Patrimonio de los colombianos

Además de tener presencia en gran parte del territorio y de contar con estudiantes de todas las regiones, en sus 150 años la Universidad ha sido fundamental para conocer el país, promover la Educación Pública y consolidar la Nación.

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Presencia nacional

Los profesores, alumnos e investigadores de la Universidad Nacional han recorrido los lugares mas recónditos del país para descubrir sus secretos. A su vez las sedes han permitido que estudiantes de todo el territorio colombiano tengan acceso a una educación de calidad promoviendo la incusión, el desarrollo y la unidad nacional.

Sedes:

  • Inversiones en 2016

  • Espacio intervenido

  • En estudios y diseño

  • Estudiantes de pregrado

  • Estudiantes de posgrado

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Sede Bogotá

En la Ciudad Universitaria de Bogotá convergen diferentes estructuras, que son el reflejo del paso del tiempo y de la multiculturalidad de la institución. Fundado en 1936, el campus mantiene viva la esencia de los diseños del alemán Leopoldo Röther, allí los estudiante o visitantes pueden ver diferentes estilos arquitectónicos como el Bauhaus de los años 30 del siglo XX o edificaciones icónicas como el Estadio Alfonso López, el Museo de Arquitectura, las facultades de Ingeniería, Medicina, Ciencias Naturales y Derecho, la Biblioteca Central y el auditorio León de Greiff.

  • $ 16.161 millones
  • 22.250 m2
  • 43.374 m2
  • 24.936 6.538
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Sede Amazonia

Aunque la Universidad Nacional instaló en 1989 la Estación Científica de Leticia, como espacio para la investigación, sólo hasta 1994 se estableció como sede. Las edificaciones están inspiradas en las malocas indígenas, con cubiertas inclinadas y amplios espacios interiores y de ventilación. Para su construcción se utilizó madera de la región como palos de sangre y astillas de achapo. Actualmente, allí funciona el Instituto Amazónico de Investigaciones (Imani).

  • $ 70 millones
  • 125 m2
  • 68 m2
  • 90 38
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Sede Caribe

La sede caribe, ubicada en San Andrés, respeta la arquitectura isleña. Debido a la escasez de agua potable de la zona, su diseño aprovecha al máximo la lluvia mediante un sistema de recolección y tratamiento de aguas residuales. Fue creada en 1997, cuenta con el Jardín Botánico y con el Instituto de Estudios Caribeños.

  • $ 274 millones
  • 108 m2
  • 0 m2
  • 28 31
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Sede Manizales

La Facultad de Ingeniería fundada en 1948, sería la primera piedra para la creación de la sede en esta región. En la actualidad está conformada por tres campus: El Cable, Palogrande y La Nubia. Aquí sus investigadores se han especializado en gestión del riesgo y en innovación tecnológica y empresarial.

  • $ 3.359 millones
  • 0 m2
  • 2.286 m2
  • 4.930 837
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Sede Medellín

Si bien la sede Medellín fue fundada en 1936, su historia se remite a la apertura de la Escuela Nacional de Minas en 1886. Hoy en día tiene cinco facultades y su campus, junto al el cerro ‘El Volador’, es un pulmón de la ciudad. Además cuenta con edificaciones de alto valor histórico, como los diseñados por Pedro Nel Gómez, en la Escuela de Minas y que son Patrimonio Nacional desde 1994.

  • $ 7.538 millones
  • 9.717 m2
  • 19.921 m2
  • 10.498 2.101
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Sede Orinoquia

Creada en 1996, la Sede de Arauca convive con la vegetación nativa, en la cual se adecuaron instalaciones ya existentes, para oficinas, viviendas y centros deportivos. Su presencia influye en el desarrollo económico, político y social de la región.

  • $ 497 millones
  • 767 m2
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  • 88 -----
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Sede Palmira

Con el diseño del edificio de la Facultad de Ciencias Agrarias, llevado a cabo por el alemán Leopoldo Röther en 1944, consolido la formación de la sede Palmira. En la actualidad funcionan las facultades de Ciencias Agropecuarias y de Ingeniería y Administración.

  • $ 969 millones
  • 2.660 m2
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  • 2.869 482
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Sede Tumaco

Aunque el año de creación institucional de esta sede se remonta 1997, sólo hasta 2008 comenzó a tener vida propia a través del Instituto de Estudios del Pacíficos que ha realizado importantes investigaciones para la zona. Hasta el momento la Universidad ha llevado a cabo la compra de predios para y construyo la primera edificación.

