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Atrapados en Wuhan

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Atrapados en Wuhan

Texto: Paula Doria

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En una dramática situación, 14 colombianos se encuentran a la deriva en el epicentro del coronavirus en China. SEMANA habló con ellos y revela el calvario que están viviendo.


55.476

Personas están contagiadas en China.

1.400

Personas han muerto.

1.716

Médicos se han contagiado y seis murieron.

“Hacer mercado en Wuhan es como un intento de suicidio”. Lo dice Catalina Moreno, una estudiante colombiana de 25 años atrapada en la provincia china donde surgió el coronavirus, esa enfermedad que en menos de dos meses ha cobrado la vida de 1.400 personas y tiene en vilo a otras 60.000.

Lo que más le angustia a Catalina no es estar encerrada en su habitación. “Aunque me siento como en una cárcel, me produce pánico salir”. Antes de ir a la calle se pone tapabocas, se abriga muy bien porque aún están en invierno y camina diez minutos por las vías desoladas de Wuhan hasta un supermercado. “Me da miedo ver las calles tan vacías, pero me asusta más encontrar personas. Un día vi a unos viejitos que no llevaban tapabocas y me asusté mucho porque pensé: ¿Tienen el virus? ¿Por qué no se están cuidando?”.

Diez minutos parecen una eternidad, pese a que camina rápido y no se detiene un momento. Cuando llega al supermercado le angustia pasar la prueba de seguridad. Le miden la temperatura con un termómetro mientras su corazón se agita. “Si tienes fiebre, te pueden llevar a un centro médico, el último lugar al que quisieras ir porque tienes más riesgo de contagiarte”. De hecho, 1.716 médicos ya contrajeron el virus, según las autoridades de ese país, y seis de ellos han muerto, incluido el que alertó sobre el brote. “Yo fui a un hospital en China cuando llegué hace cinco meses a hacer una maestría en administración”, relata Catalina. La joven describe el martirio que significaba estar en estos centros de salud, cuando la emergencia aún no había sacudido al gigante asiático. “Hay hacinamiento. El médico te atiende por grupos de cuatro personas. Si eso era así cuando no había este virus, no me quiero imaginar cómo será ahora”.

Ya en el almacén, Catalina siente un poco de alivio. Pero evita acercarse a las personas y no compra verduras, frutas ni carnes o pescados. Hubo sospechas de que el virus provenía de un mercado de alimentos de mar que fue sellado de inmediato. Días después las autoridades descartaron que ese fuera el origen del brote. Sin embargo, muchos prefieren evitar el riesgo y dejaron de comer carne. Ahora solo compran cereales, legumbres y comida enlatada. Cuando Catalina sale del supermercado, al igual que todos, camina rápido. Y cuando por fin entra en su casa, se quita la ropa, la desinfecta y se lava las manos y la cara.

En los primeros días del virus algunas personas estaban tan preocupadas que incluso llegaron a congelar la ropa antes de lavarla o salir totalmente cubiertos de plástico a la calle.

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Para salir a las calles el uso de tapabocas es obligatorio. Solo se puede ir al mercado una vez por semana y demorarse máximo una hora.

Crédito foto: AFP

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Catalina moreno

Catalina forma parte del grupo de 14 colombianos atrapados en esa o en ciudades aledañas. Su clamor al gobierno de Iván Duque para que envíe un avión por ellos, como han hecho otros países, ha conmovido a miles. Esos compatriotas están atrapados en la peor emergencia de salud del planeta a inicios de siglo, para la cual todavía no hay una respuesta. Pero en este momento todo está cerrado: los aeropuertos, las terminales, las universidades, las escuelas, las oficinas, el comercio. Solo abren los supermercados y las farmacias que tienen permiso del Gobierno. El embajador en China, Luis Diego Monsalve, explica que el 5 de febrero intentaron trasladar a los colombianos a otra ciudad por una vía terrestre, pero no lograron conseguir la autorización.

El Gobierno ha dicho que como el trayecto de China a Colombia es tan largo habría que hacer escalas y pedir permiso en otros países. “Cuanto tengamos noticias les avisaremos”, aseguraron. Luz Marina Correa, madre de uno de los estudiantes atrapados en Wuhan, considera que “el Gobierno se durmió” con los permisos. “¿Cómo es posible que otros países de América Latina sí lograran sacar a sus connacionales y Colombia no?”, se pregunta ella.

Para Catalina Moreno, salir a la calle “es un intento de suicidio”. Hace unos días salió y se encontró con unos ancianos que no llevaban tapabocas. Le angustió pensar que no lo usaban porque ya estaban contagiados.

