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El gobierno de Iván Duque deberá estar alerta ante los profundos cambios que están ocurriendo en la región y en el mundo.
Por Michael Shifter*
El nuevo gobierno colombiano planteó una ambiciosa agenda doméstica que incluye reactivar la economía, consolidar la paz y promover la justicia social. El éxito de la misma dependerá de muchos factores, entre ellos de cómo maneje Iván Duque, en un mundo marcado por la incertidumbre, los numerosos desafíos que va a enfrentar en su política exterior.
El primer aspecto incierto es Estados Unidos. Durante décadas Washington ha sido el “aliado estratégico” de Colombia para reforzar la seguridad, fortalecer la democracia y los derechos humanos, combatir el narcotráfico e impulsar la economía. Algunas políticas estadounidenses han sido más efectivas que otras, pero con un presidente impredecible como Donald Trump y un Washington cada vez más disfuncional, Duque deberá navegar unas aguas más inestables que sus antecesores.
El auge en la producción de coca en Colombia durante los últimos cinco años alarma al gobierno y al Congreso de Estados Unidos, y preocupa tanto a republicanos como demócratas. El tema está al tope de la agenda bilateral, más aún cuando halcones de la guerra contra las drogas ocupan cargos en la administración Trump. Es poco probable que en esta se hable de “responsabilidad compartida”, como lo hacían presidentes anteriores. Para cooperar con Estados Unidos en materia antidrogas, Duque deberá manejar las tensiones políticas que este tema genera en Washington y Bogotá y evitar que la relación se ‘renarcotice’.
Con el aumento de la inflación en Venezuela se espera que la llegada de ciudadanos de este país a Colombia aumente. La migración venezolana será una de las situaciones más delicadas que deberá enfrentar el nuevo gobierno.
FOTO: Esteban Vega La-Rotta
Aunque Trump nunca es predecible, podría pensarse que Estados Unidos también podría ayudar a Duque a impulsar la economía colombiana. Mantener el acuerdo de libre comercio bilateral y promover las inversiones de empresas estadounidenses serían decisiones cruciales para el nuevo gobierno. Pero el nuevo mandatario colombiano debe pensar más allá y entender que las políticas comerciales extremas de Trump con otros países también deben preocupar a su país y la región. Por esto, sería muy acertado que el presidente Duque siga de cerca la renegociación del Nafta (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), la cual será una especie de ‘test’ para intentar anticipar los movimientos del presidente estadounidense en otros entornos.
Los desarrollos políticos de América Latina también podrían promover o complicar los objetivos de Duque. Venezuela, sin dudas, será su mayor desafío externo por los enormes riesgos que plantea para Colombia, sobre todo, en materia de seguridad y narcotráfico. El desastre venezolano, además, es el asunto latinoamericano al que presta más atención la administración Trump, que podría presionar a Duque para asociarse con la política de Estados Unidos y asumir un papel regional más activo. Por lo menos en el corto plazo se espera una mayor tensión entre Bogotá y Caracas, especialmente tras las absurdas denuncias de presidente Nicolás Maduro contra el presidente saliente Juan Manuel Santos, al que acusa de intentar asesinarlo.
El presidente Duque y su canciller, Carlos H. Trujillo, saben que el colapso de Venezuela es un problema urgente para Colombia, que requerirá un manejo cuidadoso pero firme para defender los intereses colombianos sin provocar una reacción violenta del régimen venezolano. Colombia deberá mantener la presión sobre Maduro para que restaure la democracia y alivie la crisis humanitaria. Mientras tanto, Duque debe prepararse para un éxodo todavía mayor de venezolanos, tal como lo anunció la ONU, y solicitar más apoyo al resto de América Latina para manejar el drama que esa migración representa.
También será importante la relación con México bajo el izquierdista Andrés Manuel López Obrador (Amlo), que asumirá el 1 de diciembre. Primero, porque Amlo y su canciller, Marcelo Ebrard, defienden el principio de soberanía y no intervención, lo que sugiere posturas más suaves sobre Venezuela. Segundo, porque las políticas de López Obrador en materia de seguridad son inciertas, pero parecen priorizar la pacificación por sobre el combate al narcotráfico, dada la necesidad de separarse de las fallidas políticas de sus antecesores. El nuevo presidente mexicano descartó amnistiar a los capos de los carteles, pero hay preocupación en Bogotá acerca de su compromiso para avanzar contra el cartel de Sinaloa, que tiene una fuerte relación con la mafia en Colombia y es un factor desestabilizante.
De otra parte, aún no se conoce la postura de López Obrador sobre la Alianza del Pacífico (AP), clave para la agenda económica de Duque. Un Estados Unidos todavía más proteccionista y errático podría empujar a México a reforzar sus vínculos con la AP e incluso el Mercosur. Las posibilidades de relanzar la integración latinoamericana dependerán en parte de las elecciones presidenciales en Brasil (el próximo octubre) y Argentina (en octubre de 2019).
Nicaragua será otro desafío importante. Se espera pronto un nuevo fallo en La Haya sobre la disputa marítima. Se trata de un tema muy sensible para Colombia. Cualquiera sea el desenlace, Duque debe estar preparado para la retórica agresiva de Daniel Ortega, que intentará apelar al nacionalismo ante la rebelión masiva que enfrenta en su país.
Finalmente, y mirando más allá de América, China puede ser un socio atractivo para buscar nuevas oportunidades de comercio e integración dada la impredecible situación en Estados Unidos. Hasta ahora la presencia de Beijing en Colombia ha sido limitada en comparación con otros casos latinoamericanos. La reciente incorporación como miembro de la Ocde puede servir a Colombia para tener mayor presencia en el escenario global, y la administración Duque deberá seguir impulsando el ingreso al acuerdo transpacífico, que ya no incluye a Estados Unidos.
El nuevo gobierno de Colombia deberá estar alerta ante los profundos cambios que están ocurriendo en la región y en el mundo. La incertidumbre en Washington está lejos de terminar: se espera que los demócratas recuperen la Cámara de Representantes en las elecciones legislativas de este año, lo que podría aumentar los reclamos a Colombia en materia de derechos humanos y asesinatos de líderes sociales. Tal vez más importante, una derrota republicana inmediatamente abrirá discusiones acerca del impeachment de Trump y acelerará la carrera hacia las presidenciales de 2020, casi a la mitad del mandato de Duque.
Por ahora, lo claro es que, mientras afina los detalles de su programa doméstico, el presidente Duque tiene que prepararse para un escenario internacional turbulento.
*Presidente de Diálogo Interamericano y profesor de Estudios Latinoamericanos de la Universidad de Georgetown