  • $ 3.641 millones
  • 3.000 m2
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  • 116 -----

Centros de actividad:

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Valle del Cauca

Reserva nacional Forestal de Yotoco

Patrimonio de la Universidad Nacional desde el 26 de agosto de 1959, ofrece un refugio de 559 hectáreas para proteger la fauna y la flora de la selva subandina.

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Villavicencio, Meta

Estación de Biología Tropical Roberto Franco

En este espacio se encuentra la mayor concentración de tortugas del país. Además, preserva el cocodrilo llanero, en peligro crítico de extinción, así como babillas y chicharras.

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Mosquera, Cundinamarca

Centro Agropecuario Marengo

En este lugar, de 97,4 hectáreas, la Universidad promueve la investigación, el emprendimiento y la innovación. Es un centro de práctica para las Facultades de Medicina, Veterinaria, Zootecnia y Agronomía.

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Villa de Leyva, Boyacá

Museo
Paleontológico

Inaugurado en 1972, el museo se ha consolidado como un referente en el estudio y conservación del patrimonio paleontológico y cultural del país.

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Rionegro, Antioquia

Centro Agropecuario San Pablo

Allí se desarrollan estudios e investigaciones de porcicultura, avicultura, ganadería y cultivos. Además cuenta con un laboratorio de procesamiento de semen.

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Medellín, Antioquia

Centro Agropecuario Paysandú

Los estudiantes de la UN pueden realizar diferentes tipos de investigación en esta finca, que cuenta con cuencas hidrográficas, bosques y diferentes animales, entre ellas vacas para producir leche a diario.

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Santa Fe de Antioquia

Centro Agropecuario Cotové

En Cotové se pueden observar más de 101 especies de aves, de las cuales 11 son transitorias. Es un lugar de gran importancia para la avifauna y una reserva ante la fragmentación de los bosques de este antiguo pueblo del occidente de Antioquia.

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San Andrés

Jardín
Botánico

Un espacio de recreación, investigación, educación ambiental y vida silvestre. En el jardín se pueden apreciar seis senderos ecológicos y siete especies de animales.

Universidad de regiones

Desde su fundación, la Universidad ha mantenido la filosofía de estudiar los lugares más recónditos del país para aumentar el conocimiento y darles educación de calidad a los colombianos de todas las regiones y condiciones sociales.

Por Jorge Cote
Historiador y periodista de revista SEMANA

¿Por qué la Universidad Nacional se llama así y no de otra forma? Su nombre no resultó del azar o del capricho de sus fundadores. Responde, en cambio, a una profunda filosofía que ha acompañado a la institución en sus 150 años de vida. Según las fuentes de la época, pudo haber retomado el nombre de Universidad Central, el proyecto creado en la Presidencia del general Francisco de Paula Santander, pero desaparecido a mediados del siglo XIX por las crisis de la naciente república.

Sin embargo, la elite política e intelectual que creó la institución universitaria pública quería que esta representara a todos los habitantes del país, en especial a los menos favorecidos, en un proyecto educativo científico universalista, punta de lanza del conocimiento del territorio nacional como base del progreso espiritual y material de la nación. Y qué mejor nombre para recoger este ideario que el de Universidad Nacional.

La Nacional fue hija de su época, de los Estados Unidos de Colombia, cuando los radicales buscaron crear un Estado con el mayor número de libertades y acceder a la educación sin barreras sociales, ideológicas o económicas. Por eso, el gobierno de Santos Acosta, al crear la Universidad en 1857, estableció en su ley orgánica que esta debía dar enseñanza gratuita a todos los que la solicitaran y a recibir como alumnos internos “hasta 72 jóvenes, a razón de 8 por cada uno de los estados de la Unión”. Ofrecer la posibilidad de estudio a los menos favorecidos era para los radicales una forma de erradicar la ignorancia, sembrar la “semilla del progreso” y crear nuevos ciudadanos.

