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Gualajo

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Foto: Luis Carlos Osorio

Un instrumento encantado

El maestro José Antonio Torres, el mayor intérprete de la marimba tradicional en Colombia, ha llevado el folclor del Pacífico a varios países. Hoy es uno de los pocos que conserva y propaga los saberes ancestrales de su región.

Si quisiera aprender a tocar la marimba como los maestros que la consideran una extensión de su cuerpo, su alma, su tierra y su cultura, usted tendría que adentrarse en la oscuridad de la selva, donde estan los espíritus. La melodía de este instrumento iría acompañada de las experiencias de la costa Pacífica. Las letras y los ritmos tomarían inspiración de los sonidos de los animales, la lluvia, el río, el mar, el sol ardiente y las noches llenas de estrellas. Sus músicos colegas serían los pescadores, los cazadores, los constructores, los obreros del Pacífico.

José Antonio Torres Jr, para muchos el mayor exponente de este instrumento, nació el 31 de diciembre de 1939. La señora Rogelia lo dio a Luz con la ayuda de doña Francisca, una partera que solo tenía un brazo y quien vio nacer a todos los Torres en Guapi, Cauca. Francisca no sabía dónde poner al recién nacido, por donde miraba había guasas, bombos, cununos, maracas y marimbas. Todo porque José Antonio, el padre de la criatura, fabricaba instrumentos y los atiborraba en una sala que, con el paso del tiempo, vio crecer a cuatro generaciones de músicos. Finalmente la partera tomó una decisión: puso al bebé sobre una marimba y allí le cortó el ombligo. “Mi relación con la marimba nació en ese momento”, dijo José Antonio, más conocido como Gualajo.

Las historias de este hombre de 78 años, negro, delgado, esbelto y sonriente, parecen salidas de cuento. Recuerda que desde su casa se escuchaba una marimba encantada que se tocaba sola. Y sobre cómo llegó el instrumento a Colombia, comparte varias teorías y fantasías y ofrece su versión. Unos dicen que la creó un esclavo africano llamado Marimbo, quien tenía el sueño de hacer un instrumento que se convirtiera en su mujer. Otros afirman que apareció en la selva luego de ser construida por los malos espíritus. Para él, Gualajo, los migrantes de África la descubrieron cuando bajaban a bañarse al río y, en medio de la selva, encontraron “el piano de la selva”, un instrumento construido por nadie, un regalo de los dioses para los hombres.

Gualajo heredó el amor por la marimba de su abuelo, don Leonte Torres, un gran músico de flauta que por mucho tiempo hizo sonar la chirimía, el redoblante, la tambora y los platillos. El mismo que construyó la casa donde Gualajo nació. Aprendió el oficio de hacer instrumentos de su padre José Antonio, quien le daba indicaciones muy precisas: la chonta se corta ocho días después de la luna llena, es decir, en menguante. Y solo un año más tarde se puede trabajar.

“Siempre digo que mi marimba es ‘pensatónica’ y no pentatónica porque se afina con métodos ancestrales, no europeos. No se lee de la misma manera que las Yamahas. La marimba que yo hago no la hace nadie, nadie aparte de los Torres”, dijo el maestro Gualajo.

A los 15 años Gualajo construyó la primera marimba y a los ocho días ya la tocaba, y nunca paró. Y así, por todo este tiempo ha mantenido vivos ritmos como el currulao, la juga, el torbellino, el pango, el patacoré, el bunde y el aguabajo.

“Yo me iba para el río o a las quebradas y me encontraba a los espíritus tocando. Claro que me daba miedo pero me aguantaba, y para que no me picara la mosquitera fumaba”, recordó Gualajo. Según relató, en una de esas tantas y tantas noches se le apareció un duende, un hombrecito simpático que usaba un sombrero grande y anticuado. Llovía y el ser mágico se escondía bajo un paraguas de castaño. No le hizo daño, bailó y brincó al son de la marimba, celebrando a Gualajo y lo que tocaba.

De Guapi llegó a Buenaventura, a Cali, a Bogotá y a más adelante a Canadá, China, Corea, Francia, Estados Unidos, Japón, México, Rusia y Suiza, donde el sonido único de su marimba ha sorprendido. En 2005 y 2006 fue ‘Primer lugar’ en el festival Petronio Álvarez, en 2008 fue declarado ‘Fuera de concurso’, y en 2013 recibió el ‘Premio Vida y Obra’ del Ministerio de Cultura. En este camino muchos se han ido, pero todavía lo acompañan músicos como Ezequiel Sinisterra en la voz, guitarra, composición y arreglos; su hijo Jayer Torres, quien interpreta Cununo; Javier Castillo en el bombo golpeador; Edwin Hurtado en el bombo arrullador; Wilfredo Ayerbe en el saxofón y Miguel Sánchez en el bajo.

Entre sus trabajos discográficos resaltan Tributo a nuestros ancestros, con el Grupo Naidy (2000); Esto sí es verdás (2005); El pianista de la selva (2008); Reimpreso por Resistencia Music (2010); Quien será de Resistencia Music (2012). Y La familia Torres y la marimba de los espíritus por Resistencia Music (2013).

La vida amorosa de Gualajo, como se puede imaginar, parece sacada de una novela de García Márquez. Con Cristina Grueso tuvo tres hijos. La mayor, Angela, desapareció hace casi 30 años. Con Rosario Alomía tuvo cinco hijos más. Y con el amor de su vida, Eloisa Caicedo, solo pudo estar 40 años después de haberla conocido, cuando Gualajo ya había hecho su vida con otras mujeres y de que sus ocho hijos ya habían crecido.

Para entonces ya habían pasado las glorias y los pesares, pero Gualajo estaba dispuesto a retomar un amor que añoraba desde joven. Como cualquier historia que merece ser contada, no tiene un final feliz. Cuando por fin pudieron estar juntos, ya habían cambiado tanto que no se soportaban.

El maestro hoy vive solo en la sucursal del cielo. De la mano de la Secretaría de Cultura de Cali está enseñando a jóvenes a fabricar y tocar instrumentos tradicionales del Pacífico.

Su sueño es reconstruir la casa que construyó su abuelo en Guapi, donde los Torres han aprendido y compartido todo sobre la música tradicional del Pacífico colombiano: “Yo he dejado en alto el nombre del país y ahora quisiera que tuvieran compasión de mí. La casa donde crecí el río se la llevó y ahora quiero levantarla para hacer una escuela de música tradicional a través de la Fundación Gualajo... Es que esa casa ni siquiera es pa mí, es para compartir mi conocimiento ancestral”. Mientras eso sucede seguirá tocando y creando. No pierde la esperanza de que un espíritu, un duende o un hombre le haga el milagro.