Jonathan Olaya pasó 17 de sus 28 años en la calle. No habitaba completamente allí. Vivía ciertas temporadas en su casa –en el barrio Popular 2 de Medellín–, pero desaparecía dos, tres y hasta 15 días mientras consumía sustancias psicoactivas. Así lo hizo desde que abandonó los estudios a los 11 años. Y no pudo detenerse, aunque tuvo una hija a los 17.
Trabajó como carpintero, pintor de muebles, incluso en una empresa minera, pero volvía a la calle. Estuvo en diversos programas de rehabilitación que no concluyó con éxito: siempre recaía. Sin embargo, después de este largo ‘viaje’ –como lo llama él, con su modo de hablar pausado– está cultivando su vida. Desde hace nueve meses Jonathan decidió ingresar a Granjas Somos Gente, un programa liderado por la Alcaldía de Medellín, que busca ayudar a los habitantes de calle de la ciudad a crear un proyecto para recuperar el rumbo de sus vidas y restablecer sus lazos sociales.
Ahora este medellinense convive con otros 46 hombres en una granja agropecuaria del barrio La Sierra, ubicado en el centro oeste de la ciudad. Allí es acompañado por un psicólogo, un trabajador social y varios profesores. Ellos lo orientan en habilidades: desde el autocuidado y la inteligencia emocional, hasta la escolarización y oficios como la ebanistería, la litografía, la panadería y la mecánica.
Terapia intensiva El programa tiene cuatro etapas: 1) adaptación al nuevo espacio; 2) identificación de las razones que llevaron a esas personas a la calle y la importancia del cuidado y la protección del entorno; 3) replanteamiento del proyecto de vida; y 4) la preparación en derechos y deberes para retornar a la vida civil. Juan David Montoya, coordinador de la granja, explica que el tiempo guía del proceso es de seis meses, pero que no es una camisa de fuerza porque la evolución de cada ser humano es diferente. Así mismo, el lugar tiene reglas para crear hábitos y disciplina.
Jonathan y sus compañeros deben levantarse a las 5:30 de la mañana para dedicar una hora al cuidado personal. Después de una bebida caliente meditan, hacen actividades físicas y se encuentran en espacios delimitados para resolver los conflictos, que son propios de la convivencia y el trabajo interior. Al final del día se evalúa el proceso personal.
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El cumplimiento y el esfuerzo tienen su recompensa. Cada semana se califican, como en un colegio, el desempeño de los estudiantes en las diferentes actividades. Así se obtiene un puntaje –de uno a diez– que equivaldrá a una cantidad de dinero de la que puede disponer el beneficiario; claro, con asesoría del personal capacitado. Esta técnica psicológica, denominada ‘economía de fichas’ es, según Montoya, “una ayuda para enseñar el manejo del dinero, que es una de las mayores dificultades para ellos.
También refuerza su conducta positiva en un contexto real”. Contacto sano El elemento fundamental de Granjas Somos Gente es la relación permanente con la naturaleza. Los beneficiarios cuidan y alimentan animales como cabras y caballos, y estos, incluso, son involucrados en algunas de las terapias.
Además, Jonathan y sus compañeros tienen a su cargo el cuidado de una huerta en la que cultivan maíz, fríjol, arveja, lechuga y otros alimentos orgánicos para autoconsumo. “Desde lo terapéutico esto es muy significativo. Sirve para hacer un símil entre un proceso de cambio en la vida y la siembra. Además, es muy útil porque, como antioqueños, la mayoría de nuestros ancestros son campesinos y todos hemos tenido contacto con la tierra”, explica Kelly Tobón, psicóloga en la granja de La Sierra.
“Podemos arrancar nuestros malos hábitos, como lo hacemos con la hierba. También podemos cosechar y ver que todo surge cuando lo sembramos y le ponemos amor”
- Jonathan Olaya
Jonathan concuerda con esta visión: “Podemos arrancar nuestros malos hábitos, como lo hacemos con la hierba. También podemos cosechar y ver que todo surge cuando lo sembramos y le ponemos amor”. Este joven se graduará en un par de días de la granja. Sabe que afuera tendrá que luchar, no solo para mantener la entereza, sino para abrirse camino en una sociedad que aún desconfía de quienes se equivocan. Sin embargo, seguirá contando con el apoyo del municipio para que se independice paulatinamente de la institucionalidad. Jonatan decidió vivir solo y seguir estudiando.
En el programa aprobó el grado sexto. Ahora quiere graduarse como bachiller para hacer un diplomado terapéutico que le permita apoyar procesos como el suyo. “La granja es algo hermoso, salvó mi vida. Aprendí que soy un hombre trabajador y honesto. Eso no lo veía antes por el consumo. Ahora quiero ayudar a personas que han pasado por situaciones difíciles porque la drogadicción es un problema que destruye vidas”, concluye.
Una de tres
La Granja de resocialización del barrio La Sierra es una de las tres que funcionan en la ciudad desde 2016, y que son administradas por la Alcaldía de Medellín. Las otras dos, ubicadas en el corregimiento de San Cristóbal y en Barbosa, Antioquia, benefician a 50 y 100 personas, respectivamente. En estas últimas se atienden a mujeres, hombres y población Lgbti.
“Además de la atención, estamos interviniendo para prevenir la habitabilidad en calle desde la familia. Esa es una situación que deja heridas dolorosas y difíciles de superar en la gente”, agrega Paulina Suárez Roldán, secretaria de Inclusión, Familia y Derechos Humanos de Medellín.
En cifras
671 personas han superado la situación de calle desde 2016 a través del programa de Atención e Inclusión Social.
191 beneficiarios realizan ahora sus estudios de primaria y secundaria.
257 personas se han preparado en artes y oficios.
116 personas culminarán el proceso de resocialización en julio de 2019.
1.350 personas son atendidas diariamente con aseo, alimentación, hospedaje y atención psicosocial para la resocialización y vinculación social, laboral y familiar.
Con estas acciones, se busca impactar la calidad de vida y la reintegración social de los habitantes de calle con atención integral, lo que mejora sus relaciones de convivencia con familiares, amigos y el entorno social.