En los Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia de 1868, el autor de un artículo titulado ‘Qué es la Universidad Nacional’ explicaba la tragedia que había sido para el naciente Estado republicano acabar con proyectos como la Universidad Central, y hacía énfasis en la importancia de la educación gratuita para todos los colombianos: “Nos pareció que lo acertado y eficaz era destruir las universidades, y con ellas los estudios profesionales metódicos, y destruir la enseñanza oficial gratuita, y con ella la posibilidad de cultivar el talento de los pobres. Corriendo tras la democracia estuvimos a punto de fundar la oligarquía mediante la instrucción de los ricos y la irremediable ignorancia de los pobres; y si no la fundamos fue porque en realidad destruimos la instrucción científica verdadera para los pobres y para los ricos”.

A pesar de las dificultades económicas que ha experimentado desde su fundación y que constantemente aparecen en los informes de los rectores desde 1868 hasta nuestros días, la Nacional no ha abandonado la bandera de ofrecer una educación pública gratuita que llegue a todos los colombianos. Por el contrario, ha luchado para profundizarla. Seis décadas después, en los años treinta, los gobiernos de la República Liberal convinieron que si la Universidad quería tener el carácter nacional y fortalecer la unidad territorial no solo bastaba traer estudiantes de los demás departamentos, sino construir sedes en otros puntos de la geografía del país. En ese momento su expansión comenzó en los centros urbanos más poblados de la zona andina.

La presencia territorial de la Nacional comenzó a partir de la reforma de 1935, que creó la sede Bogotá, posteriormente en 1936 nació la sede Medellín; le siguieron la de Palmira en 1946 y la de Manizales en 1948, conocidas hoy como sedes andinas. No aparecieron de la nada, pues tuvieron como base facultades y escuelas regionales que ya habían acumulado conocimientos durante décadas. La Escuela Nacional de Minas, fundada en 1887, y el Instituto Agrícola del Valle del Cauca sirvieron de germen a las sedes de Medellín y Palmira, respectivamente. Por su parte, la seccional manizaleña apareció a partir de la Facultad de Ingeniería creada en 1946.

Con los años las sedes andinas se consolidaron, mientras que en Bogotá el número de estudiantes que llegaban de otras regiones del país aumentaba. Las residencias de la Ciudad Universitaria, construidas a finales de los años treinta, se convirtieron en una pequeña Colombia, pero a medida que pasaba el tiempo, las condiciones de vida eran cada vez más duras. Según José Félix Patiño, cuando él llegó a la rectoría de la Nacional el desayuno de los estudiantes de las regiones era un café y dos panes, de los cuales guardaban uno para el almuerzo. Por eso, su administración diseñó un ambicioso plan de bienestar estudiantil, en el que construyó una cafetería que daba una alimentación saludable a los jóvenes y aumentó el número de cupos en las residencias a 2.200.

Por razones políticas y por las crisis económicas por las que continuamente pasaba la Universidad, debido a las reducciones presupuestales del Estado, el modelo de bienestar universitario planteado por Patiño se fue debilitando. Para los años ochenta las residencias universitarias se habían convertido en territorios sin control y un verdadero problema de orden público para la Nacional, lo que llevó a su clausura, a lo que se sumó el cierre de la cafetería. Sin embargo, por esa misma época, en 1986 se creó el Programa de Admisión Especial (Paes), para que bachilleres de comunidades apartadas o con altos índices de pobreza accedieran a la educación superior.

En la década de los noventa, la cobertura territorial comenzó una segunda fase con la fundación de las sedes de frontera propiciadas por la reforma académica del rector Guillermo Páramo. Su intención era consolidar la presencia de la Nacional en los territorios más apartado del país y contribuir a su unidad, que por esa época atravesaba momentos difíciles debido a la falta de gobernabilidad. De ese modo, en 1994 fundó la sede del Amazonas, en 1996 la de la Orinoquia, en 1997 la del Caribe y en 2008 la de Tumaco. Este mismo año surgió el Programa de Admisión y Movilidad Académica (Peama), que busca resolver las asimetrías en cuanto al conocimiento que tienen los jóvenes de regiones apartadas con los de los grandes centros urbanos.

Si la Universidad es nacional por su presencia en el territorio y porque recibe a jóvenes de todos los rincones del país, lo es también por su propósito de conocer a Colombia. Ese ideal también quedó planteado desde su fundación. La Universidad Nacional heredó de la Comisión Corográfica el espíritu científico de recorrer, describir y descubrir el territorio colombiano con el propósito de fortalecer la unidad de la nación y promover el progreso económico. Por eso no fue casual que el primer rector de la Universidad fuera Manuel Ancízar, miembro clave de la comisión.