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Alberto Pérez

Alberto Pérez, de 26, lleva tres años en China. Dice que adora a Wuhan: “Esta ciudad me enseñó que soy capaz de muchas más cosas de las que creía”. Es ingeniero químico y está haciendo su maestría en la Huazhong University of Science and Technology. A finales de diciembre del año pasado empezó a recibir cadenas de Wechat —el WhatsApp chino— sobre un peligroso virus que causaba neumonía. Él no le prestó mucha atención y celebró el año nuevo en un concierto que ofrecía la sinfónica de Wuhan. “De haber sabido que era tan peligroso, jamás me hubiera expuesto de esa manera”, dijo.

En los primeros días de enero la universidad envió un comunicado donde les recomendaba a los estudiantes quedarse en sus casas. El 22 de enero recibió un chat que advertía que iban a cerrar la ciudad. “Pensé que era una noticia falsa, pero de todas maneras compré un pasaje para salir de Wuhan al otro día. Pero media hora antes de abordar cancelaron los vuelos. Corrí a una terminal para ir a alguna ciudad cercana. Estaba cerrada. Fui a varias estaciones de bus, pero tampoco. Me quedé encerrado en la ciudad”.

Cuando Alberto llegó a su habitación, en una residencia universitaria, le aterró la idea de no tener cocina. Los supermercados en esos días solo vendían alimentos para cocinar. Cuando fue a comprar algo, tampoco había mucho. Los primeros que llegaron se llevaron los enlatados, las galletas, los dulces, los cereales. La buena noticia era que la universidad les haría llegar dos o tres comidas al día.

Después al joven le preocupó no poder comprar más tapabocas y alcohol para limpiar su cuarto. “En los primeros días, las farmacias subieron los precios de todo en un 300 por ciento y yo tengo el dinero medido porque soy becado y vivo de la asignación del Gobierno chino que me alcanza para lo necesario. Pero las autoridades reaccionaron muy pronto y empezaron a cerrar las tiendas que se estaban aprovechando de la situación”, recordó. Sin duda, Alberto vivió el peor momento cuando prohibieron salir de las casas; en su caso, de su habitación. En su edificio solo pueden salir una vez a la semana, máximo por una hora. Pero él ha preferido quedarse encerrado. “Trato de concentrarme en mi tesis o escucho música, desde clásica hasta algo actual como Adam Smith. También trato de hacer un poco de ejercicio, pero es muy tedioso estar entre cuatro paredes todo el día”. A Alberto lo agobia, además, que casi todos sus amigos se han ido. A los estadounidenses los evacuaron el 30 de enero, solo siete días después de que cerraron la ciudad. Todos los europeos se han marchado y algunos africanos también.

A esa angustia se sumó que esta semana abrieron un centro de diagnóstico frente a su edificio. China ha dispuesto varios lugares para atender la crisis sanitaria e incluso lograron construir centros médicos en apenas 10 días. “Nunca sentí el riesgo de contagiarme como ahora. La universidad nos envía una lista de lo que venden supermercados cercanos. Uno elige lo que quiere comprar, paga y los supermercados te hacen llegar los alimentos para que no salgas. Tengo atunes, granos, galletas y chocolates”.

“Solo quedamos los latinoamericanos. Realmente me molesta la incapacidad de los gobiernos para sacarnos de acá”.

Alberto Pérez

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Todos los días funcionarios del gobierno limpian las calles y los edificios con clorox. A veces el olor les irrita los ojos y puede llegar a ser molesto. Sin embargo, no deja de ser un alivio para muchos.

Crédito foto: AFP

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El virus el altamente contagioso. Se han confirmado casos de coronavirus en

26 países


Entre ellos: Singapur, Corea del Sur, Australia, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia y Emiratos Árabes.

Alberto dice que al embajador no le pediría nada. “Se comunican todos los días con nosotros, han estado pendientes. Nos envían tapabocas. Pero necesitamos que el Gobierno determine un plan de evacuación porque cada día la situación es peor”. Solo el 13 de febrero las autoridades chinas informaron de 14.840 casos de infección en esa ciudad, casi 10 veces más que el día anterior, y 242 muertes en la provincia de Hubei, la zona más afectada, cuya capital es Wuhan. El virus es altamente contagioso. Ya hay 26 países con reportes de virus, entre ellos Singapur, Corea del Sur, Australia, Canadá, Estados Unidos, Alemania, Francia, Reino Unido, Rusia y Emiratos Árabes.

María Fernanda Guerrero es una de las colombianas más jóvenes en Wuhan. Tiene 20 años y estudia desde hace cinco meses un pregrado en Economía. Siempre había estado interesada en los negocios y le pareció que China era el mejor lugar para eso. Dice sentirse abrumada y abandonada. “Muchos de mis amigos estadounidenses, franceses, polacos y libios ya están siendo evacuados. Me pregunto: ¿yo por qué sigo acá?, ¿no le importo a mi Gobierno?”.

