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SUECIA

42 LA MANO AMIGA DE LA PAZ Pensando en el posconflicto, Suecia y Colombia cooperan para poner al ser humano en el centro de los escenarios de desarrollo, por medio de una cultura de reconciliación. den los derechos humanos existen gracias a la cooperación de Suecia con Colombia. “Sin Suecia nosotras no existiríamos. Más allá de lo económico, lo importante es que ese país nos ha respaldado con su presencia en los Montes de María. Las embajadoras siempre han venido a nuestra región y han dicho: ‘A estas mujeres no las pueden tocar: ellas están con nosotros”, explica Mayerlis Angarita. Suecia ayuda a Colombia construyendo paz en los territorios, promo-viendo soluciones entre empresarios y sindicatos, y respaldando a las víc-timas, a los defensores comunitarios, a los indígenas y a las comunidades afrocolombianas. También lo hace articulando programas con las Nacio-nes Unidas, defendiendo a las mujeres, tejiendo redes entre campesinos, apoyando los diálogos con los paramilitares y, hoy, el acuerdo entre el Gobierno y las Farc. Además, trabaja para impulsar la justicia transicio-nal, salvaguardando a los niños en el conflicto y creando fondos para la sociedad civil. A diferencia de la ayuda que otros países le otorgan a Colombia, la de la cooperación sueca tiene una característica especial y es que promueve A pesar de que han intentado asesinarla a bala dos veces, en 2012 y 2015, Mayerlis An-garita Robles sigue haciendo aquello que a los violentos atemoriza: revelar los vejáme-nes de la guerra que la ha tocado a ella y a los habitantes de los Montes de María (Bolívar y Sucre). A los 36 años y nacida en San Juan Nepomuceno, es una de las principales líderes de víctimas de la Red de Mujeres Narrar para Vivir, una organización de 840 integrantes que, a través de relatos orales, cuentan sus historias y plantean soluciones pacíficas a la guerra. Entida-des nacionales y extranjeras que defien- FOTOS: CORTESÍA EMBAJADA DE SUECIA Suecia


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