Esa pasión por conocer el territorio y a sus habitantes se mantuvo viva a través de los programas curriculares y de las investigaciones llevadas a cabo por estudiantes y profesores. En ese propósito, los Anales de la Universidad Nacional de los Estados Unidos de Colombia, revista fundada en 1868, resultó fundamental. Ella retomó de los jóvenes ilustrados de finales del siglo XVIII y XIX la tradición de publicar artículos sobre geología, geografía, biología, literatura o artes en periódicos y revistas, que ha caído en desuso por las vicisitudes políticas de la república.

Pese a los pocos recursos económicos y a la carencia de instrumentos, en Anales aparecieron incipientes investigaciones y mediciones del territorio colombiano como las alturas de los centros urbanos tomados con el hipsómetro, creado por el sabio Caldas, o la descripción de los Llanos Orientales llevada a cabo por Jenaro Balderrama, catedrático de botánica de la Nacional, en su artículo ‘El meta y las llanuras de San Martín’ en 1869. Esta tradición hoy en día se mantiene gracias a la publicación de decenas de revistas científicas propias, de investigaciones, tesis o ensayos.

Era tal el orgullo que sentía la elite del Olimpo Radical por la misión de la Universidad de conocer y construir la nación, que en 1874 el presidente Santiago Pérez Manosalva dijo: “La Universidad Nacional crece cada día en reputación por la competencia y profundidad de sus enseñanzas y es mirada, por todos los sinceros amigos de la unión y del progreso intelectual, con cariño y respeto, porque corresponde con usura a aspiraciones de alto interés a saber: estrechar la unión, afirmar la integralidad nacional y levantar el nivel intelectual de nuestros conciudadanos”.

A lo largo del siglo XX, con la profesionalización de las distintas ciencias, como la geografía o la geología, y con la llegada de exploradores e investigadores extranjeros, la misión de conocer al país se profundizó. En la interminable lista de viajeros y exploradores que contribuyeron a esta tarea se encuentra el ingeniero civil Tulio Ospina, el biólogo Enrique Pérez Arbeláez, el botánico Armando Dugand Greco, el geofísico Jesús Emilio Ramírez González, la antropóloga Virginia Gutiérrez de Pineda, entre otros, labor a la que se sumaron extranjeros como el geógrafo Ernesto Guhl Nimtz, el botánico Thomas van der Hammen, el etnólogo Paul Rivet y muchos más.

Pero los investigadores de la Nacional no solo se interesaron por conocer las regiones. A medida que tomaban fuerza las reivindicaciones de poblaciones tradicionalmente excluidas, como las comunidades indígenas y afrocolombianas, comenzaron a acercárseles a estas no como un objeto de estudio, sino para conocer sus culturas, aprender de ellas y, en muchas ocasiones, para defender sus demandas. Como lo explica la antropóloga Myriam Jimeno en el artículo que aparece en esta edición, los antropólogos de la Nacional jugaron un papel activo en el esfuerzo por defender los derechos de estas comunidades que finalmente quedaron consignados en la Constitución de 1991.

En la actualidad, no es exagerado decir que por todos los puntos de la geografía nacional han pasado estudiantes y profesores de la Nacional para desentrañar los secretos que esconde el territorio, para dialogar y aprender de las diversas comunidades o para ayudarlos a resolver algunos de sus problemas más importantes. Y lo han hecho no solo por la curiosidad científica, sino como dicen los estatutos de 1999, para “estudiar y analizar los problemas nacionales y proponer, con independencia, formulaciones y soluciones pertinentes, convirtiéndose así en conciencia crítica de la nación”. Esa tradición se mantiene desde hace 150 años y forma parte del legado que ilumina el camino que aún falta por recorrer.

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    Foto: Fotografía aérea 2003 Universidad Nacional

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    Foto: Archivo legado Manuel Ancizar

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    Foto: Colección Pizano

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    Foto: Guillermo Torres Revista Semana

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    Foto: Guillermo Torres Revista Semana

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    Foto: Guillermo Torres Revista Semana

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    Foto: Guillermo Torres Revista Semana

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional

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    Foto: Universidad Nacional