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RANCHO
APARTE

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Foto: Juan David Duque

‘punkeros’ del Pacífico con sentido social

Esta banda chocoana no solo lleva la chirimía al resto del mundo, también trabaja para que los jóvenes de la región tengan oportunidades de vida distintas a la violencia.

Aparecen cada vez con más frecuencia en los conciertos y festivales que se organizan a lo largo y ancho del país. Y no solo en los especializados en música del Pacífico, como sucedía al principio, cuando sorprendieron en el Petronio Álvarez de 2007. Ahora, su trayectoria incluye el Festival Centro (2014), el Festival Iberoamericano de Teatro (2016), el Detonante (2015 y 2016) y el Estéreo Picnic (2015), entre muchos otros eventos que los han llevado por toda Colombia y por países como Hungría, Francia, Dinamarca, Alemania, Bélgica, Polonia o Suecia, entre otros.

Llevan la chirimía en la sangre. Hace parte de su esencia. La sudan en cada salto o en cada paso de baile. Y cuando se juntan y producen música, la tambora, el clarinete, el redoblante y el bombardino parecen una extensión de sus cuerpos. Se trata de Rancho Aparte, una banda chocoana conformada en 2005 por jóvenes que decidieron darle una oportunidad a la música tradicional de su tierra: Dino Manuelle, Dyam Palacios Villafañe, Emer Dávila Mosquera, Freddy Cañadas, Rodián Rivas, Rodolfo Romaña y Ronald Alberto Campaña.

Su disco homónimo

Lo hicieron conscientes de la dificultad: el bunde, los abozaos, las polkas, las danzas, el rebulú, las contradanzas y los cantos tradicionales del Pacífico se asociaban normalmente con personas mayores, de mucha experiencia. Pero ellos patearon el tablero. Renovaron la chirimía, le dieron un estilo fresco y lo hicieron con letras y composiciones que narran el día a día de sus coterráneos, y problemas como el desplazamiento o la minería ilegal. Así se acercaron a más público. Ahora, ponen a bailar a los chocoanos, especialmente a los más jóvenes, con la música de sus ancestros en las Fiestas de San Pacho, en los barrios e incluso en los colegios.

Pero no se quedaron en darle un nuevo aire a la música tradicional de su tierra. Desde hace cuatro años también les dan clases a muchachos de los barrios populares de Quibdó y de algunos de los municipios más apartados del Chocó. Les enseñan a usar los instrumentos de la chirimía, los ponen a tocar y les muestran que la música (y no cualquier música, sino la que hace parte del folclore de su región) es un camino de vida. La idea es apartarlos de la violencia, que todos los días amenaza con tocar sus puertas. Por eso su lema es “vení a tocar en vez de estar peleando”.

Esa labor social empezó hacia 2013, casi al azar, cuando algunos pandilleros se acercaron con curiosidad a ver lo que ellos hacían. Al inicio no pasaban de 10, pero poco a poco fueron reuniendo un grupo más grande. Fue un éxito: no solo les enseñaron sobre sus raíces musicales, sino que ocuparon su tiempo libre en la cultura. Por eso siguieron adelante y lo institucionalizaron.

Hoy es un proyecto estructurado, para el que incluso crearon la Fundación Rancho Aparte Chirimía. Desde entonces, la música y la labor social son paralelas. Tal como le dijo Elmer Dávila, uno de los clarinetes, alguna vez al diario El Tiempo: “Queremos que la gente goce, pero nuestro enfoque es social”. Lo fabuloso es que, con hechos, han demostrado que ambas cosas pueden ir de la mano.