Una larga amistad ¿Por qué los suecos tienen tan buen nivel de inglés? “UNO DE LOS FACTORES principales es que el entretenimiento y las actividades de ocio, en su mayoría, se desarrollan en inglés. La inmensa mayoría de las películas que pasan por la televisión sueca no están dobladas. En segundo lugar, el sueco tiene un gran parecido al inglés en lo que atañe a la gramática y a sus raíces, que vienen de las lenguas germánicas. Y a la par con las similitudes lingüísticas, los suecos empiezan a aprender este idioma desde que son muy pequeños, convirtiéndose en el segundo idioma. Finalmente, como el sueco es hablado en pocos países y como viajamos tanto, es fundamental aprender otro idioma que nos permita entendernos con el resto del mundo. En Suecia es posible comunicarse en inglés y hay más de 900 carreras y maestrías dictadas en este idioma”. 61 FOTOS: CHRISTINA GÓMEZ ECHAVARRÍA La primera pregunta es ineludible: ¿cuál es la verdad detrás de la llegada del conde a Colombia? “Una de las razones es que, luego de las gue-rras napoleónicas, había paz en Europa y era mal negocio para los oficiales. Aunque él tenía buena relación con el prín-cipe heredero, no veía un futuro militar en Suecia. Otra teoría es que no solo no era un buen negocio para los militares, sino que él, específicamente, había desarrollado una pa-sión por las apuestas que no resultó muy bien”, dice Thomas. Pero es más in-teresante aún saber por qué se quedó. Además de su cerca-na relación con Bo-lívar y de los altos cargos que ocupó en la cúpula militar y en el gobierno del país, Adlercreutz se enamoró y se casó en Carta-gena con María Josefa Díaz-Granados, hija de un coronel español con la que tuvo siete hijos. En una de las paredes del salón está también su retrato: blanca, de ojos oscuros. Sostiene en sus brazos a una niña recién naci-da, y a su lado se encuentra un pequeño rubio de 3 o 4 años. “Todo parece indicar que él murió a muy corta edad”, asegura Gustaf. Esa fue la primera desgracia que cayó sobre la novelesca vida del conde. En 1930, tras la muerte de Bolívar y con el enfrentamiento de bolivarianos y santanderistas por el poder, Ad-lercreutz tuvo que refugiarse en Jamaica y María Josefa se quedó en Colombia. “Cuatro de sus hijos, tres hombres y una mujer, fueron enviados a Suecia –agrega Gus-taf–, donde fueron criados por los hermanos de Federico”. Luego de su exilio regresó a Suecia y fue nombrado cónsul en Venezuela. Allí vivió con sus otros dos hi-jos, que murieron jóvenes. “Uno de ellos falleció de una neumonía a los 25 años. El otro lo hizo trágica-mente: salió a cazar y días más tarde encontraron sus restos en el bosque”, asegura Thomas. María Josefa jamás volvió a ver a su es-poso y a sus hijos. Pero, luego de la muerte del conde, en 1852, ella se casó y tuvo otros tres hijos con un militar de apellido Ucrós, quien, aparentemente, fue compañero y ami-go de Adlercreutz. En una mesa, perfectamente ordenadas, se exponen las medallas de los antepasados de la familia Adlercreutz. Simón Bolívar condecoró, por sus logros militares, al conde sueco Federico Adlercreutz. Una casa en zona rural de Estocolmo conserva sus historias. JÖRGEN SJÖBERG Gerente General del Instituto Nórdico.
SUECIA
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