo miles de recuerdos en muchas partes del mundo con él, pero obviamente el recuerdo más fuerte para mí es la última vez que lo ví. Yo creo para alguien que sufrió esa pérdida siempre ese será el recuerdo más fuerte. La última vez que lo vi fue en el aeropuerto de Atenas precisamente cuando se devolvió a Colombia de ese viaje. Yo lo acompañé al aeropuerto. Viajaba solo porque tenía que venir a trabajar mientras la familia se quedaba en Atenas. Yo lo acompañé casi hasta el avión, hasta la sala de espera y…el recuerdo es la mano levantada… La despedida de él antes de montarse al avión”.