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Petrona
Martínez

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Foto: Guillermo Torres

“Petrona Martínez, caramba, bonito que canta”

Alcanzó la fama a sus 60 años, pero eso solo suma brillo a sus más de 200 composiciones. Hoy es considerada una de las cantadoras más prolíficas del folclor nacional, como ‘la reina del bullerengue’.

A la orilla de un arroyo en Palenquito, una vereda de Palenque, Marceliano Orozco escuchó una voz única. Era la de Petrona Martínez, una mujer de unos 40 años que sacaba arena del río con sus hijos para venderla más tarde a los constructores. Sin pensarlo, Orozco la invitó a presentarse con él en una fiesta. Ella aceptó sin tener idea de que se convertiría en la reina del bullerengue.

Cuando vine a Palenquito yo vi la vida en un hoyo

Me dediqué con mis hijos a sacar arena del arroyo

Oye mi chale, la vida vale la pena

Coge la pala en la mano, vamos a sacar la arena

Cesar Jiménez ya la creciente bajó

Vamo' a sacar la arena pa' ganarnos pa'l arroz

Ahora, a Petrona la fiesta siempre le había gustado. Y si de pasión y linaje musical se trataba, representaba la quinta generación de una familia de músicos afro del Caribe. Su padre era un conocido trovador; su tía Tomasita, su abuela Orfelina y su bisabuela Carmen Silva eran cantadoras aclamadas en esa región. Y aunque aprendió a leer y a escribir hasta muy adulta, desde pequeña movía sus caderas por el Sinú en las fiestas patronales, en las que el canto y la composición eran el pan de cada día. Por eso, después de hacer parte del grupo de Marceliano, Los Soneros de Gamero, formó el suyo: Los Tambores de Málaga.

Cuando Luis Enrique, uno de sus siete hijos, fue asesinado, su canto no se apagó pero era puro dolor. El joven tenía 33 años, pero su vida no valió más que un reloj de oro para quienes le dieron muerte ese 25 de febrero de 1996, en Cartagena. Petrona recuerda la fecha con inmensa tristeza.

Un día golpeó a su puerta Lizette Lemoine, socióloga colombiana radicada en Francia, y le propuso hacer un documental sobre su vida: Lloro Yo, Lamento del Bullerengue. Por medio de la cinta se fue dando a conocer, y el sello Radio Ocora France publicó el álbum Colombie: Le Bullerengue. Periodistas culturales como Luis Ortiz y Gustavo Tatis se interesaron entonces en el trabajo de Petrona, que paradójicamente tuvo que ser conocida primero en Francia para que supieran quién era en Colombia.

Por esa época también llegaron los contratos y las giras en varios lugares del mundo. Su esposo, Tomás Enrique Llerena, por primera vez durmió solo, pero el sacrificio valía la pena. Petrona dejó de ganarse la vida vendiendo cocadas o lavando ropa en Malagana, Mahates, Sincerín y San Cayetano. Parecía que la vida le empezaba a sonreír a la negra de ojos verdes.

Y en 2000 salió por primera vez del país. Con el dinero que recibió de su primera gira se compró un burro para que cargara la arena que sacaba del río. Aunque le dio la vuelta al mundo y conoció otras culturas, Petrona Martínez seguía siendo una mujer que amaba el campo. En sus viajes solía extrañar ver crecer sus plantas medicinales, darle maíz a sus gallinas y cuidar de sus cerdos. No la deslumbró subir a la Torre Eiffel, el Museo de Picasso, el Big Ben o el Golden Gate. Y cuando se bajaba de la tarima quería volver a la tierra San Cayetano (Bolívar), la tierra que la vio nacer hace 79 años.

Déjala venir a su Tierra Santa

Petrona Martínez, caramba

Bonito que canta

Dónde estará la Martínez que la llamo y no responde

Que se ha ido pa’ otras tierras

O se habrá cambiado el nombre

Que se ha ido pa’ otras tierras

O se habrá cambiado el nombre

En 2002 fue nominada a un Grammy por Bonito que canta. Ese reconocimiento la llevó de gira por más de 20 países en Europa, Norteamérica y Asia. Siempre que hubiera un festival con sonidos tradicionales, Petrona hacía presencia. En 2010 empezó a trabajar con Mayte Montero y recibió su segunda nominación al Grammy por Las penas Alegres.

Stanley Montero, su gaitero, y quien la ha acompañado durante años, dimensiona su legado: “Petrona hizo que un ritmo que estaba por desaparecer se fortaleciera y fuera reivindicado. Gracias a ella se mantiene viva esa tradición oral de las cantadoras del Caribe. Detrás de sus composiciones siempre hay una historia que retrata la vida en esa región del país, con la que muchos se pueden sentir identificados y que seguro te hace bailar, seas de donde seas”.

Montero añade que, a través de su música, Petrona ha reunido generaciones y músicos diferentes. Entre esas agrupaciones que han hecho versiones de su música están Aterciopelados, Dr. Krapula, Juanes, Juan Carlos Coronel, el Checo Acosta, Cabas y Bomba Estéreo.

En 2015 Petrona decidió hacer algo que, hasta ahora, no se había atrevido. Mezcló su música con ritmos como el house, electro, drum n’ bass, afro-beat, minimal, tropical bass, lounge y pop entre otros. “Nos dimos cuenta de que en las discotecas los Dj’s usaban las canciones de Petrona para animar las fiestas y vimos que podíamos llegarle a otro público”, apuntó Montero.

Pero las historias que quería contar, que nacían a partir de la mirada de un perro, del llanto de un niño, y hasta de una discusión que ella ha tenido, esas no cambiaron. El fijarse en esos pequeños detalles le sirvió para escribir canciones como Un niño llora en los Montes de María, Por qué mi boca es así, el Chocorito y San Cayetano.

El año pasado Petrona sufrió un accidente cardiovascular y tuvo que parar. En este momento se recupera en Arjona, un municipio a 40 minutos de Cartagena. Mientras se mejora — dice Montero — sus descendientes hacen honor a su legado: tres de sus hijas cantan, dos componen y su hijo toca el tambor. Sus nietos y biznietos también le siguen los pasos. “Ella está tranquila. La semilla del bullerengue ya está en todas partes”.