La Honda. Así se llama un asentamiento periférico de la comuna 3 de Medellín. Un lugar construido a finales de los noventa por desplazados que encontraron en este una nueva oportunidad. El único camino de acceso vehícular –‘la vía’– es angosto, no caben dos carros al mismo tiempo, por esta y otras razones no habían podido tener uno de los elementos básicos, que muchos dan por sentado, el agua.
Rosa Emilia Santana llegó allí en 1997, junto con su familia, cuando el barrio ni siquiera tenía nombre. Esta mujer de 74 años y cabello trenzado venía huyendo de la violencia de Apartadó, en Antioquia. “Todo esto era un potrero, solo había cuatro casitas”, dice. Desde esa época afrontó muchas adversidades para tener un hogar. Vivió en arriendo en una casa de madera, luego construyó otra con 14 hojas de zinc y, siete años después, le regalaron una de cemento, donde aún vive.
Cada nueva construcción era mejor que la anterior, pero había algo en común entre ellas, ninguna tenía agua potable. Ella sabía la importancia de este liquido y soñaba con no tener que hervir el agua para poder tomarla o cocinar algo. Para conseguirla hacía de todo: recoger lluvia, llenar recipientes en un tanque comunitario o pedirla regalada a los vecinos que la conseguían también con mucho esfuerzo.
“Durábamos seis o siete días sin agua. Y si llegaba me tocaba levantarme a las diez de la noche y esperar que el tanque se llenara. Se iba el agua y uno no sabía cuándo volvía”, recuerda. Pero desde enero de 2019 Rosa abre la llave y siempre recibe agua potable en su casa, disfruta de algo tan sencillo como un jugo y puede lavarse los dientes con la tranquilidad de que si se toma el agua, no le pasará nada.
Su familia es una de las 31.831 que hoy cuenta con acueducto y alcantarillado gracias al programa Unidos por el Agua, una iniciativa de la Alcaldía y EPM que nació en 2016 con el objetivo de llevar los servicios públicos a 40.200 familias que no contaban con este beneficio. “Al principio fue difícil porque había que construir toda la red de infraestructura. En algunos de esos sectores nos tocó hacer escalas y senderos.
Esas zonas son muy escarpadas y no había espacio para meter tuberías y maquinaria”, explica Juan Manuel Vázquez, secretario de Gestión y Control Territorial. El esfuerzo valió la pena. Unidos por el Agua mejoró significativamente la calidad de vida de muchas personas, disminuyó las enfermedades provocadas por el consumo de líquido sin tratamiento y favoreció la llegada de los servicios de otras entidades a las zonas vulnerables.
“Ahora estamos atendiendo a usuarios que antes utilizaban de forma irregular la infraestructura y no pagaban por el servicio. Esa era una pérdida grande para la empresa”
- Edgardo Martínez Echeverry, director de Mercadeo Relacional de EPM
El programa ha traído ventajas ambientales para Medellín. Por una parte, bajó notablemente el consumo de las familias. En una vivienda con acueducto ilegal se gastaban, en promedio, 35 metros cúbicos de agua por mes; cuando se legalizó el servicio se empezaron a emplear 12 metros cúbicos (casi la tercera parte).
De otro lado, el sistema de alcantarillado está evitando la llegada de residuos a las quebradas de la ciudad. Así se previenen también los deslizamientos de tierra que muchas veces se originan por malos manejos del líquido. Unidos por el Agua ha beneficiado a la institucionalidad. En palabras de Edgardo Martínez Echeverry, director de Mercadeo Relacional de EPM, “ahora estamos atendiendo a usuarios que antes utilizaban de forma irregular la infraestructura y no pagaban por el servicio. Esa era una pérdida grande para la empresa”.
Con el programa se ha logrado sensibilizar a la comunidad sobre el uso adecuado del agua. De hecho, los nuevos usuarios, a diferencia de los antiguos, son más conscientes de la necesidad de cuidar el ‘líquido vital’ y más cumplidos con los pagos. “¿Usted cree que yo voy a lavar el tanque hasta que se desocupe? ¿O que voy a mantener una llave abierta para desperdiciar el agua? ¡No! A nosotros nos costó mucho tenerla. Por eso la cuidamos”, concluye Rosa.
Unidos por el Gas
Leña, alcohol industrial y gasolina son algunos de los combustibles que emplean las comunidades de la periferia de Medellín para cocinar. Sus ingresos no alcanzan para comprar un cilindro de gas y a veces, además, deben pagarles ‘vacunas’ a grupos criminales.
Con el programa Unidos por el Gas se busca cambiar esta situación y llevar gas natural domiciliario a 6.000 familias vulnerables. Para eso el municipio y EPM están invirtiendo 7.200 millones de pesos. El pasado 17 de junio de 2019 se firmó el contrato y ya empezó el proceso de socialización.