“Las adolescentes quedan con su método aplicado. Especialmente los de larga duración, como el implante subdérmico, que garantiza una protección por alrededor de cinco años. Esto va a significar en el mediano y largo plazo un impacto mucho mayor del que ya estamos viendo.”
-Natalia López Delgado, subsecretaria de Salud Pública de Medellín
Siempre que se habla de la violencia en Colombia se hace desde sus expresiones más visibles: el desplazamiento forzado, las masacres o los asesinatos selectivos. Pero hay otras que pasan inadvertidas, se van normalizando poco a poco y se convierten en parte del paisaje.
Ese es el caso del embarazo adolescente, un fenómeno social que ha hecho de América Latina y el Caribe la subregión con la segunda tasa más elevada, a nivel mundial, de mujeres gestantes o madres entre los 10 y 19 años de edad. Este es un síntoma de que algo en la sociedad no anda bien. Detrás de estos embarazos hay un sinnúmero de violencias sociales, económicas, sexuales y de género que terminan padeciendo, principalmente, las mujeres.
No en vano, según las cifras de la Encuesta Nacional de Demografía y Salud de 2018, el 25 por ciento de las madres adolescentes de Colombia se ubica en el quintil más bajo de riqueza y con el menor nivel educativo. Esto ha contribuido a perpetuar ciclos intergeneracionales de pobreza y se ha convertido en un problema de salud para las niñas, porque las necesidades básicas insatisfechas, la malnutrición y el escaso control prenatal son las principales causas de morbilidad y mortalidad entre las mujeres adolescentes. De igual modo, el embarazo temprano en nuestro país está sujeto a prácticas de poder mediadas por el abuso y la violencia sexual.
Por ejemplo, 17 por ciento de las mujeres entre los 13 y 19 años tuvo su primera relación sexual antes de los 14. Y entre las adolescentes embarazadas o con hijos, en el mismo rango de edad, el padre era seis años mayor en el 44,6 por ciento de los casos; y diez años mayor en el 1,5 por ciento. Hecho que demuestra la propensión que se tiene en nuestra cultura a recaer en relaciones de pareja desiguales, marcadas por la violencia física, psicológica o económica.
Sumado a todo esto se encuentra el problema de los estereotipos de género, pues se considera como algo indebido o contrario a los valores sociales que las mujeres adolescentes accedan a métodos de regulación de la fertilidad o se informen sobre salud sexual y reproductiva. Desde luego Medellín no ha sido ajena a esta realidad. Desde hace varios años las dinámicas de desplazamiento forzado y de expansión urbana, el aumento de las brechas socioeconómicas y los conflictos territoriales entre grupos delincuenciales han sido el nicho perfecto para el aumento del embarazo temprano en las zonas más vulnerables de la capital antioqueña. Para 2006 se registraron 8.732 casos, el número más alto en más de una décad
Cifra que prendió las alarmas y obligó a las instancias de gobierno a repensar el tema con un enfoque diferente. estrategia innovadora En Medellín se entendió que el embarazo temprano, como fenómeno social, requería de un abordaje coordinado entre los diferentes estamentos de la ciudad, así se aunaban esfuerzos y recursos.
Para ello se creó la mesa intersectorial de prevención del embarazo adolescente, una instancia que integra a las Secretarías de Educación, Juventud, Inclusión Social, Mujeres, y Salud, las cuales, junto con las organizaciones de la sociedad civil, participan desde sus múltiples miradas en la atención del problema.
De allí surgió la necesidad de reducir las asimetrías sociales como una de las causas estructurales del embarazo temprano. De esta manera se priorizó a la población joven de los sectores más vulnerables de las comunas Popular, Santa Cruz, Manrique y Aranjuez, territorios donde se concentra el 40 por ciento del embarazo adolescente de la ciudad. La estrategia, aunque sencilla, no deja de ser innovadora: implementar de manera idónea el modelo de atención integral en salud, acercar a las comunidades con menos recursos a los servicios de salud sexual y reproductiva, crear espacios verdaderamente amigables para los adolescentes, e incrementar las oportunidades de educación superior y emprendimiento.
De hecho, los Centros de Escucha y la Línea Amiga Saludable son una apuesta que les ha permitido a los adolescentes y jóvenes de la ciudad encontrar en la oferta pública canales confiables de comunicación, donde no solamente se recibe información veraz y oportuna, sino que se tiene como principio fundamental garantizar el ejercicio de los derechos humanos sexuales y reproductivos.
Por otra parte, una de las estrategias que utilizó la Alcaldía de Medellín en su programa de Entornos Protectores fue retomar las experiencias más exitosas del país en materia de reducción del embarazo temprano, como el caso del colegio Gerardo Paredes, en Bogotá, donde se redujo casi a cero este fenómeno; y, también, el trabajo de la Fundación Juanfe, el cual ha sido contundente en la prevención del embarazo subsiguiente –el que se produce después de un aborto–.
Aquí tuve la oportunidad de asistir a distintos eventos académicos con colegas docentes, en los que se habló de cómo las violencias de género tenían una relación directa con el embarazo temprano y sobre la importancia de educar desde la familia y la escuela en la construcción de nuevas formas de masculinidad y feminidad alejadas de los estereotipos.
De igual manera se recomendó llevar los servicios de salud sexual y reproductiva a los centros escolares con el fin de eliminar las barreras sociales y culturales que impiden que los adolescentes, especialmente las mujeres, accedan a métodos de regulación de la fertilidad. Al respecto, Natalia López Delgado, subsecretaria de Salud Pública de Medellín, sostiene que en la actualidad se está asegurando el acceso oportuno de los jóvenes a los métodos anticonceptivos, los cuales se proporcionan en los entornos comunitarios o en las propias instituciones educativas. “Las adolescentes quedan con su método aplicado. Especialmente los de larga duración, como el implante subdérmico, que garantiza una protección por alrededor de cinco años. Esto va a significar en el mediano y largo plazo un impacto mucho mayor del que ya estamos viendo. Tenemos más de 3.000 adolescentes que han elegido un método de planificación familiar, el cual ha sido suministrado en campo”.
Con este conjunto de estrategias esta problemática empieza a tomar un nuevo rumbo. Hoy, en Medellín, la tasa de embarazo adolescente se ubica en 15,8 por ciento, la reducción más significativa en los últimos 20 años. Aunque la cifra sigue siendo un reto, lo cierto es que la tendencia decreciente es un verdadero logro para la política pública, pues la administración del alcalde Federico Gutiérrez supo recoger lo que se venía haciendo bien en el pasado, lo mejoró y potencializó, mostrando que más allá de las consideraciones políticas, cuando existe voluntad, las acciones de gobierno hablan por sí solas.