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SUECIA

sible vivir allí, pero no: los enemigos de la democracia me querían más lejos. Por amenazas tuve que salir intempesti-vamente al Perú, sola, sin mis hijos. Tampoco allí pude que-darme, así que, forzada a cruzar el océano, llegué a Suecia: el país donde se premian la paz, la ciencia, las buenas letras y se cultiva la democracia. El traslado intempestivo a esa tierra nueva me sometió a presiones enormes. Los retos fueron demasiados: apren-der una nueva lengua, adoptar nuevas costumbres, manejar nuevos códigos de conducta, para no hablar de la reubica-ción laboral y la adaptación a un clima rarísimo para una caribeña. El impacto emocional fue duro y me vi enfrentada a sentimien-tos nunca antes vividos. La pérdida de identidad, la sensación de no per-tenencia, de transitoriedad, la trans-culturación, el deseo de recuperar lo perdido y el afán constante por reha-cer los vínculos rotos abruptamente eran cuestiones de gran complejidad. Pero, sin duda, las nostalgias eran lo más tormentoso. Así viví 26 años en Suecia. Allí se criaron mis hijos, que hoy son tres ‘suecolombianos’ entre los muchos inmigrantes latinoamericanos. La vida laboral no fue fácil al principio. Al llegar en 1989, Suecia pasaba por una baja coyuntura, con desempleo elevado. Mi condición de inmigrante con formación acadé-mica limitaba mis oportunidades de empleo; solo era posi-ble encontrar trabajos que exigían poca calificación. Pero nunca afrontamos premuras. En realidad, el programa de asistencia y apoyo a los exiliados es generoso en logística y cubre todos los aspectos relacionados con las necesida-des básicas. Todo en las mejores condiciones. Los niños son atendidos con prioridad. La atención a los ancianos o a las personas con discapacidad es igualmente importante. Las madres solas reciben también atención especial. Aunque tuve que esperar, logré ubicarme laboral y polí-ticamente. Logré ser profesora universitaria, pasando antes por la escuela primaria y secundaria. Fue una experiencia extraordinaria que me permitió conocer el sistema educati-vo a plenitud. La escuela sueca es excelente, la democracia en los centros educativos es esencial y se practica con rigor. Así mismo, la academia sueca es excelsa y el ambiente labo-ral es magnífico. También me vinculé a la política activa. Desde 2002 y hasta 2014 fui concejal en Aneby, en representación del par-tido socialdemócrata. En 2014 decidí promover el partido de izquierdas y fui elegida de nuevo al Concejo. Mi experien-cia fue enriquecedora: supe cómo funciona una democracia, cómo se administra lo público con eficiencia y transparencia, cómo es en la práctica eso de respetar los derechos humanos y mucho sobre la libertad de expresión y de pensamiento. En esa medida, Suecia fue una maravillosa escuela para mí. En cuanto al tema de política de refugio político, Suecia no discrimina entre unos y otros. Nada importa la perte-nencia política, social, económica o religiosa del solicitante de asilo. Para la Unión Patriótica no había pues un progra-ma especial, pero dentro de los planes de acogida llegaron cerca de 600 personas pertenecientes a la UP a partir del año 1986. Hubo un grupo especial de 49 adultos y niños de la UP provenientes del departamento del Cesar que llegaron en-tre 1992 y 1994, con asilo aprobado en Bogotá. Esto, gracias a la gestión que hicimos los pri-meros exiliados en Suecia. Los demás militantes de la UP llegaron a través de otros medios, la mayoría apoyados en Bogotá por organizaciones defensoras de dere-chos humanos. Cerca de 3.500 personas, miembros de fa-milias colombianas, estaban asiladas en Suecia a comienzos de 2000. En los años siguientes llegaron también colom-bianos vinculados a grupos paramilitares, desertores de la guerrilla y de otros grupos de derecha, a quienes el go-bierno de entonces ayudaba a salir del país hacia Ecuador, El Salvador o Costa Rica y desde allí, con apoyo de Acnur, les buscaban llegar a un tercer país. Suecia acogió cerca de 1.200 de estos solicitantes. Algo que el Programa de Recepción de Refugiados no puede resolver tiene que ver con las dificultades personales del asilado, así como la significación y las implicaciones aso-ciadas al refugio político que muchas veces comprometen hasta la psiquis. Muy pocos suecos entienden que los con-flictos que estudian en la escuela están relacionados con la presencia de extranjeros en su país. Por eso, los prejuicios contra ellos son muchos y eso hace casi imposible la inte-gración a la nueva sociedad. La discriminación es usual y adquiere múltiples for-mas, a veces muy sutiles. Este tipo de cosas afecta más a los refugiados políticos, que generalmente son personas con formación académica. Por eso comprenden los com-portamientos sociales y saben interpretar las conductas ciudadanas y reaccionan. Pero, sin duda, Suecia es un país donde el exilio puede llevarse en mejores condiciones que en el resto de Europa. 49 A comienzos del año 2000, cerca de 3.500 colombianos estaban asilados en Suecia. CÁMARA HASSELBLAD Victor Hasselblad AB, hoy conocida como Hasselblad Imaco, es una empresa de origen sueco, con sede en Gotemburgo, dedicada a fabricar cámaras de formato medio desde la Segunda Guerra Mundial. Fue la marca usada durante las misiones espaciales del programa Apolo, incluida la que llevó al ser humano a la Luna por primera vez. Una larga amistad


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