Sentado bajo una carpa de tela, el sargento de la Guardia Nacional, vestido de uniforme verde, y con el arma guindando al hombro, revisa los papeles de quien entra y sale de Puerto Páez. Copia a mano el nombre y el número de identificación de la persona en un libro de registro. Intenta comunicarse con sus superiores porque él, que solo hace control en el puerto, no está autorizado para dar declaraciones a ningún periodista. Es día festivo en Venezuela y parece que sus superiores están descansando porque no logra comunicarse con ellos. No se siente cómodo con las preguntas, pero finalmente accede a contestarlas.
¿Cuántas personas entran a Puerto Páez a diario? Unas 100. ¿Qué vienen a hacer en Puerto Páez? Comprar víveres, verduras. ¿Qué documentación les pide cuando llegan? La cédula o el pasaporte. ¿Y cómo revisan lo que entra o sale de aquí? Hay un control del equipaje. La gente puede comprar lo del día, pero ya si van a comprar neveras, lavadoras, eso es otra cosa. Tienen que tener sus permisos de exportación. (Aclara, sin embargo, que eso no es con él, que para eso están sus compañeros del SENIAT, el organismo equivalente a la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales colombiano). ¿Y cómo controlan que no vendan gasolina para el lado colombiano? La gente puede comprar la gasolina que necesita solo para alimentar el motor, pero no para llevar. ¿Pero ustedes saben que sí se vende, de todos modos? El problema es que en zonas de trocha no tenemos el control. ¿Y cuál es la sanción para los que agarran contrabandeando gasolina? Se le decomisa y les obliga a pagar una multa.
Mucha de la gente que vive en Puerto Páez, en teoría son unas 5 mil, viven del contrabando y del comercio, dice don Bartolo, nacido y criado en este pueblo, ubicado justo al frente de Puerto Carreño. Dice que él no se dedica a eso porque siembra algodón y pesca, pero se queja de la Guardia Nacional cuando se pone a molestar a la gente. “Los colombianos son los que dejan el real aquí, pero últimamente el gobierno les echa mucha vaina, ” dice.
La Guardia, al parecer, ha incrementado los controles y van a aumentar aún más. La guardia no sólo está más pilas de que no estén contrabandeando gasolina, sino que no estén llevando grandes cantidades de cerveza, arroz, o harina pan. Al preguntarle si los que están en el “bachaqueo” de alimentos son colombianos o venezolanos, dice que son “los dos”, porque en la región no hay nada más de que hacer.
Desde su hamaca, colgada en el centro del patio delantero de su casa, don Bartolo se mece y se queja de la pobreza del lugar. Frente a su casa juegan 3 niños descalzos, que corretean por una vía a medio asfaltar. Aunque el pueblo cuenta con todos los servicios básicos, agua, luz, alcantarillado, no tiene alcaldía y no tiene un muelle. Las lanchas que traen a los compradores colombianos sencillamente los dejan en la orilla.
En una de las tiendas cerca de donde desembarcan los pasajeros, trabaja José Padierna, verdulero oriundo de Abreaquí, Antioquia. “¿Sabe dónde queda eso?” Explica a quienes están en la tienda que su pueblo natal está lejísimos. Padierna trae verduras hasta Puerto Páez en un camión desde San Cristóbal, allá cerca de la otra frontera, la que limita con Norte de Santander. También se queja de que este año la Guardia Nacional está molestando más que nunca, y dice que no tienen por qué hacerlo, si los que van a Puerto Páez son colombianos que compran la comida del día. El plátano que vende él cuesta 6 bolívares, en Puerto Carreño lo consiguen a 1000 pesos. “Aquí se vende, porque lo que traen desde Bogotá, llega malo”.
Puerto Páez (Venezuela)
Más control, menos trabajo
El gobierno venezolano anunció mayores acciones de la Guardia Nacional contra quienes viven del contrabando.
En las tiendas y almacenes cerca el puerto los colombianos compran sus víveres.
Don Bartolo ha vivido más de 30 años en Puerto Paéz y dice que aún no llega el progreso.
Las verduras que venden aquí son traídas desde San Cristóbal.
Frente a este mural de integración está el puesto de control de la Guardia Nacional.