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Aunos guardaparques les pusieron cita en algún lugar de la manigua del medio Caquetá. A otros les enviaron la razón. Y a otros más, los pararon río abajo saliendo de Chiribiquete, quizás uno de los mayores tesoros de la selva amazónica, un icono de la conservación del bosque que han visitado desde el príncipe Carlos hasta el millonario Howard Buffet. A este parque natural, un refugio sagrado de la selva colombiana del tamaño de Costa Rica, ni siquiera pueden entrar hoy quienes lo cuidan. El mensaje para todos ellos era el mismo: deben salir de la selva en las próximas horas.
Así, al Chiribiquete y a otros parques amazónicos, llegó el escozor de la guerra, de nuevo. En apenas tres días las disidencias de las Farc lograron desterrar a los funcionarios de Parques Nacionales y dejar al sector ambiental sumido en una de las más graves crisis de gobernabilidad en la historia de las áreas protegidas.
Bien en la bocana del Cahuinarí, en Tres Islas o en el resguardo Nonuya, puntos bien distantes uno de otro en los gigantescos parques nacionales Cahuinarí y Chiribiquete, grupos de algo más de diez hombres jóvenes, bien armados, fueron quitando radios, motores, botes…
“No se necesita su presencia porque el control ambiental lo hacemos nosotros. Ya tenemos los respectivos manuales de manejo de los recursos, de pesca, caza y tumba. No queremos a Parques Nacionales aquí”, les dijeron. Los hombres armados se identificaron como integrantes del Frente Carolina Ramírez de las Farc. Un grupo al que las autoridades localizaban más en Putumayo que en Caquetá.
“Y nos jodieron”. Así resume alguien que estuvo allí lo que se le vino a la cabeza cuando, en su caso, uno de los guerrilleros que los interceptó les dijo a él y a sus compañeros que entregaran sus pertenencias. No volvió a hablar. A las pocas horas ya estaban subidos en una avioneta. Varios salieron en lancha rumbo a algunas cabeceras municipales.
La Procuraduría ha registrado 31 amenazas a funcionarios de Parques en regiones tan distantes del país como Sierra Nevada, Galeras (Nariño), Farallones (Valle), Utría (Chocó), Puracé (Cauca y Huila), Bahía Portete (Guajira) y Las Orquídeas (Antioquia).
Parque Apaporis / Guillermo Torres
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En total no fueron más de 20 funcionarios. En Parques Nacionales hay un guardaparque por cada 25.000 hectáreas. Se trata de héroes que recorren los bosques colombianos sin más que un uniforme de camisa azul con un oso de anteojos labrado en el brazo.
Trabajan en condiciones difíciles, en lugares muy apartados y con un riesgo inminente de quedar en la mitad de la confrontación de los grupos armados que por años se han disputado el control de esos territorios. “Me parece muy preocupante que los guardaparques paguen con sus vidas la protección de la naturaleza”, sostiene el embajador de Alemania, Peter Ptassek, uno de los principales aliados de la conservación en Colombia.
De cinco parques naturales salieron sus funcionarios: Chiribiquete, Cahuinarí, Yaigojé Apaporis, La Paya y Puré. Sin embargo, esta situación también se viene presentando desde hace varios años en Puinawai, Tinigua, La Macarena, Picachos y Nukak. De hecho, Puinawai está cerrado desde 2014 y Tinigua, Macarena y Picachos no cuentan con presencia normal de funcionarios desde hace cerca de tres años por amenazas contra su vida provenientes de las mismas disidencias.
La decisión de sacar los guardaparques del lugar no tuvo mucho debate. “Nosotros siempre queremos quedarnos, aún en circunstancias extremas, pero era claro que ya no se podía”, cuenta un alto funcionario del gobierno. Para él, el asesinato de Yamid Silva en el Nevado del Cocuy cristalizó todos los miedos. Unos hombres en moto se acercaron y simplemente descargaron sobre él una rafaga de disparos. “Vivimos un enorme duelo por esa muerte que nos dejó a todos claro que las amenazas eran de verdad”, concluye.
En el Amazonas lo que se vivió fue un atraco sin diálogo o posibilidad de mediación. Solo con el argumento del pánico. “Se llevaron hasta los instrumentos de monitorear agua. Quienes quedan no tienen con qué tomar una muestra. Pero el hecho va más allá de lo material. También nos quitaron una apuesta de vida. Nosotros no estamos solamente en una casa vigilando o cuidando un bosque que no se puede tocar”, dice uno de los amenazados.
En muchos de los 59 parques nacionales hay problemas de deforestación, minería ilegal y acaparamiento de tierras.
Los parques amazónicos tienen un modelo único en el mundo en el que autoridades indígenas y autoridad ambiental comparten decisiones y acciones de manera coordinada porque están o traslapados con resguardos indígenas o son sus vecinos. Pocos países amazónicos tienen una figura tan sólida de conservación que permite que el 20 por ciento de este bosque esté protegido a perpetuidad contra cualquier actividad económica del hombre, como parque nacional. La cifra crece a más del 50 por ciento si se suman parques y resguardos indígenas.
“Viví 10 años en el Chiribiquete”
Patricio Von Hildebrand conoce la selva amazónica como ninguno. Hace años, tuvo que salir por las amenazas de los grupos armados, tal y como ahora les pasó a los guardaparques.
