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Antes de la pandemia el médico internista Carlos Pacheco tenía su agenda de consultas a reventar. Empezaba la jornada a las 7 de la mañana y terminaba doce horas después. En un día atendía mínimo 30 pacientes, pero desde que empezó la crisis sanitaria por el coronavirus no cuenta más de diez. “El trabajo se redujo un 70 por ciento desde abril y con los meses ha aumentado, pero hoy aún no llegamos al 50 por ciento de lo que veíamos antes”, dice.
Su situación contrasta con la de otros colegas en los centros de salud colapsados por la emergencia. Él apenas trabaja media jornada y junto a otros cardiólogos se turna los días para ir al consultorio. Pacheco es uno de los tantos médicos en Colombia que reportan una caída alarmante en el número de consultas en ciertas especialidades.
Una reciente encuesta del Observatorio Pulso del Consumidor de Sinnetic encontró que cerca del 71 por ciento de los encuestados ha pospuesto citas o procedimientos médicos durante la pandemia. El 62 por ciento reporta haber aplazado citas de medicina general, el 41 por ciento con especialistas, y el 20 por ciento pospuso inmunizaciones o vacunas. Además, el informe muestra que 41 por ciento han postergado exámenes de laboratorio, lo que implica una desaceleración en el diagnóstico de enfermedades.
Según Gabriel Contreras, CEO de Sinnetic, en algunas especialidades como dermatología, que resultaron muy afectadas por la pandemia, muchos de los casos pueden esperar. Pero no sucede lo mismo con las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), que son sensibles al tiempo: si no se manejan oportunamente pueden deteriorar gravemente la salud del paciente e incluso llevarlo a la muerte.
Según el estudio de Sinnetic, estos son los porcentajes por especialidad en los que las personas han pospuesto su derecho a salud durante la pandemia. Sólo 33 por ciento accede a teleconsulta y 42 por ciento de las especialidades no tienen atención virtual.
Es el caso de la enfermedad cardiovascular, que comprende desde infartos hasta accidentes cerebrovasculares, hoy la principal causa de muerte en el mundo. Las estadísticas más recientes, de 2017, muestran que en el mundo murieron 17 millones 800 mil personas por ellas. “Pero llegó la pandemia y los hospitales quedaron vacíos de estos pacientes”, dice el cardiólogo Darío Echeverry. En cambio, ahora ven infartados de hace 12 horas, lo cual vuelve sus casos más complejos. “Llegan tardíamente, llenos de trombos, sin sus terapias, y reconstruir en una hora lo que han perdido durante meses es difícil”, dice.
Con el cáncer pasa algo similar. En el caso del de mama, próstata y otros que tienen medios de diagnóstico oportuno, muchas personas han pospuesto su chequeo habitual. Eso podría llevar a un aumento de detección en etapas avanzadas, cuando son más difíciles de tratar. Las cifras del Instituto Nacional de Cancerología (INC) registran que desde marzo de 2020 viene cayendo de forma significativa el número de pacientes oncológicos. Abril fue el mes más crítico: hubo una caída del 52 por ciento, al pasar de 9.708 pacientes a 4.688. Para junio todavía bajó la atención en 37 por ciento.
Los datos también indican que de marzo a junio hubo 43 por ciento menos consultas, y lo que resulta más preocupante: las quimioterapias disminuyeron más del 47 por ciento en esos meses. Y como dice Carlos Castro, director médico de la Liga Colombiana Contra el Cáncer, “un cáncer detectado a tiempo se puede curar, pero sin atención adecuada por seis meses puede significar la muerte”. También han afectado la atención de la enfermedad los retrasos en la entrega de medicamentos y la dificultad para acceder a cierto tipo de radioisótopos que no se producen en el país y solo llegan por vía aérea.
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Durante el primer semestre de 2020 cayó un 40%la atención de pacientes en radioterapia, se hicieron 27,1% menos cirugías y el número de consultas bajó un 27%.
Lo mismo sucede con el infarto. Con cada minuto de tardanza en el tratamiento la mortalidad se multiplica, así como el deterioro de la función cardiaca. “Aunque operemos y pongamos ‘stents’ ese corazón se va recuperar muy poco porque ya se murió parte del músculo”, dice Echeverry. Hay situaciones que no dan espera: una personas con dolor de cabeza y vómito y visión borrosa puede tener un tumor; el dolor en pecho, y la opresión en un paciente diabético y fumador, es una señal ominosa y perder peso puede estar detrás de una enfermedad compleja.
Joaquín Luna Ríos, director científico de la Clínica Reina Sofía dice que la acumulación de las cirugías retrasadas también sería una bomba de tiempo. Solo en su hospital los procedimientos quirúrgicos han caído 50 por ciento. El impacto ha sido mayor en las cirugías programadas, sin embargo la demanda de cirugías vitales hoy es poca.