Sus amigas de Costa Rica y República Dominicana consiguieron cupo en un avión ucraniano que salió esta semana para pasar la cuarentena en ese país. “Ya no hay excusa de que hay que atravesar todo el continente. Solo pedimos que nos saquen del foco de la epidemia”, asegura.

Muchos de ellos incluso se han ofrecido a pagar para devolverse. “Hasta el momento ninguno de nosotros está contagiado, pero si seguimos dando largas, quién sabe”.

Ya hay 17 ciudades cerradas en China y otros 3.000 colombianos están a lo largo y ancho de ese país, cada vez más angustiados.

María Fernanda, al igual que Alberto, evita salir del edificio. También limpia todo con alcohol y se ocupa en mantener su habitación muy limpia. Sus clases empezaron el 17 de enero en forma virtual. Los estudiantes se conectan por su computadora y reciben las lecciones, aunque es difícil concentrarse.

En cuanto a la comida, confiesa que la angustia le ha quitado el hambre: “Pero luego pienso que no le puedo sumar enfermarme. Así que me obligo a comer. Pero por mi mamá no recibo la comida de la universidad. Ella dice que no sabemos quién la cocinó ni si en el trayecto se contaminó”.

Y enfermarse puede generar mucha angustia para cualquier persona en China, porque significa perder la esperanza de salir por un buen tiempo y por terminar en los hospitales donde ya han muerto cientos por la misma causa. “Puede ser que uno no tenga nada grave, pero si lo llevan al hospital se expone”, relata María Fernanda.

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Los jóvenes no han podido salir de esa ciudad porque los aeropuertos en Wuhan están cerrados. La única opción es que el gobierno les envie un avión desde Colombia. El presidente Duque anunció que lo harán el 22 de febrero.

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Muchos de los que están en China hoy sufren paranoia porque los síntomas del coronavirus, bautizado COVID-19 por la Organización Mundial de la Salud, pueden parecerse a otras patologías normales en los seres humanos: fiebre, tos y dificultad para respirar. Algo tan normal como un estornudo es un serio motivo de alerta.


20

millones de personas están en cuarentena en China.

243

personas murieron en solo un día en Wuhan.

Este patógeno proviene de la familia de coronavirus, una larga cadena frecuente en especies como camellos, vacas, gatos y murciélagos. Los que han terminado por contagiar a los humanos son el síndrome respiratorio de Oriente Medio (Mers), que apareció en 2012, y el síndrome respiratorio agudo severo (Sars), que apareció en 2003 y mató a 800 personas.

El COVID-19 es nuevo y, al parecer, mucho más potente que los dos anteriores. Las propias autoridades no tienen certeza sobre qué lo originó ni hay una cura todavía. El tratamiento consiste en que el mismo sistema inmunológico lo ataque, así que recomiendan mantener hidratados y bien alimentados a los pacientes, darles oxígeno y reposo. En algunos casos han usado algunos medicamentos para otros virus, pero hasta ahora no hay un tratamiento definitivo. La comunidad médica internacional está volcada en encontrar una vacuna, pero ha advertido que no estará lista en menos de ocho meses.

Las autoridades tampoco han establecido la forma de contagio. La mayoría de los virus saltan en estornudos o tos, pero ya hay personas infectadas que no presentan estos síntomas. Así que algunos investigadores creen que se puede transmitir por contacto. Algunos, de hecho, pueden tener el virus sin saberlo y pueden poner en riesgo a otros. De ahí la angustia por la falta de información al respecto.

Una de las cosas que les entristece a los colombianos es ver cómo sus amigos de otras nacionalidades se van mientras ellos siguen esperando.

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Carlos Ceballos

Jaime Ceballos, padre de Carlos Andrés, uno de los jóvenes becados en ese país, habla del drama que viven no solo los que están en China, sino también los familiares. “Hay grandes dificultades para comunicarnos, ha habido escasez de alimentos y algunos han experimentado episodios de desesperación y depresión por el encierro y el temor a ser contagiados. Nos sentimos impotentes. Hemos presentado un derecho de petición, pero no tenemos respuesta. Aún no hay un plan de evacuación. Es desesperante esta situación (...) Le pedimos al presidente y a la ministra que los evacuen. Se trata de seres humanos que están representando bien a Colombia, pero el Gobierno los tiene olvidados”. Según relataron algunos de los familiares, esos episodios se ven reflejados en algunos gritos ensordecedores, en golpes a las paredes.

El hijo de Jaime, Carlos Andrés Ceballos, vive en Jingzhou, también en la provincia de Hubei, a una hora de Wuhan. Hace cinco meses cursaba muy feliz una maestría en arquitectura en Yangtze University y tenía un excelente grupo de amigos. Salió por última vez el 20 de enero.

