La base de nuestra amistad está cimentada en una convicción que ha marcado nuestras vidas: las ganas de trabajar y gestar proyectos que permitan que las ciudades donde nacimos sean más grandes y mejores. Por eso cuando Federico Gutiérrez y yo nos conocimos empatizamos de inmediato. Un minuto después de conocerlo ya sabía que sería parte de mis amigos queridos, y eso les pasa a muchos que tienen contacto con él. Algunos me han dicho, “pero es que Federico y tú son competencia; son los alcaldes que van arriba en las encuestas”, pero entre nosotros no hay rivalidad, esos números solo reflejan los resultados de nuestra manera de gobernar.
Le admiro su capacidad de agradecer, de dar la mano con firmeza y de decirle a quien se encuentra a su paso: “¡Gracias!”. Me tomo la licencia de contar, además, una infidencia. Durante su contienda electoral para la Alcaldía de Medellín en octubre de 2011, cuando el desenlace no fue el que Fico esperaba, él no se deprimió, todo lo contrario, al día siguiente de las elecciones estaba más activo que nunca, salió a imprimir volantes para agradecerles a sus votantes. Así es él, un extraordinario ser humano que sabe dar las gracias y que persevera. También es un valiente, un hombre que a pesar de las adversidades y de los golpes de la vida no se derrumba, ni pierde el foco.
En menos de cinco años Federico se quedó sin sus padres. Su mamá murió cuando él estaba en plena campaña para la Alcaldía, y pudo continuar con tenacidad y entereza. Hace muy poco perdió a su papá, y a pesar de ello, sigue más sólido que nunca atendiendo sus compromisos de gobierno.
Cuando Federico se para en un bulevar a darle la mano a la gente, cuando encabeza una serenata para homenajear a los contribuyentes, o cuando asume el papel de agente de Policía, lo hace porque está convencido de que sus ciudadanos necesitan, más que a un gobernante formal, al hombre sencillo y cercano, capaz de escuchar a su gente en la mitad de la calle. Nuestros ciudadanos necesitan alcaldes de carne y hueso, a quienes les duelan las necesidades de los menos favorecidos, que disfruten de la sencillez de un perro caliente o unas empanadas de barrio.
Me emociona de corazón verlo acompañar a sus hijos a los encuentros deportivos; lo hace con la misma entrega con la que da la pelea a diario por el bienestar de sus gobernados. A Fico no le ha temblado el pulso para luchar contra las estructuras del crimen organizado, y aunque sabe que esto no se resuelve en un solo mandato, se ha preocupado por materializar una propuesta integral: educación para combatir la deserción y reducir el riesgo de que los jóvenes terminen en manos del crimen. Él tiene claro que para acabar con el círculo vicioso que conforman la violencia y la pobreza, la mejor medida es lograr que un muchacho vuelva a las aulas del colegio; eso es más efectivo que capturar a un criminal.
Gobernar no es fácil. Lo digo con conocimiento de causa, pero la tarea se dificulta menos cuando lo hacemos de la mano de la gente y ese, sin lugar a dudas, es el éxito de Fico en Medellín, por eso es uno de los mandatarios más conocidos en Colombia. Además es un líder natural. En Asocapitales, la agremiación que reúne a todos los alcaldes de ciudades capitales de Colombia, él es quien lleva la voz cantante ante el gobierno y los entes de control, de todos los asuntos que nos competen como mandatarios territoriales.
¡Tiene todo nuestro respeto! Como amigos disfrutamos los momentos en los que podemos compartir, ya sea en una reunión de alcaldes para debatir sobre la seguridad, o en un encuentro deportivo. Nos identificamos con muchas ideas, pero entre los dos hay una diferencia profunda y radical, el mejor equipo del mundo es el Junior de Barranquilla y el pasado 12 de junio Fico no celebró la novena estrella y el bicampeonato del equipo. Amigo mío, es evidente mi gran cariño y admiración por ti, pero que no se te olvide nunca que “¡Junior es tu papá!”.