La Clínica Mayo publicó en abril una lista de los síntomas que no dan espera y en cuyo caso hay que consultar a un médico lo más pronto posible.
Adelgazamiento repentino
Fiebre persistente
Falta de aire
Destellos de luz
Pérdida de apetito
Confusión o cambios de personalidad
Cambios intestinales
Opresión en el pecho
Fuente: Estadísticas Vitales 2019
“Dónde están los pacientes? ¿Será que no salir de las casas, tener menos contaminación y tráfico y comer menos en restaurantes estabilizó la enfermedad cardiovascular?”, pregunta Echeverry. No hay una sola respuesta, pero resulta obvio que el miedo al contagio ha provocado que muchas personas dejen de consultar o acudir a sus citas con regularidad y abandonen sus tratamientos. “De los que llaman, la mitad cancela o no llega”, asegura Pacheco. “Otros se fueron a fincas y así es más difícil comunicarse”, agrega.
Según Contreras, también influyen los despidos pues al perder el empleo también termina la cobertura en el sistema de salud. “Y mientras hacen la transición o se inscriben al sisben no tiene cómo ir a consulta”, dice. Asimismo cree que parte de la gente que perdió su trabajo se devolvió a sus lugares de origen donde puede ser más complejo acceder a la salud.
No solo el encierro dificultó las cosas. Echeverry cuenta el caso de un infartado al que atendió tarde porque vivía solo y no tenía quien lo llevara a urgencias. Sus hijos, aislados por la cuarentena en sus propias casas, le recomendaron una agüita aromática y esperar, lo cual empeoró su situación. Jackeline Baena, cirujana de la Clínica de las Américas en Medellín, relata que hace unas semanas atendió el caso de un ginecólogo con dolor abdominal que creyó tener covid y se aisló en un hotel y tomó analgésicos. Días después llegó a urgencias con una apendicitis complicada.
Pero según Contreras, también influyen los despidos pues con la pérdida del empleo también se acaba la cobertura en el sistema de salud “y mientras hacen la transición o se inscriban al sisben no tiene cómo ir a consulta”, dice. Asimismo creen que una proporción de la gente que perdió su empleo se devolvió a sus lugares de origen y en esos sitios puede ser más complejo lograr el acceso a la salud. Por último, es un hecho que muchos médicos, en especial dermatólogos, odontólogos y expertos en medicina alternativa cerraron sus consultorios.
Las enfermedades infecciosas también amenazan con regresar en medio de la pandemia. Algunos expertos temen que el mundo retroceda 20 años en los progresos en estos frentes. Según la UNAIDS, 80 por ciento de la tuberculosis, el VIH y los programas de malaria en el mundo han tenido interrupciones en el servicio. Y una en cada cuatro personas que viven con VIH ha reportado problemas de acceso a medicinas, lo que podría producir resistencia de estos fármacos en el futuro. El problema más inquietante son los nuevos diagnósticos. Según un artículo del diario The New York Times, en India, donde se encuentra 27 por ciento de los casos globales de tuberculosis, el diagnóstico ha bajado 75 por ciento desde que empezó la pandemia.
¿Qué dice el Ministerio de Salud?
Según Andres Olaya, gerente del programa de sida de Enterritorios, la prevención ha sufrido en Colombia por el encierro. “Hay 37.000 infectados que no lo saben o no reciben tratamiento y esto favorece la transmisión del VIH”. La tuberculosis tiene una relación estrecha con este virus pues la mayoría de pacientes con sida muere por esta causa, con el agravante de que es más contagiosa que el propio VIH. Francisco Castellanos, director de la Organización Defensa del Paciente en Colombia, asegura que durante la pandemia las quejas de personas con enfermedades crónicas, cáncer y VIH han crecido un 200 por ciento. “No se entregan medicamentos a domicilio de acuerdo con las normativas del gobierno nacional, no hay acceso a pruebas diagnósticas, ni consultas especializadas”.
En todo el mundo han identificado este fenómeno. Echeverry habló con colegas de Italia, Canadá, Estados Unidos y todos reportaron haber tenido un bajón en sus consultas, incluso en casos prioritarios como el infarto o el cáncer.
En junio, un reporte de la Organización Mundial de la Salud (OMS) encontró que 53 por ciento de los 155 países encuestados han interrumpido parcial o totalmente los servicios de tratamiento de la hipertensión; 49 por ciento de la diabetes y las complicaciones relacionadas con dicha enfermedad; 42 por ciento del tratamiento del cáncer y 31 por ciento de emergencias cardiovasculares. Además, en 94 por ciento de los países, el personal de salud que trabaja en el área de las enfermedades crónicas no transmisibles (ENT), las que más mortalidad generan en el mundo, fue reasignado parcial o totalmente a apoyar al covid-19.
Los más vulnerables frente a este nuevo panorama son los pacientes crónicos y mayores de 70 años. Pero los expertos creen que podrían estar más en peligro quienes no han sido diagnosticados. Esto resulta preocupante pues las ENT matan a 41 millones de personas cada año, lo que equivale al 71 por ciento de las muertes a nivel mundial.