“Me ha dado muy duro porque todo me estaba saliendo muy bien y a veces te haces preguntas (...) Trato de dormir hasta mediodía. Luego desayuno algo. No veo muchas noticias porque me deprimo. Solo consulto el sitio web del Gobierno para ver cómo aumentan las cifras”. Muchos esperan que la curva llegue a su punto más alto y empiece a descender. Pero hasta ahora eso no ha sucedido. Carlos vive en un apartamento con otros dos estudiantes, uno de Tanzania y otro de Mauritania. Casi no salen de sus habitaciones. En las noches conversan un poco y luego vuelven a dormir, porque aparte de eso no hay mucho qué hacer.

“Muchos países están evacuando a su gente. Y no son solo los ricos. Ya se han ido de Indonesia, Kazajistán, Argelia (...) Entendemos que es costoso, pero hay experiencias de otros países que se pueden tomar como ejemplo”. Para emigrar no es obligatorio hacerse un examen médico. Pero los países que han evacuado a su gente sí se aseguran de que quienes viajan no tengan ningún síntoma y que hayan cumplido el tiempo de cuarentena. Hasta ahora era de 14 días, pero que para los que no han podido evacuar lo han extendido. Quien esté enfermo no tiene posibilidades de abandonar la ciudad para evitar contagiar a otros.

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Wuhan Tiene 11 millones de habitantes y es la capital de Hubei, la provincia más apaleada por el coronavirus.

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Ledys Blanquiceth junto a su esposo Jeremy y su bebé

Quizá Ledys Blanquiceth y su familia tienen uno de los casos más complejos. Ella tiene 35 años y vive en China desde 2016 junto con su esposo Jeremy, profesor de inglés en una escuela de Wuhan. Tienen un bebé de 4 meses que nació con neumonía. A los tres meses empezó a recuperarse y ya respira sin dificultad. Pero ahora que ha mejorado, Ledys y su esposo temen por la salud de su pequeño. “Por fortuna todavía toma leche materna y solo un biberón de fórmula”, dice.

Desde que cerraron la ciudad su esposo ha ido una sola vez al supermercado. Cuando llegó lavó hasta las bolsas en las que traía el mercado. Luego se duchó, lavó la ropa y solo entonces se acercó a su esposa y a su bebé. Pero ya casi se acaba la comida y temen salir de nuevo. El edificio donde viven cada vez se siente más solo. Muchos se han ido. Jeremy es estadounidense, pero no envió a tiempo la documentación para salir de China. “No sabía que se iba a poner tan complicada la vaina (...) no pedimos esto por capricho, se trata de ayuda humanitaria”, explicó Ledys.

Mauricio Galvis, un barranquillero de 35 años, llegó a Wuhan hace cinco años. También aplicó a una beca de maestría en derecho internacional y se la ganó. Después de terminarla se quedó un año más a estudiar mandarín y aplicó a otra beca de doctorado, también en derecho internacional. Solo le falta un año y medio para graduarse. “Primero está la vida”, dice desde Barranquilla su mamá, Luz Marina Correa. Y no halla la hora en que su hijo regrese.

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Mauricio Galvis y María Gabriela Gutiérrez

Todos los colombianos se conocen. Tienen un grupo en Wechat para desahogarse, para animarse unos a otros. En ese grupo Mauricio constantemente hace un llamado a la calma. “Creo que puede ser peor. A mi me gusta mi casa. Vivo con mi pareja María Gabriela Gutiérrez”. Lo más difícil de llevar para él es lidiar con la angustia de sus familiares a los que les quiere transmitir calma. También lucha un poco con la rutina de limpieza con el cloro que puede irritar los ojos. Pero ahora proporciona un alivio, pues previene que el virus se propague. “Nosotros tomamos todas las precauciones posibles. Pero no sabemos contra qué estamos luchando”.

El jueves pasado, a eso del mediodía, los colombianos recibieron un correo en el que la embajada les ofrecía acompañamiento psicosocial. Les preguntaron si tienen acceso a internet y a aplicaciones como WhatsApp o Skype. También les pidieron documentación migratoria: el registro de Policía (un formato que llenan cuando llegan a China, con todos los datos personales), y el paz y salvo de la universidad. Aunque el correo los ilusiona, para algunos la embajada debió hacer ese proceso mucho antes.

El viernes algunos salieron a comprar comida no perecedera para poder aguantar por un buen tiempo por si se agrava la situación. Muchos ya no se sienten optimistas. Esperan resistir el mayor tiempo posible sin salir de sus casas, El presidente Iván Duque finalmente se pronunció el viernes a mediodía. Aseguró que la Cancillería traerá a los jóvenes el 22 de febrero. Ellos esperan que esta vez las promesas se hagan realidad.

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