Los ODS, la ruta hacia una paz sostenible

Foto: Jules Domine

Columna de Opinión
Jimena Puyana,
gerente nacional de Desarrollo
Sostenible - PNUD

Avanzar en el logro de los ODS, especialmente en aquellas regiones más afectadas por el conflicto armado y que además son altamente biodiversas es una ruta segura hacia la construcción de una paz sostenible en Colombia.

En Colombia los territorios más golpeados por el conflicto son altamente diversos en términos biológicos y culturales y presentan menos grado de transformación en sus paisajes. Paradójicamente, son también los que tienen los índices de Necesidades Básicas Insatisfechas (NBI) más altos. Mientras las NBI en la región Andina son del 25%, otras como la Amazonía y el Pacífico, con grandes potenciales ambientales, presentan unas NBI hasta del 60%.

Construir un país en paz, incluyente y equitativo requiere cerrar estas brechas sociales entre las regiones más y menos desarrolladas. Para lograrlo es indispensable tener en cuenta las inmensas oportunidades que ofrecen las condiciones ambientales que tiene Colombia, así como el alto riesgo que podría implicar elegir una ruta de desarrollo que no contemple al medioambiente, dada la inmensa biodiversidad del país, los compromisos frente al cambio climático (acordados ante la Convención Marco de Naciones Unidas sobre Cambio Climático), y el alto grado de ruralidad del territorio colombiano reportado por el Departamento Nacional de Planeación en el documento de la Misión para la transformación del campo colombiano en 2015.

La implementación de la agenda de Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) en Colombia plantea, por lo tanto, una interesante oportunidad para establecer estrategias innovadoras que permitan cerrar las brechas de desarrollo territorial, y de igual forma contribuir con la construcción de una paz ambientalmente sostenible en el país.

Todos los ODS tienen una relación con asuntos ambientales. Algunos de forma directa como el 13, 14 y 15 que se refieren a la acción por el clima, vida submarina y de ecosistemas terrestres, respectivamente. Otros se relacionan de manera indirecta, pero no menos importante.

El objetivo número uno, por ejemplo, que hace referencia a poner fin a la pobreza en todas sus formas, a primera vista pareciera no cruzarse con las dinámicas ambientales. Sin embargo, si se tiene en cuenta que en el 1% de la población colombiana se concentra el 20% de los ingresos de la economía, y que la insuficiencia de ingresos es una forma de medir la pobreza de un país, se vislumbra en el medio ambiente una oportunidad para lograrlo.

Esto se refiere a cómo con el uso de la biodiversidad se puede, no solo tener medios de vida sostenibles que favorezcan la conservación de ecosistemas y recursos como el agua y el suelo, sino, además, a cómo esto puede generar mayores ingresos especialmente en territorios de posconflicto. Según la Conferencia de la ONU para el Comercio (UNCTAD), el comercio mundial de productos orgánicos alcanzó cerca de 45.000 millones de dólares, con una tasa de crecimiento anual del 10%. Para el año 2020 se estima un aumento de este comercio entre el 100% y el 500%.

La relación, sin embargo, puede verse de manera más directa. Una de las metas de este objetivo es para 2030 construir la resiliencia de los pobres y aquellos en situación de vulnerabilidad. Con esto se refiere a reducir su exposición y vulnerabilidad a los eventos climáticos y otros impactos económicos, sociales y ambientales así como los desastres . Infortunadamente, las estadísticas muestran como los fenómenos naturales terminan afectando a las poblaciones más pobres. La Niña de 2010 -2011 afectó a cuatro millones de personas. Cerca de un millón de hectáreas de tierras productivas se inundaron, lo que produjo la pérdida de aproximadamente 200 .000 hectáreas de cultivos. Noventa y ocho vías principales, por las que mercancías procedentes de las regiones productivas son transportadas a los centros de consumo, fueron dañadas, causando retrasos en la distribución y aumentando los precios de los alimentos. Las pérdidas financieras debido a los efectos adversos de este fenómeno climático en Colombia fueron de casi el 2% del Producto Interno Bruto (PIB). Una reducción del 20% de la población en zonas de riesgo de inundación, generaría una reducción del 4,5% en la tasa de muertos, heridos y afectados.