Es previsible que esas cifras aumenten significativamente y países como Reino Unido ya empiezan a verlo. El Departamento de Salud y Atención Social y el gobierno de Gran Bretaña encontró en un informe reciente que en los primeros seis meses de la pandemia hubo alrededor de 25.000 muertes prevenibles debido a retrasos en la atención médica. Para finales de 2020 los expertos estiman que, en el peor de los casos, la cifra llegará a 200.000 fallecidos en ese país debido a estos retrasos y otros efectos económicos y sociales causados por el virus.
“No tenemos estudios, pero es probable que aumente la mortalidad en ciertas enfermedades”.
En Francia, país que ya superó los momentos más críticos de la pandemia, el Centro de Investigación Cardiovascular de París documentó en The Lancet que el número de paros cardíacos fuera del hospital se duplicó respecto a años anteriores durante el aislamiento. De esos, solo 33 por ciento fueron atribuidos al virus. La tasa de pacientes que murieron antes de llegar al hospital aumentó de 12,8 por ciento a 22,8 por ciento. Además, según el diario Le Monde casi 1,1 millones de actividades quirúrgicas fueron pospuestas y procedimientos como el trasplante de riñón se detuvieron por dos meses.
En Colombia aún no hay cifras exactas de este impacto, pero el Ministerio de Salud indica que entre enero y junio la cantidad de consultas médicas generales y especializadas disminuyó 40 por ciento. “Pasamos de un promedio de 25 millones de consultas en 2018 y 2019 a hacer 18 millones en 2020”, dice el viceministro de Salud Alexander Moscoso.
1. Enfermedades isquémicas del corazón
2. Enfermedades cerebrovasculares
3. Enfermedades crónicas respiratorias
4. Infecciones respiratorias agudas
5. Enfermedades hipertensivas
6. Diabetes Mellitus
7. Enfermedades del sistema urinario
8. Enfermedades del sistema digestivo
9. Tumor maligno de los órganos digestivos y del peritoneo (excp. Estómago)
10. Tumores malignos de otras localizaciones
11. Tumor maligno de la mama de la mujer
Fuente: DANE. Estadísticas Vitales 2019
Denise Silva, director de Pacientes Colombia, explica que a junio de este año cerca de 10 millones tendrían que estar recibiendo prescripciones de medicamentos. Pero las cifras de Acemi indican que eso solo ocurre en el 54 por ciento de los casos. “Cuando salgamos de esto entraremos a otra crisis que generará un mayor número de muertos que el covid 19”, dice.
Germán Reyes, médico y presidente de la Asociación Médica Sindical de Antioquia (ASMEDAS), advierte que los pacientes están muriendo en las casas, pero según el Dane solo en septiembre estará listo el reporte con cifras de mortalidad según la patología.
Ante las limitaciones en la citas han crecido nuevos modelos de atención como la teleconsulta y la domiciliaria. Moscoso asegura que pese a que las consultas convencionales cayeron más de la mitad, el país ha hecho 30 millones de consultas médicas con estas modalidades. Pero la telemedicina no resuelve todo y, según el cardiólogo Pacheco, a largo plazo esto no es sostenible pues algunos requieren chequeos presenciales. Además no todos los pacientes manejan bien la tecnología y en muchas zonas del país no existen los recursos necesarios para una teleconsulta. Esto ha hecho que sólo 25 por ciento de los encuestados del estudio de Sinnetic hayan asistido a la cita con su médico por plataformas virtuales.
Algunos hospitales han tratado de habilitar un ala de sus instalaciones para que los pacientes no covid puedan ir sin miedo a contagiarse. Eso hizo la fundación Cardioinfantil en Bogotá, lo que les permitió continuar con servicios no covid. Aún así, según Echeverry, están en 50 por ciento del volumen normal de atención. El viceministro Moscoso asegura que hoy ya están abiertas la mayoría de especialidades, con excepción de algunas ciudades donde el pico aún es alto. Sin embargo, como ha sucedido en otros países, es posible que a los centros de salud les lleve meses retomar su ritmo.
Es necesario decirle a la gente que las enfermedades no están en cuarentena. “No es que las apendicitis desaparezcan, tarde o temprano tendremos que atenderlas, pero será en un grado más avanzado”, dice Joaquín Luna Rios, director científico de la Clínica Reina Sofia.
¿Qué dicen los pacientes?
Además estas demoras podrían costarle mucho al país pues “un paciente tratado oportunamente vale 100 pesos, pero con demoras puede costar 130,”, dice Humberto Jiménez, presidente de la Clínica Shaio en Bogotá. Así, la acumulación de estos retrasos podría volverse una bomba de tiempo que genere mayores costos al sistema de salud y una ola de muertes peor a la del covid-19.