En sus 999.000 hectáreas habitan 252 especies de aves, 23 de grandes vertebrados como el jaguar y 1.583 de plantas vasculares. El territorio está bañado por los ríos Caquetá, Putumayo y Puré.
Fuentes: Humboldt y PNN
El bosque amazónico comprende más del 40 por ciento por ciento del territorio colombiano. Una sola hectárea puede albergar cerca de 14.000 árboles de al menos 600 especies diferentes. Un solo árbol tiene como mínimo 50 relaciones ecológicas con insectos, aves, mamíferos, microorganismos, suelo y agua, por nombrar unas cuantas.
El trabajo con las comunidades ha permitido realizar programas de conservación que son un ejemplo en el mundo. En la protección de las tortugas charapas del río Caquetá están vinculadas 150 familias indígenas que cuidan cada año los nidos, las hembras y estudian el comportamiento de estos reptiles. Allí confluyen tres parques y tres resguardos indígenas (precisamente donde ahora no hay presencia de guardaparques ‘blancos’).
La Sociedad Zoológica de Frankfurt (SZF) apoya financiera y técnicamente desde hace seis años ese proyecto administrado por Parques e indígenas. Su coordinadora en Colombia, Esperanza Leal, explica que los acuerdos de uso de fauna se gestionan desde hace por lo menos 25 años y han permitido que especies como la charapa, casi al borde de la extinción por cuenta de la cacería intensiva a lo largo de los últimos siglos, tenga ahora esperanza de supervivencia. A Leal le preocupa qué va a pasar ahora.
Además de SZF también tienen presencia permanente en los parques amazónicos la Fundación Gaia, GEF Corazón Amazonía, Conservation International (CI), la Fundación para la Conservación y el Desarrollo Sostenible (FCDS), Amazon Conservation Team y la Unión Europea. Esta última trabaja con los indígenas en Cahuinarí, donde los miraña llevan más de 4 años alistando un proyecto de ecoturismo. Alemania, Noruega y el Reino Unido son los países que financian gran parte de la conservación en la Amazonia.
Actualmente un grupo de guardaparques se está organizando para presentar su caso ante la Jurisdicción Especial para la Paz y la Comisión de la Verdad.
422.000 hectáreas catalogadas como uno de los sitios de mayor importancia de fauna amazónica, donde habitan la danta, boruga, delfín rosado, charapa, caimán negro y águila arpía. Es de las áreas protegidas menos exploradas del país.
Fuentes: Humboldt y PNN
“No sabemos a ciencia cierta cuál es la intención de estos nuevos actores ni para qué quieren ocupar los parques de la Amazonia. ¿Quieren desocuparlos de guardaparques para pasar libremente cargamentos de droga? ¿De esta manera tan estruendosa, mostrando fuerza o queriendo demostrar que nunca se fueron?, comenta la fuente que tuvo que salir de uno de los parques amazónicos.
Antes de expulsarlos, las disidencias les reclamaron a los guardaparques por las acciones del Ejército en otros parques en desarrollo de la estrategia Artemisa contra la deforestación. Diferentes operativos en los parques Picachos, Tinigua y la serranía de La Macarena, en la frontera entre Meta y Caquetá, durante las últimas semanas generaron mucha tensión en los parques y voces de rechazo de organizaciones civiles sociales y ambientales que piden respeto a los derechos de las comunidades que ocupan los parques nacionales.
“Los parques están siendo utilizados por las mafias y sus funcionarios terminan en peligro por descubrir las rutas y sus desplazamientos”.
Fernando Carrillo
Área protegida más grande de Colombia, con más de 2,7 millones de hectáreas. Expertos han identificado 1.676 especies de fauna (32 posibles nuevas especies para la ciencia) y 2.138 especies de plantas, pero aún falta más de la mitad de la zona por estudiar.
Fuentes: Humboldt y PNN
El procurador, Fernando Carrillo, lanzó una alerta también en este sentido: “Los parques están siendo utilizados por las mafias y sus funcionarios terminan en peligro por descubrir las rutas y sus desplazamientos”. Y recordó el duro costo que estos funcionarios han pagado al estar en la mitad de tantos intereses. En los últimos años han muerto 12 guardaparques y en la actualidad hay más de 31 amenazas registradas por esa entidad.
El problema de fondo para los guardaparques es que su trabajo es proteger la naturaleza, pero esa labor los hace ser vistos como actores del gobierno, y los pone en riesgo. Por eso, Julia Miranda, directora de Parques Nacionales, asegura que es importante dejar claro que ellos no son los responsables de la seguridad ni del orden público. “Solo intentamos conservar esas áreas medioambientalmente y eso no lo han entendido quienes buscan apoderarse de tales territorios", dijo.
Pueblos Indígenas en aislamiento.
La maloka del jaguar, la morada eterna del hijo del sol; la misteriosa selva que arropa a los yuris y a los passes, tribus en aislamiento desde hace cientos de años; la selva profunda que la humanidad apenas empieza a conocer, se oscurece esta vez no por cuenta de la mitología indígena sino por un invasor que desconoce de nuevo millones de años de historia.
La deforestación de 11.456 hectáreas en 2015 a 34.527 hectáreas en 2018 amenaza todas las áreas protegidas que conecta (Nukak, Chiribiquete, La Macarena, Apaporis).
Rodrigo Botero / FCDS
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