El ODS número dos busca poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible. Varias de las metas que hacen parte de este objetivo cubren aspectos como la sostenibilidad de los sistemas de producción de alimentos, acceso a una alimentación sana, productividad agrícola, conservación de semillas, etc. El mapa de hambre del país, citado en el Quinto Informe Nacional de Biodiversidad elaborado por el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) en 2014 señala que en el Pacífico, región que concentra buena parte de la biodiversidad del país, predomina la proporción de personas que no consumen alguna de las tres comidas básicas, uno o más días a la semana. Por no hablar de las cifras de mortalidad infantile en pueblos indígenas, comunidades afro y otros grupos étnicos, que están directamente relacionadas con bajo peso al nacer y desnutrición.

Esta situación pone sobre la mesa no solo la necesidad de observar de manera particular estos territorios, sus dietas y costumbres, sino también la importancia de considerar variables como el clima presente y futuro, apoyándose en las recomendaciones de las Comunicaciones Nacionales de Cambio Climático; y las formas de producción sostenible, que garantizan el mantenimiento de ecosistemas saludables y diversos.

Esto cobra mayor importancia si se considera que, como lo señala un estudio del BID, DNP y CEPAL (2014), los impactos asociados al cambio climático pueden generar en el período de 2010 a 2100 posibles reducciones del orden del 7,4% en rendimientos agrícolas (en cultivos como el arroz, la papa y el maíz), pérdidas de productividad de carne y leche en un 1,6%, y de carga pesquera desembarcada del 5,3%, todos hechos que pueden afectar la seguridad alimentaria del país . Según el DNP y PNUD (2012) cambios en el clima, inducen incrementos en el precio de los alimentos prioritarios, lo que tiene un impacto importante en las poblaciones en condición de pobreza, haciéndolas aún más vulnerables, situación que se acentúa en zonas como Nariño y Cesar, cuyas poblaciones tienen alta vulnerabilidad al cambio climático.

El ODS siete, por su parte, busca garantizar el acceso a una energya asequible, segura, sostenible y moderna. Argumentar la relación de este objetivo con variables ambientales no es difícil en el país, menos en un momento coyuntural como este, en el que se está saliendo de un fenómeno de El Niño, que estuvo a punto de generar un nuevo apagón por causa de la enorme dependencia del sistema electric de al generación hídrica, que a su vez está relacionada con variables climáticas y la provision de servicios de ecosistemas como los páramos.

Es imprescindible que la diversificación de la canasta de generación eléctrica del país no se fundamente en el desarrollo de termoeléctricas, pues éstas se sustentan en combustibles fósiles y por lo tanto, emiten grandes cantidades de gases de efecto invernadero generando mayor deterioro a la atmósfera y contribuciones al cambio climático.

En ese sentido, la reglamentación de la Ley 1715 de 2014, que tiene como objeto el desarrollo y uso de fuentes no convencionales de energía dentro del sistema energético colombiano cobra mucho más sentido . Priorizar y promover el desarrollo de proyectos de energías alternativas (como pequeñas centrales hidroeléctricas, eólicas, solares y geotérmicas), especialmente enlas Zonas No Interconectadas (Pacífico y Amazonía), ayudaría en el desarrollo de estas zonas apartadas con un menor impacto ambiental y social, potencializando la riqueza cultural y natural que poseen.

Avanzar en el logro de los ODS, especialmente en aquellas regiones más afectadas por el conflicto armado y que además son altamente biodiversas es una ruta segura hacia la construcción de una paz sostenible en Colombia. Representa una tremenda oportunidad para avanzar en la disminución de las desigualdades territoriales en temas altamente relevantes para la sostenibilidad ambiental y la salud humana y ecosistémica. La paz en Colombia, es también la oportunidad para innovar en modelos de desarrollo incluyentes, donde nadie sea dejado atrás.

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