Después de reinventarse en River Plate y ganarlo todo con el popular club argentino, la Copa América era el siguiente desafío de Juan Fernando Quintero. Pero una lesión de ligamentos en su rodilla izquierda lo privó de una convocatoria con la Selección Colombia más que merecida. Tuvo que verla por televisión. Un tropiezo más en su carrera, pero a la vez, otra lección de vida. Un caer para levantarse más fuerte. Desde niño se acostumbró a hacerlo. La resiliencia ha sido lo suyo.
En el barrio El Socorro de la comuna 13 de Medellín creció no solo en medio de dificultades económicas, también con el asedio de la violencia y la tentación del dinero fácil. El fútbol y una prodigiosa zurda, por fortuna, fueron su refugio. “De los problemas que tiene no solo nuestra comunidad sino Medellín y Colombia debemos hacer una oportunidad”, dijo JuanFer al volver de Rusia, donde disputó su segunda copa del mundo de mayores. Un homenaje al lugar donde aprendió a ser feliz y al que regresa cada vez que puede.
El fútbol lo llevó a Europa, a otros continentes y ahora a Argentina, pero de corazón, el 10 nunca se ha ido de su comuna, donde corrió detrás del primer balón desgastado, con los guayos sin taches de tanto potrero desafiado, las rodillas peladas, la camiseta descolorida y la cara sucia por la arenilla que levantó durante mañanas, tardes y noches. Quintero refleja e inspira muchos valores de su ciudad natal. Perseverancia, esfuerzo, disciplina, dedicación y espíritu de superación, entre otros, pueden enmarcarse en esa figura de apenas 1,68 metros de estatura. Pero si su talla es mundial, también es gracias a algo que le dio Medellín, una ciudad sinónimo de oportunidades, cuna de procesos que han dado resultado por proyección y convicción, pero también por el trabajo en equipo.
El alcalde Federico Gutiérrez ha hecho un llamado para la unión de esfuerzos por medio del fútbol. Apreciado como deporte, pero entendido fundamentalmente como fenómeno social. Ni siquiera completaba una semana en el cargo cuando se sentó con los líderes de las barras de Atlético Nacional e Independiente Medellín para fijarse un primer reto: que los clásicos se disputaran con las dos hinchadas en el Atanasio Girardot. “Esta es una de las ciudades que desde hace más de tres lustros ha desarrollado acciones preventivas en torno a la violencia en el fútbol, especialmente en los últimos cuatro años con un impulso determinante.
En dos décadas que vengo trabajando y profundizando en el tema, no había visto a un alcalde con ese grado de compromiso y sobre todo, liderazgo y convencimiento del proceso”, reconoce Alirio Amaya, experto en convivencia y seguridad en el fútbol. Amaya fue testigo del primer clásico paisa con verdes y rojos en las tribunas en 2016. “En esa prueba inicial hubo brotes de intolerancia en oriental. El mismo alcalde, acompañado de los presidentes, a quienes logró sumar a ese propósito, y junto al comandante de la Policía de Medellín, fue hasta el lugar de los hechos para instar a los hinchas a que aportaran y no se agredieran”, recuerda.
Para Amaya, quien lideró en Bogotá el programa Goles en Paz y desde Coldeportes hizo parte de la Comisión Nacional de Seguridad y Convivencia en el fútbol, “construir confianza a partir de esos espacios, además de fortalecer los lazos de respeto y fraternidad, requiere de tiempo y constancia”. Pero la ilusión de afianzarlo se multiplica, al notar que “Medellín desde su Alcaldía y Concejo referencian el plan decenal del fútbol dentro de la política pública y lo establecen dentro de su programa cultura-fútbol”.
Acciones en los barrios y, por supuesto, en el estadio, fomentan su consolidación. Y una en especial es considerada por Amaya como pionera a nivel mundial: “Juntar a las bandas musicales de ambas hinchadas es un mensaje de convivencia impresionante”. Se refiere al proceso ‘Así suena el fútbol’, que reunió a ‘La Murga del Indigente’, banda del Medellín, y la ‘Banda Los del Sur’, de Nacional, para que empezaran a ensayar las canciones populares de ambos equipos y, con el apoyo de la sinfónica de la Universidad de Antioquia, dieran un gran recital en la antesala de un clásico.
“La Alcaldía se ha preocupado por brindar más y mejores espacios. Hay un mayor número de placas deportivas en los barrios, canchas sintéticas y coliseos que permiten entrenar a cualquier hora sin importar las condiciones del clima”
- Mauricio Molina
Mejor mensaje de unión para la sociedad, imposible. Son pasos en firme hacia una sana convivencia. El plan decenal de fútbol, sin embargo, no solo se remite a las barras, también busca dotar a los estadios con tecnología. El Atanasio Girardot, por ejemplo, tuvo una significativa inversión en biometría para cruzarla con la base de datos de la Policía. De esta forma, señala Amaya, “no se trabaja desde la coyuntura, sino con una proyección a largo plazo”. A propósito de inversión, la actual administración de Federico Gutiérrez, según cifras suministradas por el Instituto de Deportes y Recreación de Medellín, ha destinado en los últimos tres años 57.997 millones de pesos en la construcción, adecuación y mantenimiento de escenarios deportivos de la ciudad.s
Lo mismo ha ocurrido con gimnasios y Street Workout, por un valor que asciende a los 3.723 millones de pesos, y para el Distrito D, el proyecto que busca desarrollar en la ciudad corredores deportivos, se han desembolsado 6.800 millones de pesos. “La Alcaldía se ha preocupado por brindar más y mejores espacios. Hay un mayor número de placas deportivas en los barrios, canchas sintéticas y coliseos que permiten entrenar a cualquier hora sin importar las condiciones del clima”, resalta Mauricio Molina, quien luego de jugar durante 11 años en clubes de México, Emiratos Árabes, Argentina, Paraguay, Brasil, Serbia y Corea del Sur, llegó para retirarse en el Independiente Medellín y radicarse en la capital antioqueña.
Para Mao, “el deporte y en especial el fútbol, al ser tan popular en Medellín, tiene un componente social extraordinario porque ayuda a las presentes y futuras generaciones a enfocarse en lo que vale la pena. A través de la actividad deportiva y la recreación nuestros niños se forman con valores”. El avance que ha mostrado la ciudad se evidencia en los más de 11 clásicos que se han vivido con las barras de los dos equipos rivales, este proceso demuestra que el color de una camiseta no nos hace enemigos y que en Medellín se cree en la sana convivencia y en que el fútbol es para unir a una sociedad y no para separarla.