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La biblioteca tiene 402.438 registros, entre libros, audiovisuales, recursos digitales y publicaciones seriadas.
Foto: Thomás Correa.

Puente entre tiempos: la Biblioteca Pública Piloto de Medellín

Este centro de conocimiento, este espacio con “alma” –según el autor de este bello texto–, ha sido testigo de la transformación de la ciudad. Fue fundada el 24 de octubre de 1954. Su legado será eterno.

Alfonso Buitrago Londoño, periodista.

En una biblioteca pública ocurre cada día una transformación humana esencial, un proceso irreversible; un cambio de estatus al alcance de miles de personas. Cuando alguien aprende a conocer y a disfrutar de los libros y del conocimiento en una biblioteca no vuelve a ser igual. Se trata de una persona completamente nueva: un lector.

En adelante estará en continuo crecimiento intelectual y así suene medio místico, en constante proceso de enriquecimiento espiritual. Si hay prueba de que algunos lugares son algo más que la suma de sus muros y de sus muebles, que pueden encarnar esa sustancia etérea llamada ‘alma’, son las bibliotecas.

Digámoslo rápido a riesgo de sonar grandilocuente, pero antes de que la idea se evapore: donde hay una biblioteca hay una bitácora que contiene la memoria, la identidad y el rumbo de un pueblo, a disposición de los lectores.

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La Biblioteca Pública Piloto fue fundada en 1954. Aquí el Bibliobus usado en la época.
Foto: Cortesía BPP.


“Es un puente entre tiempos”, como la llama Shirley Zuluaga, directora de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín para América Latina, y la encargada de orquestar la trama que busca resignificar –y proyectar nuevamente a todo el continente– uno de los patrimonios culturales más importantes de los antioqueños; que con artículo femenino, la ‘Piloto’; o el determinante posesivo, su ‘Piloto de viaje’, da cuenta del papel fundamental que esta tiene en la sociedad paisa.


Hay algo bello e intrigante en un proyecto ‘piloto’ que se convierte en una realidad permanente sin cambiar de nombre; siempre proclive al ensayo y al error. Que asume su identidad, recordación y pertenencia con su público en una condición experimental inmanente. En una sociedad que se dice conservadora tener un lugar predispuesto al conocimiento y propiciador de cambios sociales le garantiza una fuente inagotable de nuevas ideas y perspectivas.



Y llegó Lucio
Y su importancia no es solo regional, trasciende a todo el país y más allá de sus fronteras. Desde su concepción, a mediados del siglo XX, las Naciones Unidas buscaron replicar en nuestro país un experimento mundial iniciado en India: la creación de bibliotecas públicas gratuitas para combatir el analfabetismo en los países en desarrollo. 
En 1950 la V Conferencia General de la Unesco impulsó la creación de bibliotecas públicas en América Latina y en 1952 se sentaron las bases para abrir la primera en Colombia.

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El archivo Fotográfico fue declarado por la Unesco como Registro Regional de Memoria del Mundo.
Foto: Thomás Correa.

Hace ya casi 65 años, el 24 de octubre de 1954, a las ocho de la mañana, llegó a la sede de la Biblioteca Pública Piloto de Medellín (BPP) Lucio Calle, un ciudadano anónimo que se habría de transformar en su primer lector registrado.
Aunque incipiente, la revolución iniciada era profundamente democrática. Diez mil piezas, entre libros, documentos, discos y películas, al alcance de cualquier persona.

¡Y los nuevos lectores podían llevárselos para la casa en préstamo de forma gratuita! Una práctica desconocida e improbable para la ciudad de aquella época, que ya contaba con 400 industrias y una población obrera de 250.000 trabajadores.


Bajo la dirección de Julio César Arroyave, antiguo secretario de la Sociedad de Mejoras Públicas, la Piloto se convirtió, en sus inicios, en un verdadero centro local de cultura contemporánea con proyección continental. Ofrecía conciertos, conferencias, exposiciones de arte, tertulias, proyecciones cinematográficas, clubes de lectura y concursos literarios.
A partir de su éxito la Unesco dio vía libre a la creación en África del tercer proyecto piloto: la Biblioteca Central Estatal de Enugu, en Nigeria.

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El Edificio fue declarado Bien de Interés Cultural de la ciudad. (Además, porfa dejar foto de los viejitos jugando ajedréz)
Foto: Cortesía BPP.

Aunque “en la actualidad es un edificio viejo, con mesas y sillas viejas y gastadas (…) Esa, que en su momento fue la primera biblioteca pública de África y la mejor dotada de Nigeria, ya no es ni la sombra” - Cuenta Esteban Duperly en el libro Un puente entre tiempos, publicado por la BPP en 2018.


No sin tropiezos y crisis financieras la Piloto de Medellín logró terminar las obras de su sede principal en 1974, inaugurada con la presencia del maestro Fernando Botero y una exposición retrospectiva de su trabajo. El edificio era una vitrina abierta para albergar, compartir y exhibir parte del conocimiento del mundo. Al final de esa década el escritor Manuel Mejía Vallejo tenía su legendario taller de escritura y la biblioteca recibía la visita de renombrados autores como Jorge Luis Borges, Juan Rulfo, Manuel Puig y Camilo José Cela.

Sin dejar nunca de ser piloto, además de biblioteca y centro cultural, quiso también ser salvaguarda de la memoria de Antioquia, al crear importantes archivos patrimoniales. Hoy cuenta con el Archivo Fotográfico, declarado por la Unesco como Registro Regional de Memoria del Mundo, que tiene imágenes desde 1849 y un inventario de 2 millones de piezas en diferentes formatos: el segundo archivo más grande en volumen de América Latina y el primero en negativos.

De ellas hay 25.000 imágenes digitalizadas y disponibles en red para cualquier usuario, así como 400 grabaciones sonoras y documentos impresos frágiles como cartas, servilletas y cajas de cigarrillos utilizados por artistas y escritores. 
Además, tiene la sección de Archivos Personales de escritores como Ciro Mendía, Manuel Mejía Vallejo, Carlos Castro Saavedra, Gonzalo Arango y la correspondencia de varios autores nadaístas; así como la colección de libros antiguos, raros y curiosos (fechados desde mediados del siglo XVIII); la colección del Club Unión y de Simesa, y 9.000 volúmenes de las bibliotecas particulares del poeta León de Greiff y su hermano músico Otto de Greiff.


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Foto: Cortesía BPP.

El edificio, con diseño del arquitecto y director de bibliotecas estadounidense Charles Mohrhardt, fue declarado Bien de Interés Cultural de la ciudad. Hoy, luego de tres años en obras de refuerzo estructural y rediseño de sus espacios internos, la Piloto cuenta con un plan estratégico a 2024 que se propone devolverle su lugar estructurante en la sociedad.

En palabras de la directora Zuluaga: “Que siga siendo piloto y supere su propio modelo. La BPP está llamada a ser el lugar más público entre lo público. Ágora de Medellín y casa por naturaleza de creadores, escritores, lectores, artistas, fotógrafos, académicos, historiadores, conversadores y ciudadanos de todas las generaciones”.