En las calles de Manrique suenan tangos, en San Antonio se canta vallenato y en el Parque del Periodista salsa y rock. Medellín vibra con cada cuerda, con cada tambor y con las notas de cada flauta.
En términos de políticas públicas esta fue la primera capital de Colombia en contar con un Plan de Cultura. En 1990 se juntaron músicos, actores, pintores y poetas con el fin de planear una ciudad para el arte y en 1996 nació la Red de Escuelas de Música de Medellín.
Hoy, en sus aulas se forman 5.000 niños, niñas y jóvenes, entre los 7 y 24 años, de las 16 comunas locales y los tres corregimientos: con 13 escuelas de cuerdas, 13 de vientos y percusión, y una de música colombiana. “Invertir en cultura es invertir en la base de nuestra sociedad, porque cada niño que aprenda a tocar un instrumento seguro que no tocará un arma”, afirma Lina Botero, secretaria de Cultura Ciudadana de Medellín.
Sin palabras
Juan Diego Marín tiene 21 años y toca el contrabajo. A los 13 se dio cuenta de que en su barrio, Manzanares, había una escuela de música gratuita y ahí tocó la puerta. Por su estatura el director de la orquesta le asignó el contrabajo y allí comenzó una historia de amor.
A los 13 se dio cuenta de que en su barrio, Manzanares, había una escuela de música gratuita y ahí tocó la puerta. Por su estatura el director de la orquesta le asignó el contrabajo y allí comenzó una historia de amor. En 2016 asistió al Festival Internacional de Música de Cartagena, viajó con su hermana. Una semana antes de su presentación dedicó su tiempo a los ensayos, a disfrutar de los espectáculos del evento, donde vio en escena a músicos de todo el mundo.
“Tenía mucho miedo, pero al final fue hermoso. No tengo palabras para describir lo que se siente tocar en la clausura del festival musical más importante de nuestro país”, concluye. En 2018 participó en la gira internacional Medellín Canción Viva, en Estados Unidos. Actualmente cursa primer semestre de Música en la Universidad de Antioquia y hace parte de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Medellín. “Sueño con ser maestro y poner en las manos de otros niños las oportunidades que yo he tenido”, dice Juan Diego.
El arte es un transformador
Valeria Sánchez tiene 19 años y vive en San Javier, en el corazón de la comuna 13. En 2002 ahí se llevaron a cabo las operaciones militares y paramilitares Mariscal y Orión. Ella no recuerda esos años, pero sí es consciente de la ‘batalla’ que emprendieron varios artistas de la comuna 13; ellos, a través de la música, el baile y los grafitis, transformaron las paredes y los rincones de los barrios en espacios para el arte y la vida.
Eso la motivó a ingresar a la Red de Escuelas de Música de Medellín a los 14 años. Su vocación ha sido un punto de unión familiar, así lo explica Sulma Higuita, madre de Valeria. “En cada concierto queremos acompañarla. Yo puedo decir que desde que ella comenzó a tocar mi vida se ha transformado. He comprendido que el arte es una alternativa muy valiosa y eso me da una visión muy distinta del mundo”.
Valeria es flautista de la Orquesta Sinfónica Juvenil de Medellín y se ha formado como corista. En 2018 participó en la gira de la Red y debutó con su voz y con la flauta en Estados Unidos. Su sueño es ser una cantante reconocida y lograr que quien la escuche sienta lo que ella siente cada vez que canta: amor. El (buen) dolor del tiple Jennifer Pérez tiene 19 años, toca el tiple, vive en el barrio Pedregal, y comenzó en la Red a los 17. Antes de ingresar a la escuela no había interpretado ningún instrumento, tampoco sabía de música colombiana y no tenía idea de qué era un tiple. Sin embargo, cuando comenzó su formación solo había cupos para aprender este instrumento.
“Al principio me dolían mucho los dedos, pero cada dolor me motivaba a seguir”, recuerda Jennifer. De esa manera descubrió su potencial para componer y, en 2018, en una gira de la Red interpretó en Estados Unidos su primera obra musical. Ahora Jennifer hace parte de Empúa, la orquesta de cuerdas pulsadas, de la Universidad de Antioquia y se está preparando para el examen de admisión de esa misma universidad; y sueña con ser licenciada en tiple. “Yo quiero decirles a los jóvenes que la vida es muy corta, por eso deben aprovechar las oportunidades que se les presentan”, concluye Jennifer.